Julio César Moreno León: Recomponer la Unidad
Cuando Vladimir Villegas en el programa Contraste y Controversia informó sobre negociaciones entre Nicolás Maduro y Juan Guaidó, muchos pensamos que se trataba de una las tantas bolas que corre diariamente la dictadura con el fin de desconcertar y dividir a la resistencia democrática.
Además, los entonces incrédulos desechamos esa versión al ser emitida en la televisora del chavista Raúl Gorrín, acusado en los tribunales norteamericanos de lavar varios miles de millones de dólares provenientes de la Tesorería de Venezuela durante la gestión de Alejandro Andrade.
Sin embargo, para sorpresa de todos, Guaidó confirmó el encuentro anunciándolo como una iniciativa de Noruega y de los países que forman parte del Grupo de Contacto de la Unión Europea.
Por su parte, Nicolás Maduro agradeció la mediación en “un diálogo por la paz y la estabilidad de Venezuela”. Y afirmó que su delegación iba a Oslo “a implementar el segundo paso de la agenda integral que ha sido previamente acordada entre las partes y que está dirigida a avanzar en la construcción de buenos acuerdos”.
Afortunadamente el disparate parece corregido al anunciar la presidencia legítima el retiro de su delegación del indeseable encuentro. El repudio colectivo fue lo que hizo naufragar rápidamente esa iniciativa que secretamente venían adelantando la gente de Maduro con las cúpulas de Voluntad Popular y de Un Nuevo Tiempo.
Es de resaltar que el sorpresivo anuncio de estas negociaciones ocurre en momentos en los que se arrecia la persecución contra la vapuleada Asamblea Nacional que preside, precisamente, Juan Guaidó.
Valiéndose del TSJ oficialista Maduro perpetra una nueva agresión contra la representación popular, siendo esta vez las víctimas los diputados Carlos Paparoni, Miguel Pizarro, Franco Casella, Winston Flores, Henry Ramos Allup, Luis Florido, Simón Calzadilla, Juan Andrés Mejía, Sergio Vergara, Freddy Superlano, Mariela Magallanes, Américo De Grazia, Richard Blanco, el vicepresidente del cuerpo legislativo Edgar Zambrano, y el propio Guaidó, elevándose a 32 el número de legisladores despojados de su inmunidad y de cargos, encarcelados, exiliados o en clandestinidad, según ha contabilizado recientemente el diario El Estímulo.
En medio de esta realidad es inevitable preguntarse cuáles fuerzas poderosas logran que el gobierno interino, surgido del Parlamento, acepte montar un nuevo escenario de negociaciones con quienes desconocen la inmunidad de los legisladores y les persiguen como a vulgares delincuentes, y cómo logran esos mismos sectores que Stalin González, segundo vicepresidente de esa Asamblea, dialogue con quienes violan los fueros del Parlamento que él representa.
Ante tales hechos, parece necesario recordar, nuevamente, que el gobierno interino es legítimo porque el artículo 233 de la Constitución manda a que ante la ausencia absoluta del presidente en los inicios de un nuevo período constitucional, le corresponde a quien preside la Asamblea Nacional ejercer transitoriamente la presidencia de la república y convocar elecciones libres que restituyan la normalidad democrática. Por ello si el presidente de la transición es producto de esa legítima Asamblea, y si se soporta en la confianza mayoritaria de Venezuela, sus decisiones fundamentales deben ser consensuadas, sin ningún tipo de exclusiones, con las representaciones democráticas electas por el pueblo.
Si hasta ahora “el fenómeno Guaidó” ha funcionado es porque la gente le percibe como un político honesto, ajeno al sectarismo y a las secretas maniobras partidistas, y porque su imagen es propicia para convocar los consensos parlamentarios y los acuerdos políticos inteligentes sin los cuales la tiranía lleva ventaja. Permitir que esa percepción se desdibuje es un acto criminal, cometido en momentos en que el futuro, a pesar de las tragedias y peligros del camino, es proclive a la esperanza. Por ello no comprendemos cómo luego de los zarpazos contra la institución legislativa reconocida por el mundo libre y legitimada por la votación popular, las reuniones de Noruega se convoquen a sus espaldas.
Ante tal despropósito tenemos derecho a preguntarnos cuál es la representación que llevaron Stalin González, Gerardo Blyde, Fernando Martínez Motola y Vicente Díaz, y qué acogida podría tener en la colectividad lo que en nombre de todos los ciudadanos llegara a aprobar esa delegación. La declaración de Julio Borges advirtiendo que Primero Justicia no tenía información de la cuestionada iniciativa fue un anuncio público del desencuentro existente sobre un tema vital para las fuerzas de la resistencia. Lo afirmado por Borges tiene sin duda gran relevancia, si tomamos en cuenta que gracias a él se cayó el engañoso circo que el gobierno de Maduro quiso montar en los encuentros de Santo Domingo.
Los resultados de de estos acontecimientos deben llevar al liderazgo democrático a una pronta corrección de los recientes errores cometidos. Los venezolanos quieren que la unidad nacional no se diluya en contradicciones subalternas, aspiran que el presidente Guaidó desarrolle sus tareas liberado de disciplina partidista y que Voluntad Popular no tome ventajas indebidas en la militancia política del presidente interino.
Los sucesos del 30 de abril y las reuniones ocurridas en Noruega han provocado una sensación de desconfianza que debe superarse. La sincera unidad de acción y de propósitos en la lucha interna contra la dictadura es imprescindible. También lo es recomponer la relación, sin dobleces, con el Grupo de Lima, con el Secretario General de la OEA, con el gobierno de Estados Unidos y los 50 países que reconocen la legitimidad del gobierno provisional.