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El kirchnerismo se apodera del nuevo Gobierno argentino

La futura vicepresidenta argentina, Cristina Kirchner, impone límites y vetos en el nuevo Gabinete del presidente Alberto Fernández. Seguirá al frente del Senado y su hijo Máximo será portavoz peronista en el Parlamento.

El peronismo y su subespecie, el kirchnerismo, se arrogan desde siempre la representación de las clases populares argentinas, algo que la Historia en parte confirma. Lo llamativo es que en estos días en los que se está definiendo el reparto y la estructura del poder que dirigirá Argentina a partir del 10 de diciembre- cuando Alberto Fernández asumirá la Presidencia- las decisiones van y vienen entre dos pisos ubicados en las dos zonas más caras y exclusivas de Buenos Aires: Puerto Madero y Recoleta. Sobre todo Recoleta, hogar de Cristina Fernández de Kirchner, dos veces presidenta y futura vicepresidenta de Fernández.

¿Qué sucede en ese piso ubicado en un barrio rico que mayoritariamente detesta a Cristina? Sucede mucho, muchísimo. Entre otras cosas, la consolidación del kirchnerismo como un poder con vida propia en el Gobierno, el Parlamento e influencia en la justicia, un polo político con todas las condiciones para marcarle límites e imponerle vetos al nuevo presidente.

«El gabinete está básicamente definido», dijo días atrás Fernández tras visitar a Cristina, que acababa de llegar de dos semanas en Cuba, donde pasó casi tres meses este año ocupada en la situación de salud de su hija Florencia, procesada por la justicia por lavado de dinero y atendida médicamente en la isla de los Castro. Fernández no ocultó que esperó a la mujer que lo designó como candidato para obtener el visto bueno a los nombramientos para su Gobierno. Luz verde y algún veto, como el que sufrió Martín Redrado, ex presidente del Banco Central, y al que Cristina no le perdona que haya testificado en una de las múltiples causas judiciales por corrupción que enfrenta. Redrado había sido nombrado por Fernández semanas atrás como alguien con el que contaría para una posición muy importante. La «cero influencia» que tendría Cristina en la formación del gabinete, según dijo Fernández semanas atrás, se demostró ilusoria.

En esa reunión a cuatro en el piso de la ex presidenta sólo hubo dos personas más: Wado de Pedro, un leal a Cristina, pero a la vez aliado de Fernández, que podría ser el próximo ministro del Interior. Y Máximo Kirchner, hijo de presidentes por partida doble: del ya fallecido Néstor y de Cristina. Máximo está haciendo añicos aquellas descripciones que durante años lo situaron como un joven taciturno, de escasa locuacidad y apegado a la PlayStation. Nada de eso: el joven dirigente será el nuevo portavoz del bloque peronista en la Cámara de Diputados. Con su madre como vicepresidenta y «dueña» del Senado, Fernández, ya de por sí en minoría en la Cámara de Diputados, podría verse obligado a una doble negociación para sacar adelante sus proyectos: interna y externa. Cristina también tiene vía libre para designar al presidente provisional del Senado, que será un o una leal. Así, la segunda y la tercera autoridad del país serían aliadas y un fuerte contrapeso al presidente elegido el 27 de octubre. En el Senado, además, podría haber dos bloques peronistas: unocristinista y otro albertista.

«UNA ESTRATEGIA DE PLAZOS LARGOS»

Según Clarín, al no aspirar a la Presidencia y reservarse el segundo lugar en la fórmula, Cristina Kirchner desarrolló «una estrategia de plazos largos» que incluye diluir sus problemas con la Justicia. «El plan de la ex presidenta de postular a Alberto Fernández como cabeza del poder Ejecutivo, ahora se sabe, se completaba con su propio desembarco como conductora del poder Legislativo y, en forma indirecta, del poder Judicial». Así, «las leyes que impulse el presidente tendrán el doble chequeo de madre e hijo». Carlos Pagni, reconocido analista local, sintetizó la situación: «El poder político, hasta que se demuestre lo contrario, lo tiene ella».

Controlar el Senado es también importante para los Kirchner -Máximo está procesado en las mismas dos causas que su hermana Florencia-, porque por la Cámara Alta «pasan los acuerdos para la designación de los jueces y también para los ascensos de militares y designaciones de diplomáticos», destaca Clarín. ¿Qué implica eso? «En la situación judicial que pasan Cristina, su familia y sus ex funcionarios, tener a mano esa facultad tan cara a la carrera profesional de los magistrados será una ventaja determinante».

La transición rumbo al 10 de diciembre -día de la toma de posesión del presidente electo, Alberto Fernández- ofrece aspectos positivos y otros inquietantes. Los positivos son que la economía no se desmadró -en parte gracias a las fuertes restricciones para la compra de moneda extranjera, una especie de respirador artificial que sostiene al peso argentino- y que el Gobierno de Mauricio Macri llegará al 10 de diciembre y sigue efectivamente ejerciendo el poder. No es poco en la Argentina, donde hace 91 años que una administración no peronista no logra llegar al final de su período.

Los inquietantes son las muy variadas declaraciones de Fernández, que no ha presentado hasta ahora una estrategia económica, pero se pelea con el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, critica al estadounidense, Donald Trump, y aconseja a su vecino chileno, Sebastián Piñera acerca de cómo gobernar mejor, al tiempo que invita al exiliado Evo Morales y al recién excarcelado Luiz Inácio Lula da Silva a su toma de posesión. Estos movimientos de política internacional pueden causar fragilidad en la economía argentina, que depende del Fondo Monetario Internacional (FMI) para renegociar su deuda, y por lo tanto de Trump. También por el dato de que Brasil es el tercer destino de las exportaciones argentinas y el primero de sus productos industriales.

Lo que intuyen no pocos analistas argentinos es que Fernández abusa de la retórica de izquierda para sumar «créditos» de cara a una serie de medidas muy poco populares que deberá tomar una vez que asuma el cargo de presidente. Aunque siempre con algo presente, según una frase que los medios locales le atribuyen haberle dicho a Macri en su encuentro postelecciones: «A mí lo que me preocupa es solucionarle los problemas a mi socia».

 

 

 

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