El día que Sebastián Piñera “salvó” la reforma tributaria del gobierno de Patricio Aylwin
En 1990 el entonces senador de Renovación Nacional lideró las conversaciones con el ex ministro de Hacienda Alejandro Foxley. Los acuerdos alcanzados entre el oficialismo y la oposición, permitieron que la iniciativa tributaria se aprobara en pocos meses. Una prueba que logró pasar la Concertación de la mano del actual Mandatario.
Si el miércoles fueron decisivos los votos de la Democracia Cristiana para que se aprobara la idea de legislar la reforma tributaria impulsada por el gobierno, hace 29 años Sebastián Piñera jugó un rol similar. El entonces senador fue clave para que el gobierno del Presidente Patricio Aylwin sacara adelante su proyecto tributario con el respaldo de Renovación Nacional, por esos días en la oposición.
Así lo recuerda el diputado miembro de la comisión de Hacienda, José Miguel Ortiz (DC), quien por esos años ya era parlamentario: “El que estuvo de acuerdo en negociar (la reforma tributaria) por RN fue Sebastián Piñera Echenique cuando era senador y lo hizo directamente con Alejandro Foxley. Ganamos con los votos de la Concertación y de RN, esa es la verdad”.
Los parlamentarios que entonces formaban la llamada “patrulla juvenil” -representada por Sebastián Piñera, Andrés Allamand, Evelyn Matthei y Alberto Espina- opinaban que la reforma tributaria era necesaria. De hecho, en el libro “La historia oculta de la transición: Memoria de una época 1990-1998” del periodista Ascanio Cavallo, se lee que Piñera estaba interesado en la iniciativa porque creía que “un mayor sacrificio del empresariado en aras de la justicia social legitimará el sistema”. Y que este proceso podría hacer de RN la “llave de la transición”.
El que estuvo de acuerdo en negociar (la reforma tributaria) por RN fue Sebastián Piñera Echenique cuando era senador y lo hizo directamente con Alejandro Foxley”, recuerda el diputado DC.
En enero de 1990, y a un mes que se hubieran desarrollado las primeras elecciones democráticas, Aylwin ya tenía en sus manos el borrador de la reforma tributaria que quería promover en su gobierno. Al poco andar de su mandato, se barajaba la tesis que las conversaciones debían realizarse con Renovación Nacional.
Como se lee en el texto “Políticas públicas en democracia” de Mario Marcel (de 1997, editado por Cieplan), en marzo se iniciaron las negociaciones formales con RN para “concordar el contenido específico del proyecto”. Los diálogos estuvieron liderados por el entonces ministro de Hacienda, Alejandro Foxley, los senadores Sebastián Piñera, Sergio Romero, y la diputada Evelyn Matthei, todos en aquella época de la misma colectividad.
Por otro lado, se encontraba la UDI, partido que argumentaba que las medidas propuestas por el gobierno significaban restituir el “círculo vicioso del subdesarrollo: más impuestos, menor crecimiento y mayor pobreza”. De hecho, el senador Jaime Guzmán, como se consigna en un reportaje de Ciper, señaló: “Respetamos que los partidos de la Concertación impulsen un proyecto tributario concordante con su propia estrategia. Pero nuestra colectividad política, en coherencia con sus principios, por fidelidad al electorado que nos apoyó en diciembre y por nuestro compromiso con lo que creemos el camino acertado para derrotar la pobreza, asumirá hoy el deber patriótico y de conciencia de votar en contra del proyecto”.
Y a diferencia de los ochos meses que tomó la reforma tributaria del gobierno de Sebastián Piñera en que recién se aprobó la idea de legislar, la iniciativa de Aylwin tuvo un camino más expedito. Las negociaciones oficialmente solo se prolongaron durante una semana, aunque ya se venían tratando antes de que el Mandatario DC asumiera su cargo.
Entre otras medidas, se fijó la tasa del impuesto a la renta de Primera Categoría en un 15%, se incorporó un crédito tributario para inversiones productivas, se otorgó carácter transitorio al incremento de la tasa del impuesto de Primera Categoría y se agregó el incremento del IVA. Así, en una semana se logró un completo acuerdo y el proyecto fue enviado al Congreso el 4 de abril de 1990.
Claro que el diálogo no estuvo libre de complicaciones. Según explica Cavallo en su texto, “los hombres de RN logran un punto a su favor con la incorporación del IVA: para el empresariado, es la señal de que no se busca castigar a la producción ni a la riqueza, sino promover un esfuerzo social colectivo. Entonces, Piñera intenta condicionar la aprobación de RN a que el gobierno especifique dónde, cómo y en qué partidas se va a gastar el dinero extra”, que el fisco obtendría con la reforma.
La propuesta del entonces senador por Santiago Oriente generó un impasse. “El ministro no quiere atarse las manos, ni menos aparecer cediendo ante la oposición. Cuando las negociaciones amenazan estancarse, en La Moneda se encuentra la fórmula: Foxley expone el plan de gastos, pero solo por ‘instrucciones del Presidente’”, según se narra en el texto de Cavallo.
