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El gran sueño de Raúl Castro

¿Querrán Raúl y Díaz-Canel que los cubanoamericanos se conviertan en milicianos para defender a la Patria de la amenaza yanqui?

LA HABANA, Cuba. – El octogenario jefe de la dictadura más vieja de este mundo, Raúl Castro Ruz, podría ver realizado su gran sueño antes de morir: quedarse con Cuba de forma definitiva. Toda para él, para su familión que tanto ama y para la familia de su difunto hermano. Podría  neutralizar al fin a los cubanos que tienen opiniones contrarias a las suyas y se quedaría con sus generales, sus coroneles y las masas ignorantes, comprometidas y confundidas.

Raúl, jefe del unipartido y general de un montón de estrellitas que poco brillan en sus hombros, sabe que ante la grave realidad cubana, y renuente a admitir la economía de mercado y la liberación de las fuerzas productivas, tiene que hacer algo rápidamente. ¿Volver al capitalismo? -se pregunta espantado-. ¿Asumir mi derrota y la de mi hermano?, ¡Primero muerto!

Hoy, perdidos el subsidio de la URSS y el soporte financiero de Venezuela, y fracasadas sus reformas económicas, se le ha ocurrido una idea genial y se la ha comunicado a su elegido. La idea es simple: sacarle más dinero a la emigración cubana. Díaz-Canel, cumpliendo la orden, ha comenzado a hablar sobre la necesidad de “trabajar con la emigración cubana, tener en cuenta cómo tantos cubanos viven en el exterior, orgullosos y nostálgicos de su patria.”

Sí, se refiere a los mismos que fueron llamados gusanos, escoria, traidores y a quienes, por órdenes del Iluminado, muchedumbres convertidas en ganado les lanzaron huevos y piedras por la cabeza. ¿Cuántos huevos habrá lanzado en 1980 el mismo Díaz-Canel, incorporado ese año a las FAR como ingeniero?

El 19 de marzo pasado ha dicho que “teniendo en cuenta la complejidad de la situación internacional, se debe escribir una política migratoria que convide a todos a contribuir con el desarrollo y la defensa de la Patria hasta donde pueda cada uno porque no tenemos que coincidir en todo, pero podemos sumarnos”.

¿Querrán Raúl y Díaz-Canel que los cubanoamericanos se conviertan en milicianos para defender a la Patria de la amenaza yanqui, que paguen las deudas que ha contraído Cuba durante sesenta años con un montón de países, que manden barcos con los alimentos que ya no puede ofrecer la obsoleta Libreta de Abastecimiento?

Dos días antes de lo expresado por Díaz-Canel, una declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores fue el primer indicio de la manipulación que se quiere hacer con la emigración cubana: “Cuba rechaza la decisión de Estados Unidos de obstaculizar los viajes de ciudadanos cubanos”. Irónicamente se trata de la misma dictadura que hasta hace muy poco prohibió casi totalmente a los cubanos salir del país.

La dictadura rechaza la Ley de Ajuste Cubano, implantada en 1966, pero olvida que un año antes durante el éxodo de Camarioca más de 66 mil cubanos se marcharon del país. También olvida que, en 1980, en sólo tres días, entraron a la Embajada del Perú más de once mil y que poco después por el Puerto del Mariel escaparon 125 mil en cinco meses. Obvia que en 1994, un mes después del hundimiento del Remolcador 13 de Marzo donde murieron 41 personas, se produjo la crisis de los balseros durante la que emigraron 35 mil personas en precarias balsas en sólo un mes.

Alrededor de dos millones de nuestros compatriotas residen en Estados Unidos. No importa que el castrismo no les permita invertir libremente en Cuba, ni regresar cuando quieran, ni votar en los consulados; aportar dinero sí que podrían.

La jugada está clara. A Raúl sólo le interesa una cosa: los millones de dólares más que pudiera aportar la emigración cubana a su familia.

Según cifras conservadoras, un aproximado de 80 mil cubanos ha muerto en el Estrecho de la Florida tratando de escapar. Esos, lamentablemente no podrán enviarle dinero a Raúl Castro.

 

 

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