Humberto García Larralde: Fernando Mires y Venezuela. Un silogismo que extravía
¿Reglas discernibles?
A Fernando Mires hay que agradecerle sus aportes al examen de la realidad venezolana. Ha denunciado aberraciones del chavismo, razonado a favor de determinadas medidas y discutido sus implicaciones, fortaleciendo la convicción acerca de la necesaria salida del poder de la camarilla de Maduro. Pero su facultad analítica, de descomponer un problema en sus partes para entender cómo se relacionan entre sí y la dinámica que resulta de ello, puede también obnubilar. Sin ánimos de banalizar argumentos serios, traigo a colación la célebre fábula de la rana y el escorpión: la rana accede a cruzar el río con el alacrán a sus espaldas porque éste la persuade que sería ilógico picarla. A mitad del caudal –como sabemos–le clava el aguijón causándole la muerte (junto a la suya por ahogo). Creo que Mires y quienes comparten su postura no han comprendido cabalmente la naturaleza del régimen que enfrentamos.
Conciben un escenario político con reglas discernibles, en el que dos grupos se enfrentan por el futuro del país. Como la fuerza del régimen –no de la oposición– está en el apoyo de las bayonetas y la de la oposición –no de Maduro– en su capacidad de aglutinar y movilizar a las mayorías tras banderas democráticas, la lógica aconseja luchar por una salida electoral como estrategia opositora. La realización elecciones confiables es, por demás, la principal petición de los países democráticos que nos apoyan. Hasta aquí, bien. Pero a partir de ahí, el análisis se extravía con un silogismo: al no participar la oposición en la contienda del 20-M, abandonó la ruta electoral –“la misma que llevó a la gran victoria del 6D”– y cayó en un “extremismo” que le hizo el juego a Maduro. Mires asume estar en un juego de ajedrez cuando el fascismo bombardea el tablero: no hay juego, no hay reglas, no cabe otro final que el suyo.
Si fuera por lógica, Maduro ha debido haber caído hace tiempo. Ha urdido la peor crisis económica de que se tenga memoria, es un corrupto ignorante e incompetente que nadie respeta, un dictador fascista que ha perdido legitimidad, repudiado por la gran mayoría de la población. Ha enfrentado mes tras mes de protestas masivas, sanciones, y se ha convertido en paria internacional. Que todavía esté mandando es insólito. Desafía toda lógica y obliga a buscar explicaciones. Estas tienen que ver con su naturaleza.
La naturaleza del conflicto
El madurismo es una mafia militar – civil dominada por la gerontocracia cubana, hundida hasta los tuétanos en el narcotráfico y la expoliación del país, que vive, gracias a su construcción ideológica, en un mundo ficticio que la aísla de la realidad y la blinda contra toda increpación. En esta burbuja consigue amparo y absolución de sus crímenes: borra todo freno moral o ético al ejercicio de su malignidad. El informe de la expresidente Bachelet es contundente al respecto. No va a abandonar el poder ni a rectificar sus políticas, ni a llegar a acuerdos con la oposición democrática, sea cual sea el costo, porque el país es suyo, le pertenece por asignación de la Providencia y harán con él lo que les da la gana.
Mires reconoce que Maduro se afianza en la anulación de la política ¡pero propone lograr que acceda a nuevas elecciones! No estamos enfrentando a un Pinochet cuyo plebiscito le salió mal porque no contó con las complicidades para trampearlo. Lo que existe hoy en Venezuela es un poder desquiciado, sumamente tóxico, auxiliado por esbirros de la peor especie (cubanos), que está matando un país.
No es una contienda con reglas de juego que la médula dura del fascismo esté dispuesta a respetar. El 6D 2015 se convenció de no realizar elección que no garantizara su triunfo. Dejó de existir la ruta electoral de que habla Mires. Así lo asumió la población ante el 20-M 2018 con dirigentes de oposición perseguidos, encarcelados o inhabilitados; los partidos principales de oposición inhabilitados; excluida toda observación imparcial externa; sin auditoría del registro electoral; con el mismo CNE tramposo denunciado por fraude por Smartmatic –la empresa proveedora de la tecnología electoral– cuando las elecciones para la asamblea constituyente; y sin que pudieran votar millones de emigrados.
