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César Antonio Molina: “Los socialistas no pueden pactar con los asesinos de sus militantes”

Las democracias son evolutivas, no revolucionarias, plantea el escritor en 'Las democracias suicidas', su más reciente libro, publicado por Fórcola

César Antonio Molina es gallego, abogado y escritor. Creció en una familia republicana que probó la amargura del exilio y predispuso su sensibilidad para el pensamiento y la creación. La cosa pública le importa. Ha dedicado a ella páginas y tiempo, lleva más de treinta libros y cuarenta años dedicados a la vida cultural española. Ha participado en ella como periodista, gestor –estuvo al frente del Círculo de Bellas Artes, fue director del Instituto Cervantes y ministro de Cultura en el Gobierno de Zapatero-, y por supuesto, como escritor.

Hay un poso político en el pensamiento y las opiniones de César Antonio Molina. Cuando la cultura entró bajo sospecha, en aquellos años que sucedieron a la crisis económica y barruntaban la que se produjo en política, publicó A la caza de los intelectuales (Destino) y ahora, cuando la socialdemocracia parece incapaz de levantar un muro para frenar los nacionalismos y los populismos, escribe Las democracias suicidas, un conjunto de ensayos publicados por Fórcola, un sello que se distingue por los libros sólidos y necesarios. Y este lo es.

La socialdemocracia parece incapaz de levantar un muro para frenar los nacionalismos y los populismos, asegura

Urge debatir y pensar los temas de los que Molina habla en este libro: la desconfianza mutua entre representantes y representados, la proliferación de reescrituras de la leyenda negra y el auge de una lógica populista que se vale del agravio para dinamitar el sistema político. Para conseguir una mirada profunda, Molina propone al lector recuperar pensadores esenciales, desde desde María Zambrano o Miguel de Unamuno hasta Kant, Hanna Arendt o Kierkegaard, así como personajes históricos que iluminen un presente obsesionado con apagar las luces.

Las democracias son evolutivas, no revolucionarias, plantea el escritor. En las páginas de estos ensayos, César Antonio Molina reflexiona, prácticamente estruja, episodios del radicalismo del siglo XX, para extraer de ellos el sentido original de su tragedia y su amenaza. No pretende aliviar la sed del lector, sino recordarle que la siente o que alguna vez la tuvo. Sobre algunos de estos temas conversa el intelectual gallego en esta entrevista que concede a Vozpópuli.

El nacionalismo y el populismo son la advertencia constante en Las democracias suicidas. ¿En qué se diferencian los de hoy de los del siglo XX?

Son distintos en la superficie, pero en el fondo tienen las mismas características. Los populismos aprendieron de las terribles consecuencias de sus antecesores. Por eso sus maneras, sus formas y su vestimenta parecen más benévolas que en el pasado. Hoy no veremos nunca a un populista de extrema derecha o izquierda vestido con uniforme militar, como los nazis o los anarquistas.

Si pensamos en el independentismo catalán, ¿cuál ha sido más efectivo, el de hoy o el del Pujolismo?

El independentismo actual ha creado sus propios instrumentos. Por ejemplo, la Asamblea Nacional de Cataluña es ese tipo de organismo como los que se utilizaron en la Alemania del nazismo o la Italia del fascismo: elementos civiles que agitaban, perseguían, denunciaban y actuaban en nombre del poder haciéndolo pasar como deseo del pueblo. Eso ha existido, entonces y hoy,  de la misma manera que en las escuelas y las universidades se tergiversaba, se mentía y  se convertía a los jóvenes en seres sectarios. Entonces, como hoy, se utilizó el cine y la radio para difundir esas ideologías. Luego la televisión, una televisión envenenada, mentirosa e inverosímil para engañar y manipular a la opinión pública. Los instrumentos y las ideas son las mismas.

«La Asamblea Nacional de Cataluña es ese tipo de organismo como los que se utilizaron en la Alemania del nazismo o la Italia del fascismo»

Pero no el siglo. Estamos en el XXI. Han transcurrido ochenta años.

Entonces se ejerció la violencia, y hoy también. Sólo que la violencia ha cambiado. Hoy la violencia es que te persigan en Internet y en las redes sociales. Como entonces, es violencia que pinten las casas de la gente que no es nacionalista. Y también es violencia que a los niños les impidan hablar el idioma que quieren. Y por supuesto que es violencia que en la universidades, empresas y oficinas dividan a los que son nacionalistas de los que no. Eso es violencia. Lo que ocurre es que Torra no va en uniforme saludando a la romana, aunque creo que en el fondo le gustaría.

