El decepcionante panorama de los votantes argentinos
BUENOS AIRES — La Argentina está convulsionada. Tres años y medio después de dejar la Casa Rosada, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner puede volver al poder. Pese a los pedidos de detención en su contra, las encuestas muestran que la contienda electoral por la presidencia sería entre ella y el actual presidente, Mauricio Macri, a quien derrotaría en el balotaje.
Que la exmandataria sea hoy la alternativa mejor posicionada para llegar a la presidencia dice mucho sobre nosotros, los votantes argentinos. ¿Qué dice el historial electoral de nuestras decisiones en las urnas? Si gana la presidencia, Fernández de Kirchner no sería la primera presidenta electa con prontuario.
Quizás a algunos argentinos no les importen los antecedentes judiciales, otros podrían creer que el Poder Judicial está tan politizado que sus pesquisas son una herramienta política que favorece a un bando político sobre otros y habrá quienes reduzcan su voto al que consideran el mal menor. En cualquier caso, es decepcionante y perjudicial que la existencia de procesamientos y la falta de resultados tangibles no desvirtúen una candidatura.
Fernández de Kirchner arrastra diez procesamientos por presunta corrupción y otros delitos, cinco órdenes de prisión preventiva —que no se ejecutan por sus fueros como legisladora— y cinco investigaciones en instancia de juicio oral, entre ellas, la que comenzará el 21 de mayo. Pero aun así puede ganar la presidencia. Si eso ocurre, la Argentina entrará en un conflicto de poderes sin precedentes. Con la actual inestabilidad económica y con una enorme fragmentación política, la Argentina no puede sumar una crisis más: una tensión de poderes en la que el judicial puede perder autonomía y aún más credibilidad si las investigaciones contra la exmandataria se disuelven.
Aquí es pertinente recordar que Macri también llegó a la presidencia con un procesamiento confirmado por la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal por un caso de escuchas telefónicas ilegales. Pero lo que pasó después es un antecedente peligroso que los ciudadanos debemos tener en cuenta: unos días después de que Macri llegó al poder, la justicia revirtió esa acusación.
Aún faltan más de seis meses para las elecciones. Es mucho tiempo si se considera que una de las encuestas que mostró a Fernández de Kirchner como ganadora también mostró que más del 20 por ciento de los electores todavía no define su voto. También, el cierre de las listas partidarias —y por tanto, la formalización de la probable candidatura de la senadora y expresidenta— ocurrirá hasta el 22 de junio, un mes después de que Fernández de Kirchner se siente en el banquillo de los acusados en el primer juicio oral que la tendrá como acusada de dirigir millones de pesos en obra pública para favorecer a uno de sus presuntos testaferros, Lázaro Báez.
Mientras tanto —y desde hace meses—, la expresidenta se ha mantenido al margen de la escena política (aunque no de la agenda pública). Sabe que su retórica enciende los corazones de sus seguidores, pero también les recuerda a sus críticos y a muchos indecisos por qué les generaba tanto rechazo mientras estaba en el poder. Y eso es lo que ocurrió cuando hace unos días presentó su libro Sinceramente en la Feria del Libro de Buenos Aires: los suyos la idolatraron; sus críticos volvieron a la carga.
Mientras tanto, el jefe de Gabinete de Ministros de Macri, Marcos Peña, y su ministro del Interior, Rogelio Frigerio, han reafirmado la estrategia del presidente: confían en que los argentinos lo reelegirán solo por el terror que despierta en muchos el retorno de Fernández de Kirchner a la Casa Rosada. Así lo planteó uno de sus estrategas clave, el ecuatoriano Jaime Durán Barba: “En el concurso de los menos malos, claramente ganamos. Somos los menos malos”.
Así que en estos días, Fernández de Kirchner y Macri, las dos alternativas del electorado, han jugado al tenis en una cancha desoladora. Ambos saben que pueden ganar por los aciertos propios o por los errores “no forzados” del rival. Es decir, limitarse a pasar la pelotita y esperar que el contrincante la tire afuera o la deje en la red.
A Fernández de Kirchner y Macri les conviene competir entre ellos, pero no a los ciudadanos. Tan pobres son las opciones, que en una dinámica de suma cero los dos saben que podrían derrotar al otro si los planetas se alinean de manera favorable, pero que perderían frente a una tercera opción.
No son pocos, sin embargo, los que piden otra alternativa, una tercera vía. Algunos referentes del sistema político tradicional reclaman que Macri decline su candidatura y unja a la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, como su delfín —según las encuestas, ella podría derrotar en las urnas a Fernández de Kirchner—, pero no hay indicios de que eso pase. El juego de tenis tan dañino para los argentinos —quienes padecen la inflación, la falta de gobernabilidad y los recortes— continuará.
Faltan seis semanas para el cierre de listas electorales, tres meses para las primarias del 11 de agosto, más de cinco meses para la primera vuelta del 27 de octubre y seis meses para un eventual balotaje. Un lapso que, con suerte, permitirá a los votantes vislumbrar si Macri y Fernández de Kirchner tienen algo nuevo para mostrar o solo reducirán la contienda a una disputa de las dos opciones que han probado ser poco exitosas en darle estabilidad política, judicial y económica al país.
En ese lapso, los ciudadanos debemos reclamar que se discutan propuestas concretas, exigir un acuerdo de gobernabilidad entre las fracciones políticas, pedir un debate presidencial serio (que no se reduzca a los insultos) y exigir que si gana Fernández de Kirchner los procesos judiciales que pesan en su contra no desaparezcan como pasó cuando ganó Macri. No es mucho, pero es vital. Los argentinos no debemos ser espectadores del juego de tenis. La dinámica de contrarios que incentiva nuestra política no debe impedirnos ser más exigentes con los candidatos que quieren gobernarnos o hacer concesiones cuando tienen acusaciones judiciales. La frustración ante el panorama electoral no debe inmovilizarnos.