De esa forma, tras “la exigencia” de Piñera, se logró sellar el acuerdo entre el gobierno y Renovación Nacional. Y, luego de algunas modificaciones en la Cámara y en el Senado, la reforma logró aprobarse a fines de junio de ese mismo año, es decir, solo tres meses después de que Aylwin arribara a La Moneda.
Nosotros planteamos desde el primer momento la búsqueda de acuerdos en el tema laboral y tributario con el gobierno. De estos debates surgió la idea matriz de la democracia de los acuerdos que buscaban consolidar tanto el sistema político como el modelo de desarrollo económico”, dijo Piñera en una entrevista de 1995 que recoge la publicación de Cieplan.
En 1992, sin embargo, se reinició el debate respecto de si los principales aumentos de impuestos determinados en 1990 debían revertirse a partir de 1994 como lo señalaba la ley. Como aparece en el texto de Marcel, “a comienzos de ese año el gobierno inició los contactos con los dirigentes empresariales y Renovación Nacional destinados a producir un nuevo acuerdo tributario”.
Cuando se retomaron las conversaciones, la UDI volvió a marginarse y nuevamente RN fue el principal interlocutor con el gobierno. A mediados de 1993 se alcanzó un nuevo acuerdo tributario: Mantener las modificaciones introducidas por la reforma de 1990 al impuesto a las utilidades de las empresas; modificar la escala y tramos del impuesto a los ingresos personales, reduciendo su incidencia; introducir elementos de un impuesto al gasto en la tributación a los ingresos personales; y reducir la tasa del IVA desde 18% a 17% a partir de 1996.
Si bien la reforma de 1990 tenía como objetivo proveer recursos para el financiamiento de iniciativas sociales, el foco se terminó centrando en el rol que jugó en la conformación del programa político, económico y social de la Concertación, además de la voluntad de acuerdos tanto del gobierno como de Renovación Nacional.
De hecho, uno de los principales “cerebros” de la reforma y ex ministro Manuel Marfán señaló a mediados de los 90: “Para la Concertación era necesario desmentir la asociación entre democracia y caos económico y la Reforma Tributaria pasó a transformarse en una expresión de responsabilidad. En este sentido, la Reforma Tributaria era parte de la credibilidad económica que la Concertación aspiraba a ganar”.
Pero el gobierno no era el único interesado en promover un cambio tributario. Y así lo describe Sebastián Piñera en una entrevista de 1995, que recoge la edición de Cieplan: “La tesis nuestra, al interior de Renovación Nacional y que defendimos en las arduas discusiones con la UDI, es que para consolidar y legitimar plenamente el modelo de desarrollo económico basado en la economía social de mercado abierta, se requerían demostrar que este modelo podía servir para todos, ya que a éste se le percibía como eficiente pero injusto, es decir se debía introducir mayores niveles de solidaridad para que éste se legitimara (…) Nosotros planteamos desde el primer momento la búsqueda de acuerdos en el tema laboral y tributario con el gobierno. De estos debates surgió la idea matriz de la democracia de los acuerdos que buscaban consolidar tanto el sistema político como el modelo de desarrollo económico”.
De este modo, la lectura que hace Marcel del escenario entre el gobierno y la oposición -liderada por RN- es que constituía un “activo” para las mayores fuerzas políticas del país. Así, lo explicó entonces Foxley: “Mis principales orientaciones durante el proceso de preparación de la reforma se dirigieron a suavizar las medidas tributarias con el objeto de facilitar los acuerdos con Renovación Nacional”.
Con el trabajo desarrollado entre el Ejecutivo y la oposición de ese entonces, Marcel explica que la economía se fue trasladando desde un terreno de confrontación a uno de acuerdos básicos. “No obstante, en 1990 aún quedaba la principal prueba: la de gobernar. Sobre la Concertación Democrática recaía la responsabilidad de rebatir lo que había sido la descalificación oficial durante 17 años de régimen militar, escalada durante las campañas electorales de 1988 y 1989, demostrando que la democracia no era sinónimo de caos y que las fuerzas políticas de centro e izquierda eran capaces de gobernar con responsabilidad”.
Ese era el contexto político que rodeó la reforma tributaria que, según se lee en el documento, influyó sobre el balance de poder e influencia de los diversos actores políticos y sociales. Y fue allí donde el actual Presidente de la República jugó un rol clave como interlocutor con La Moneda.
De esta forma lo recordó Piñera a mediados de los 90:
“Yo decía en Renovación Nacional que esta reforma no es que la haya impuesto Foxley, yo la habría hecho igual; a mí me parece que en ese instante era lo que había que hacer. Digamos que nosotros creíamos que en Chile había que hacer un programa social extraordinario y además creíamos que había que financiarlo responsablemente”.