¿Por qué a la socialdemocracia le cuesta tanto generar un muro de contención ante los populismos?

La socialdemocracia parte de la creencia de que todo ser humano es bueno y que sólo puede ser malo si se le educa para esa maldad. La socialdemocracia cree en la persona, en el individuo, en la libertad, en las ideas y en el hecho de que todo el mundo pueda defenderlas de una manera legal. La socialdemocracia es transigente, comprensiva y hasta cierto punto paternalista. Por eso le cuesta tanto actuar drásticamente, porque eso contradice el espíritu de libertad, fraternidad e igualdad que defiende. Eso le pasó a la República española. Si hubiese tomado algunas decisiones no hubiese pasado lo que pasó, por eso fue transigente con los nacionalistas catalanes.

«La socialdemocracia es transigente, comprensiva y hasta cierto punto paternalista. Por eso le cuesta tanto actuar drásticamente»

Una democracia que no sabe defenderse es una democracia débil. ¿Cree que la democracia española es débil?

No es que sea débil, es condescendiente y eso puede provocar debilidad. Como partimos de la Guerra Civil y de una dictadura larguísima y tremenda, pensamos que cualquier movimiento podría remitirnos a tiempos del pasado y eso es un error. Hoy tenemos una constitución y leyes que rigen el país y deben de ser cumplidas. Y todas aquellas personas que no las cumplan deben pagar por eso. La democracia debe regirse por ese principio: cumplir o no cumplir la ley. Los nacionalistas dicen que se judicializa todo, ¿pero qué pretendían ellos? Pues lo que harían en su Estado totalitario, el que ellos quieren crear, donde los jueces serían nombrados por los políticos y ellos serían los que dictaminarían a favor o en contra de sus propios intereses. La democracia no tiene por qué tener la más mínima mala conciencia, aquellos que no cumplan las leyes que han sido votadas por la gran mayoría de los españoles y refrendadas en sus órganos de decisión, el parlamento y el senado, tienen que ser condenados.

«La democracia no tiene por qué tener la más mínima mala conciencia, aquellos que no cumpla, las leyes tienen que ser condenados»

Para que María Chivite gobernara, el PSN pactó con Bildu. Eso lo permite la democracia, ¿pero es correcto?

Son partidos legales, de lo contrario no estarían ahí. Pero me parece terrible que el Partido Socialista, en cuyas filas hay personas asesinadas por gente de la misma ideología que ese partido, apoye a los asesinos de sus militantes. Ya no es una cuestión de legalidad, es una cuestión de ética, de sentimientos dentro del partido, de honor a sus propias víctimas y de reconocimiento a la labor que hicieron. ¿Qué pensaría Ernest Lluch? ¿Qué pensaría Tomás y Valiente? No se puede pactar con los asesinos de tus militantes, ciudadanos libres de este país, ni se puede pactar con aquellos partidos que van contra la constitución, contra la unidad de España y  contra las instituciones.

Pues esos que menciona son hoy, en su mayoría, socios del PSOE. En esa lógica, el PSOE que aspira a gobernar es una amenaza contra

El PSOE es un partido con una gran historia y es consciente de eso, pero se ha metido en un pragmatismo erróneo, porque no se puede gobernar a toda costa. El fin no justifica los medios. Los partidos políticos tienen que dar ejemplo a la ciudadanía y es incomprensible que se pueda pactar con estos partidos que sabemos que son enemigos del propio partido socialista.

«El PSOE es un partido con una gran historia pero se ha metido en un pragmatismo erróneo, porque no se puede gobernar a toda costa»

Desde el verano de 2015 España vive una inestabilidad política continua. ¿La dificultad para hacer posible una investidura es un síntoma. ¿De qué exactamente?

El mundo en general no está pasando por su mejor momento, no es sólo España. Es incomprensible que un país como EEUU, defensor de la democracia y refrendador de todas las libertades, tenga un presidente como Trump, que es otro fascista enmascarado. Un país como Inglaterra, el país parlamentarista más antiguo del mundo y ejemplar en sus momentos más difíciles, pueda tener de primer ministro a un payaso como el que tiene. Esto da idea de por dónde va el mundo. Menos mal que hay gente como Macron o Merkel, porque es terrible que Italia tenga a un ministro mussoliniano como el que hay.

