Ramón Peña / En pocas palabras: La mirada del testigo
Dos periodistas, Jorge Ramos, mexicano, destacado entrevistador del canal Univisión y Annika Henroth-Rothstein, joven sueca, colaboradora de importantes medios europeos e israelitas, fueron testigos significativos de esa fecha de infamia que fue el pasado 23 de febrero. Annika, agraciada y valiente, se aventuró a cubrir la zona fronteriza con Colombia. Allí fue asaltada, agredida, vejada, robada y a punto de ser asesinada por matones de los colectivos, autorizados como fuerza oficialista contra el ingreso de la ayuda humanitaria. La narración de su experiencia, vivida en un camino cercano a San Antonio del Táchira, semeja el libreto escalofriante de una película de terror. Providencialmente sobrevivió. Como conclusión periodística escribió: “Maduro ha mostrado cuán lejos puede llegar a usar violencia, terror y persecución extrajudicial de opositores y periodistas para mantenerse en el poder.”
Por su parte, Jorge Ramos concertó una entrevista en Miraflores. Ésta terminó siendo un test psico-político de la naturaleza del entrevistado. Ante la pregunta “¿Usted es presidente o dictador?” y la presentación de una imagen que mostraba jóvenes alimentándose de un camión de basura, la respuesta no pudo ser más burda y violenta: confinamiento en cuarto oscuro, incautación de sus equipos, intimidación de esbirros, destierro. Ante el experimentado periodista se reveló un ser de menguado desenvolvimiento, falto de recurso político, inseguro y peligroso. Un episodio que, por contraste, nos trajo a la memoria aquella entrevista que el gran Emil Ludwig, en 1934, le hiciera a José Stalin. Ante una pregunta igualmente provocadora: “¿Así que usted niega ser un dictador?«, el zorro comunista simplemente respondió echándose a reír…
Existen dictadores torvos y calculadores, pero también dictadores tan burdos y primarios, que hasta pueden no saber qué cosa son en realidad. Parodiando a Hannah Arendt podríamos llamar a estos últimos: dictadores banales. No obstante, aunque disímiles en personalidad y estilo, ambos son inconfesables en cuanto a los límites de su crueldad.