Wishful thinking
Preguntémonos, ¿de dónde salió el consenso internacional sobre la ilegitimidad actual de Maduro? ¿Se hubiese producido si la oposición como un todo hubiese participado el 20-M? ¿Los venezolanos hubieron acudido masivamente a acompañarla? ¿Se hubiera respetado su triunfo en tal caso? Se argumenta que participar hubiese movilizado a la gente y que hubiera dejado patente el fraude cometido. ¡Constituiría un triunfo político! ¡Por favor! El fortalecimiento de la oposición y la deslegitimación de Maduro resultaron –obviamente— de no haber participado en tales comicios fraudulentos, con las razones que se dieron a conocer urbi et orbi, y desconocidas internacionalmente. ¿Dónde está ahora Falcón? ¿Dónde Guaidó?
Por supuesto que se han cometido errores. La “salida” de 2014 no sólo fue uno costosísimo, fue también oportunista. Como se recordará, la protesta comenzó por la violación de una estudiante en el Táchira y se extendió, en solidaridad, a nivel nacional. Aprovecharlas para sacar a Maduro del poder cuando había ganado las elecciones municipales meses antes –sobre la ola del “Dakazo”— fue irresponsable.
Luego está lo del 30 de abril de 2019. Fracasó al no alcanzar su propósito, pero ¿fue contraproducente? ¿No reveló las costuras del respaldo militar? ¿No puso al desnudo que Maduro no tiene en quien confiar? Por supuesto, abortó una valiosa posibilidad de salida. Algún día se sabrá hasta qué punto y si falló por precipitado, por irresponsable o por no tener claro la fuerza real con la que se esperaba contar. Pero ¿Maduro y la mafia militar salieron fortalecidos?
Una descalificación ligera de la estrategia asumida por Guaidó
Lo anterior no implica ningún “extremismo”, como despacha a la ligera Mires. Pero abona a favor de argumentar que la estrategia de sanciones, creciente presión y amenazas creíbles es la única efectiva. Ello no invalida Barbados por una razón harto evidente. Las fuerzas democráticas venezolanas no tienen la capacidad, por sí solas, de sacar a Maduro a la fuerza. Su legitimidad en intentarlo no le otorga laposibilidad de hacerlo. Esta reside en los aliados internacionales, muchos de los cuales han manifestado su oposición a una solución de fuerza. Quieren agotar las posibilidades de elecciones presidenciales legítimas como salida. Pues recorramos esa negociación, exigiendo como condiciones imprescindibles: 1) Habilitación de todos los partidos y dirigentes políticos; 2) Nuevo CNE, confiable. 3) Auditoría y actualización del registro electoral. 4) Observadores internacionales. 5) eliminación del ventajismo electoral (“puntos rojos”) y de la violencia de colectivos fascistas en contra del electorado opositor. 6) Habilitación del voto de millones de venezolanos adultos que se encuentran afuera. 6) Fecha próxima, conforme al cronograma que se deriva de la ley del sufragio. El país no aguanta más demoras.
¿El fascismo aceptará un acuerdo sobre estas bases? ¿Lo respetará? Por supuesto que no. Implicaría su salida del poder, con la ignominia de haber sufrido una derrota apabullante –suponiendo un candidato democrático consensuado y único– que enterraría su épica justificadora de campeón del Pueblo. Obviamente, tampoco accederá Maduro a negociar sin mas su salida, ¡a no ser que aceptemos condiciones que la pospongan indefinidamente o invaliden totalmente su sentido! Vade retro, satanás.