¿Cómo juzga el liderazgo político español en comparación?

A la altura de las cosas que vamos nombrando, digamos que está en un nivel medio menos malo. Hay tres partidos verdaderamente constitucionalistas encabezados por gente joven, que tiene saber y conocimiento, pero a la que le falta la capacidad de tacto y que prefieren anteponer sus intereses particulares a los del Estado. España está en un momento grave porque tenemos un cosa de gran envergadura y muy compleja con el secesionismo.

¿Cómo encararlo?

Eso debería conducir a un pacto de Estado en los que enumeraran las diez cosas fundamentales que tiene que afrontar este país, incluida Cataluña, la inmigración, la igualdad, el género, la sanidad. Una vez que acordaran eso, deberían trabajar de manera conjunta. Porque no hay demasiadas diferencias entre ellos, cuando sí las hay con los nacionalismos  catalanes o vascos, y  con los populismos de extrema derecha o extrema izquierda. Tienen que ser capaces de ver que la situación es complicada y que o se afronta de manera colectiva o vamos a tener gravísimos problemas.

«Es un error hablar de izquierdas y derechas. No debemos volver al mundo filológico y lingüístico del pasado, que nos trajo tantos males»

Se habla de un resurgimiento de la derecha, un resurgir conservador, se habla hasta de trifachito. ¿Qué piensa?

Es un error hablar de las derechas y las izquierdas. Es volver a la época de la Guerra Civil. Deberían ser conscientes de lo que están haciendo tratando de equiparar a Vox con Ciudadanos y el PP o a Podemos con el PSOE. El propio PSOE no debería cometer ese error, de hablar de las derechas, porque son distintos entre sí como el propio PSOE lo es, de la misma manera que no debemos hablar de un frente popular, no debemos volver al mundo filológico y lingüístico del pasado, que nos trajo tantos males.

¿Tiene sentido mantener una ley de memoria histórica, tal cosa como ésa se puede legislar?

Walter Benjamin decía que toda la historia debía ser un presente, para recordar los males e injusticias cometidas, resarcirlas y continuar, en lugar de estar todo el tiempo hurgando en la herida. Hay que curarla y continuar. Cuando vino la democracia por la que todos luchamos, y volvieron los exiliados políticos al parlamento, la Pasionaria, Carrillo y muchos otros que habían luchado incluso en bandos contrarios, vimos la reconciliación. La Constitución es el hijo que nació de esa reconciliación. A partir de ese momento, incluso en aquellos que formamos parte de familias que sufrieron el exilio, lo supimos. Tenemos que recordar, pero ese recuerdo no puede ser un ancla en el futuro de un país.

«Mi paso por la política lo considero satisfactorio. Uno siempre está dispuesto a servir a su país donde le toque»

¿Quedó muy resabiado después del episodio del ministerio de Cultura? ¿Volvería usted a ocupar un cargo político?

Todos los ciudadanos desarrollan una actividad política en el puesto de trabajo en el que están y yo nunca he dejado de ejercerla, ni antes de estar en la política activa ni después. Mis artículos, mis opiniones siguen siendo de carácter político, a pesar de que yo sea profesor y escritor. Mi paso por la política lo considero satisfactorio, tanto en el Instituto Cervantes como en el ministerio de Cultura, hicimos un montón de cosas, licuamos por nuestro país en todo el mundo. Uno siempre está dispuesto a servir a su país donde le toque.

Se lo pensaría, ¿entonces?

Lo que pasa es que ya fuera de la apolítica activa uno es más libre e independiente para decir lo que piensa dentro de las mismas ideas que uno ha defendido siempre. Yo sigo opinando lo mismo, pero hay temas como el nacionalismo y los populismos que se me hacen insoportables. Por eso espero que los dirigentes del PSOE piensen y mediten algunas cosas de las que hacen, porque están representando a miles de personas y a 140 años de historia como organización. Y sí, me siento más libre. Además, en la política se pueden hacer muchas cosas. Los que dicen que no tienen medios y no pueden hacer nada son malos políticos. ¿Y entonces para qué están en el puesto? Con poco dinero se pueden hacer muchas cosas si hay inteligencia, ganas y creatividad. Eso fue lo que hicimos mi equipo y yo tanto en el ministerio de Cultura como en el Instituto Cervantes.

 

 

 

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