Editorial: Frente Amplio radical
Los resultados de la primera vuelta fueron elocuentes: no solamente el Frente Amplio (FA) perdió cerca de 200.000 votos con relación a 2014, sino que además su correlación de fuerzas internas se volcó, decididamente, en favor de sus grupos más radicales.
Dentro de la estrategia del candidato Martínez para noviembre está la de ofrecer una idea de FA moderado y capaz de seducir a votantes de otros partidos porque fija un rumbo de “certezas” que la gente valora. En ese razonamiento, las “certezas” se basan en la estructura de equilibrios internos que marcó al FA en todos estos años: por un lado, están los grupos que se conocen como más radicales, como el MPP de Mujica y sus aliados, el Partido Comunista (PC) y sus aliados, y una buena parte del Partido Socialista (PS); y por otro lado, están los grupos más socialdemócratas y moderados, vinculados a una especie de astorismo con sus distintos aliados y grupos afines.
Pero lo que hay que tener claro ahora es que ese panorama interno cambió absolutamente. Los datos de octubre son apabullantes. De los 42 diputados del FA, 33 en total responden a los grupos radicales: 23 al MPP, 6 al PC, 3 a la línea ortodoxa del PS, y 1 a la lista de Sendic. Esto tiene traducciones concretas en políticas públicas: en este FA primarán las visiones más trasnochadas sesentistas, antliberales, anticapitalistas, estatistas y alineadas internacionalmente con las peores dictaduras, desde Cuba hasta Venezuela.
A partir de 2020, los radicales serán amplísima mayoría. Tupamaros y comunistas unidos ya lo son hoy, claro está, en las estructuras internas del FA, esas que en verdad cortan el bacalao en la izquierda. Pero además ahora se suma esta representación parlamentaria que de ningún modo responde al liderazgo de Martínez: el MPP y sus aliados siguen teniendo a Mujica como referente y quizá apunten a Orsi en una futura renovación; los comunistas encontraron un nuevo jefe en Andrade; y los socialistas ortodoxos ganaron todos los lugares parlamentarios con la conducción de Olesker.
Se trata de datos sustanciales para el balotaje. En efecto, no solamente el FA, que sacó 42 diputados y 13 senadores, está aislado del resto del sistema político, es decir, no tiene capacidad de articulación para fijar mayorías que sustenten en el Parlamento sus propuestas de gobierno. Sino que además de eso, dentro de su propia representación, al menos 33 diputados de los 42 y 8 senadores de los 13 en total, se identifican con el ala más radical, es decir, con aquellos sectores que están más distanciados de cualquier posibilidad de acuerdo con los tres partidos que, por sus pesos electorales, son los que podrían dar mayorías al FA en el futuro Parlamento: Partido Nacional, Partido Colorado y Cabildo Abierto.
¿Qué gobernabilidad puede dar Martínez? ¿Qué certezas puede brindar un candidato que no solamente no tendió puentes con ningún partido antes de octubre, sino que además pretende mostrar ahora un perfil moderado que en nada condice con la correlación de fuerzas mayoritaria del FA, tanto en sus estructuras internas de gobierno como en su representación parlamentaria? Ninguna gobernabilidad. Ninguna certeza.
Por si alguna duda quedara, los primeros movimientos de los grupos que efectivamente pasarán a ser la enorme mayoría del FA fueron para rodear al candidato: Orsi y Mujica ya han anunciado que tendrán un mayor protagonismo en esta campaña para el balotaje. Esto entonces dejará a todos bien en claro que si Martínez llegase a ganar la presidencia en noviembre, habrá sido gracias al protagonismo del MPP y sus aliados radicales, y no gracias al mérito propio y exclusivo del candidato presidencial.
En estas semanas el marketing de la campaña electoral de Martínez querrá hacernos creer que la izquierda es abierta, plural, tolerante, capaz de conversar con sus adversarios para encontrar acuerdos entre todos, y que Martínez- Villar es la mejor fórmula para conducir todo ese proceso. Pero la verdad es que el FA que se instalará en febrero en el Parlamento será liderado por los sectores más duros: esos que creen que hay que aumentar los impuestos a los salarios y a las empresas, que la inseguridad es solo una sensación térmica burguesa, que el régimen de Maduro es una democracia, que la educación va lo más bien, y que las quejas del mundo productivo son exageradas. Son los que piensan y dicen que Talvi es un neoliberal y que Manini Ríos es un nazi.
No hay que dejarse engañar. El FA que viene no tendrá nada de socialdemócrata ni de acuerdista. No da ninguna certeza.