No todo vale, señor Cruz
La denuncia de ABC no constituye «un desprestigio de la política». Manuel Cruz no es «la política», como tampoco lo era Pedro Sánchez cuando desvelamos los fraudes de su tesis
El presidente del Senado, el socialista Manuel Cruz, ha despachado las pruebas de plagio que ayer publicó ABC en su libro «Filosofía contemporánea» como «coincidencias mínimas entre comentaristas que han leído y trabajado sobre un mismo autor». Cruz es un universitario bien formado, catedrático, prolífico autor, con una trayectoria reconocida y respaldado por una favorable opinión publicada, que destaca su perfil poco partidista, del que ha resultado una actitud equidistante en el conflicto separatista catalán. Nada de eso es incompatible con haber plagiado a diversos autores, de los que copia literalmente párrafos enteros, sin entrecomillar ni citar su verdadera autoría. Esto es plagio y no «coincidencias mínimas». Tampoco es relevante como disculpa que su obra sea un manual divulgativo y no una tesis doctoral o un trabajo de investigación, porque el respeto a la obra científica de otros autores es una exigencia común a cualquier texto académico. Exigencia incluso más intensa si va dirigida a la formación de alumnos, acreedores del respeto suficiente para no ser engañados sobre la autoría de los conocimientos que reciben. Como dice el propio Cruz, «no todo vale».
La reacción de Cruz, que utilizó al Senado para defender su trayectoria profesional, ajena a su actual cargo institucional, es un error desde el punto de vista universitario, pero también desde el político. Los hechos denunciados por ABC no son falsos y no constituyen «un desprestigio de la política». Cruz no es «la política», como tampoco lo era Pedro Sánchez cuando este periódico desveló, uno por uno, los fraudes de su tesis doctoral. Ser una figura de la cátedra no exime al señor Cruz de ser escrutado como cargo público y en una faceta que, además, no es privada, porque pertenece a un cuerpo de funcionarios del Estado. Mejor que escudarse en los tópicos habituales del político sorprendido en una trampa, el presidente del Senado debió reconocer su error y asumir las consecuencias. Su respuesta ha sido decepcionante, aunque le beneficie la benevolencia de la opinión pública con irregularidades como la suya. Que un catedrático plagie en una de sus obras de referencia -más de treinta ha publicado con su firma- es una forma de corrupción, y quienes la disculpan con indignada impostura por las informaciones de ABC acaban contribuyendo al clima de confusión ética que impera en la política española. Si no dimitió Pedro Sánchez -el mismo que recordaba a Rajoy que en Alemania se dimite por copiar tesis doctorales-, Cruz no va a sentirse emplazado a actuar con la dignidad suficiente para reconocer que su comportamiento fue irregular y que no es conveniente ocupar la presidencia del Senado ni ser la cuarta autoridad del Estado. Y no, no fueron «coincidencias mínimas», sino un plagio con todas las letras.