Editorial: El pueblo cubano se parece cada vez menos a la Asamblea Nacional
Contrario a los sistemas políticos que procuran que la asamblea parlamentaria se asemeje al electorado, el sistema cubano busca que sea el electorado quien termine por parecerse a la Asamblea Nacional. Busca que el electorado sea igual que esa asamblea en sus votaciones unánimes, y que su voto funcione según requirimiento del partido único. Que los electores actúen como la Asamblea Nacional, que lo hace bajo la dirección del PCC.
Este es el esquema de siempre, aprobado ahora en la nueva Constitución, y es el que perseguían en el referendo constitucional recién clausurado. Había que votar Sí a la reforma constitucional tan unánimemente como votan los diputados de la Asamblea Nacional.
Para negarse ya estaban los exiliados o emigrantes. O no estaban, porque no cuentan en las elecciones cubanas. Pero que todo el que quedara en Cuba marcara el Sí, de acuerdo al deseo de las más altas autoridades.
Para alcanzar este objetivo recurrieron a arrestos, reclusiones forzadas, brigadas de acción rápida ante los colegios electorales, bombardeo propagandístico indiscriminado por la opción favorita, cero espacio para la opción contraria, chantajes escolares y laborales y, por encima de todo, un sistema electoral completamente controlado oficialmente y en el que puedan perpetrarse cualquier tipo de irregularidades, como testimoniaron los observadores independientes.
Lo han tenido difícil, no obstante. Más difícil que nunca puesto que represión y propaganda no han impedido la aparición de evidencias de cuánto se diferencia la población cubana de esa unánime Asamblea Nacional que el PCC rige.
Nunca antes había ocurrido que quienes van a votar en contra del voto unánime exigido por las autoridades hicieran campaña tan visiblemente, pese a la represión. Aparecieron muchos cubanos que votan No, anunciaron que votaban No y publicaban en las redes su identidad y la identidad de su voto. Y, pese a las brigadas paramilitares apostadas en las urnas, concurrieron a ellas ciudadanos en observación que no se fían del manejo de las autoridades ni del sistema electoral en sí.
Aprobada la Constitución, las autoridades tienen que gobernar sobre esa gente en abierto descontento, que reconoce como mentiras las promesas de la propaganda oficial y que no se arredra ante la represión del Estado. Ni Miguel Díaz-Canel ni los tiempos actuales son aquellos en los que un Fidel Castro visitaba damnificados que quedaban aplacados con la presencia del líder. En Regla, después del tornado, le ocurrió a la comitiva del actual presidente lo que han querido negar oficialmente: reclamaciones desde el descontento e insultos a las autoridades. Así anda Cuba actualmente, sin importar toda la represión y toda la propaganda.