Una psicopatía letal
¿Podemos esperar una negociación seria, constructiva, de un usurpador que no más ayer porfiaba de estar construyendo una potencia económica en un país que tan cruel y afanosamente ha destruido? ¿Es confiable un energúmeno que insiste, sin el menor rubor, en la estupidez de achacarle los apagones a un ataque electromagnético? ¿Y qué hay del fascista que, emulando a Noriega, afirma que Venezuela está preparada para una “guerra total” con EE.UU.? Pues, ¡con ellos es que hay que negociar!
Es difícil asir la profundidad del desquiciamiento de quienes hoy comandan la depredación del país. Sumergidos en una burbuja, en un mundo ficticio sin contacto con la realidad, todo se justifica. Alientan su insania quienes quieren pescar en río revuelto, como Putin, o los esbirros cubanos aterrados por que el modelo criminal del que poseen marca registrada sea derrotado. De ahí que el símil a evocar no es el de Pinochet, todavía con la lucidez para aceptar que había perdido la partida en el plebiscito, sino Hitler en su bunker, con las tropas soviéticas a las puertas de Berlín, demandando la movilización de batallones inexistentes para enfrentarlos y acusando a Himmler de traidor por sugerir un pacto. En sus últimos estertores, sin apoyo, ni recursos, los “revolucionarios” gastan todavía millones (de dólares) en convocar el Foro de Sao Paolo para desafiar al “imperio”, en vez de estar pidiendo pista para evitar una salida a lo Noriega. Estamos frente a delirios sumamente peligrosos, pero locura, en fin. Ya lo han dicho hasta la saciedad, tanto Maduro como Cabello, “¡Ni por las buenas, ni por las malas”, van a entregar!
Negociación con punch
De manera que Barbados –o cualquier otro escenario de negociación—tiene que desarrollarse en el marco de una estrategia que fuerce la salida de la mafia criminal, que le haga ver que no tiene otra opción. ¿Qué significa eso? Como eso no depende de Guaidó ni del liderazgo democrático interno, debe surgir de nuestros aliados un compromiso en tal sentido. Forjar ese compromiso es nuestro gran reto.
La Venezuela de Maduro representa una amenaza internacional, por ser base de narcotráfico y de otros ilícitos, por cobijar a grupos terroristas (ELN, Hezbolá, FARC cimarrona) y por ser fuente de una emigración masiva de absorción muy problemática en la región. Corresponderá, probablemente al Grupo de Lima liderar tal iniciativa, en particular, a Colombia, el país más perjudicado. Pero ello será difícil que fragüe en una disposición a tomar las medidas requeridas si no cuenta con el respaldo resuelto de los EE.UU., único país que puede hacer que la amenaza de intervención sea creíble. La UE, menos “doliente” de la tragedia venezolana, no puede desentenderse tampoco de su compromiso con la democracia liberal. Le toca asumir ser bastión activo y comprometido en la lucha contra el fascismo, razón, en última instancia, de esa bella esperanza de una humanidad libre y próspera, que es la UE.
Queda siempre el argumento de que la solución de la situación venezolana les corresponde a los venezolanos. Es un argumento sumamente injusto. Se alaba a los Portorriqueños porque, tras 10 días de protesta, lograron forzar la renuncia del gobernador Roselló, o a los estudiantes de Hong Kong, que tienen semanas con movilizaciones masivas contra una ley policial china. Pues los venezolanos hemos dejado, trágicamente, centenares de cadáveres en las calles persiguiendo ideales de libertad en manifestaciones masivas. Las protestas, masivas, duraron meses y meses, año tras año, a pesar de ser brutalmente reprimidas, se hizo lo posible por el referendo revocatorio como salida y la disposición a negociar nunca se cerró. ¿Se les exigió a los alemanes acabar por sí solos con Hitler?
Lamentablemente, las experiencias históricas muestran la necesidad de la ayuda externa para derrotar al fascismo. Y que el apaciguamiento solo agrava el problema.
Humberto García Larralde, economista, profesor de la UCV, humgarl@gmail.com