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Gustavo Martin Avendaño: El eterno retorno latinoamericano

Me permito escribir esto por varios motivos: el primero, porque fortuitamente me ha tocado presenciar en vivo y directo lo que está ocurriendo en estas horas difíciles en Santiago. El segundo, porque en esta especie de “deja vu” me es inevitable revivir escenas vividas en carne propia desde 1989 en Venezuela. Y el último, porque a mí,  como venezolano exiliado, como a tantos otros, me tomó muchos años entender lo que realmente estaba, y sigue estando, detrás de todo lo que empezó a suceder desde “el Caracazo”, aquella lamentable fecha histórica de senda explosión social que se suscitó a partir de las medidas económicas anunciadas por Carlos Andrés Pérez, en aquel entonces presidente de Venezuela.

Pido disculpas anticipadas por meter mis narices en un asunto “ajeno”, mi intención, en cualquier caso, es aportar, ojalá, un poco de luz para que mis tantos queridos amigos chilenos amplíen la perspectiva de lo que está pasando. Que no sean 10 o 15 años los que tengan que pasar para entender que todo esto no es pura espontaneidad.

Años de indolencia social, años de resentimiento, de una clase política que daba la espalda al pueblo, fueron terreno fértil para los intereses de otros que desde mucho atrás tenían pretensiones diferentes a lo que, en su momento, parecía un acto natural producto del cansancio de un pueblo oprimido y agobiado por una irresponsable brecha económica y social que iba en aumento.

Escuchaba ayer que saquearon el pequeño negocio del padre de un conocido en Santiago que durante 30 años construyó y mantuvo para levantarse y sostener a su familia. Y me preguntaba, qué sentirá hoy este señor sobre aquel que hasta hace unos días miraba como su vecino, su compatriota, su hermano chileno? Hermandad que, por cierto, a este país le ha tocado reconstruir con enorme esfuerzo luego de años de dictadura que resquebrajaron, destrozaron, la confianza y el sentido de comunidad.

Como hienas, aquellos que dirigen y reivindican el proyecto “socialista” Latinoamericano/Bolivariano, un plan perverso gestado e internacionalizado y pactado oficialmente en el Foro de Sao Paulo, tienen la capacidad de oler la sangre. “Divide y vencerás”, la trillada, pero poco entendida  (por parte de las democracias liberales) estrategia política milenaria, vuelve a aparecer triunfante, efectista.

Este llamado socialismo, sin embargo, no es más que un totalitarismo criminal que reúne y mezcla los peores subproductos de la modernidad nunca alcanzada en nuestros países: pobreza, narcotráfico, mafia, corrupción, autoritarismo, terrorismo, tortura, perversión… Es la lógica de igualar a todos, pero no hacía un estado de bienestar, sino hacia condiciones que hagan de la sociedad una masa hambrienta y acéfala, quebrada moral y psicológicamente, que se haga cada día más y más dependiente de sus captores gobernantes que ejercen la tiranía.

El camino ha sido largo, la fórmula es reconocida, funciona. Y la historia pareciera repetirse. Estamos arrojados a nuestro destino como un subcontinente que precariamente mira la necesidad de una nueva fórmula, de un equilibrio diferente.

“La aldea global” de Fukuyama no fue más que una aspiración inocente de aquellos que practican una especie de miopía filantrópica frente a los excluidos. ¿ Me pregunto si habrá un camino alternativo? Mi respuesta interna es desalentadora a los fines implícitos en estas líneas, particularmente porque entiendo hoy, desde una mirada sistémica que habita en mis tripas, que somos una raza animal condenada a reproducir el eterno ciclo de creación – destrucción. Ciclo presente en la naturaleza como un todo pero desde un equilibrio que aún como homo sapiens no hemos logrado entender…

Santiago, 21 de Octubre de 2019.

 

 

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