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Camilleri desvela su enigma

Maestro Andrea Camilleri (Porto Empedocle, Sicilia, 1925). Jugaba con el lector al que tantas veces situaba a las puertas del enigma haciéndole creer que conocía el final de los hechos. Pero no, pues en cada una de sus historias y de la mano de su gran creación, el comisario Montalbano, guardaba una vuelta de tuerca para, a la postre, desvelar que el final era otro.

Desde ayer tenemos la certeza de que su relato, el de su propia vida, ha bajado el telón. Tenía 93 años. Le debemos miles de horas de la mejor literatura. “La muerte no me da miedo”, repetía este humanista defensor de la eutanasia que, aún ciego en los últimos años, seguía narrando “porque esa es mi vida, lo que me da la fuerza para seguir de pie”.


Luca Zingaretti, interpretando a «Salvo Montalbano».

Hace poco menos de un mes un infarto lo llevó a una habitación del Hospital Santo Spirito de Roma en donde, sin recuperar la consciencia, ayer se despidió para siempre del comisario de sus amores: “Montalbano ha sido ese íntimo amigo al que le debes casi todo, lo material y lo que no lo es tanto”, reflexionaba hace poco en una conversación en la que se declaraba “visceralmente de izquierdas” y “asqueado con los políticos que hoy ostentan el poder en mi país”.

Escritor tardío que no conoció hasta bien cumplidos los 50 el reconocimiento literario, Camilleri le debe el nombre de su personaje más famoso, el ya mencionado Montalbano,  al español Manuel Vázquez Montalbán, “un autor amigo al que siempre he seguido y cuyas novelas sobre Pepe Carvalho admiré desde el primer momento”. 

Luca Zingaretti y Andrea Camilleri

Tras la publicación de tres obras fallidas, en 1994, La forma del agua (editada en español por Salamandra) le convirtió en muy poco tiempo en referente de la nueva novela negra. Una consideración que los años han aupado hasta lo que hoy es: el autor italiano más leído a través de una obra que incluye, entre novelas, guiones para televisión y piezas teatrales, más de cien títulos.

Nacido en una pequeña población del sureste de Sicilia, –“el carácter de la gente de mi tierra y la condición de isla del lugar que me vio nacer estoy seguro que han pesado sobre mi forma de ver el mundo”- decía quien se mostraba consternado por las desigualdades: “Algunos, unos pocos, lo tienen todo, mientras otros muchos, muchísimos, carecen de lo mínimo”.

Así, a su modo y voz en grito, Camilleri ha mantenido una presencia comprometida en la vida social, política y cultural de su país, “aunque sé que eso no a todos gusta”. 

Escribió, y mucho, sobre la muerte, esa que ahora le arropa y ha puesto un brazalete negro en la chaqueta de su hijo literario, aunque él confesaba que no le preocupaba demasiado. “Cuando llegue, llegó. entonces se resolverá el enigma de mi historia. Porque nunca sabemos cuándo ni dónde nos espera esa señora”.

Ahora ya lo sabemos: fue ayer, en Roma. Atardecía.

 

 

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