Bolsonaro, el mayor desafío de Fernández
El mandatario brasileño militó a favor de la reelección del derrotado Mauricio Macri, sobre todo, después de que el presidente electo de Argentina se embanderó en la causa “Lula libre”
Alberto Fernández, el presidente de Argentina que entrará en funciones el próximo 10, se lo está examinando con un criterio principal: su capacidad para emanciparse de la tutela de Cristina Kirchner, que fue quien lo postuló y llevó al poder. El vínculo está atravesado por una tensión inevitable. ¿Fernández está condenado, como quería Machiavelli, a deshacerse de quien lo engendró? ¿O puede cultivar ese amor filial que Iván Duque profesa por Álvaro Uribe; el que Dmitry Medvedev expresó hacia Vladimir Putin? La intriga ejerce la fascinación morbosa de todo parricidio. O matricidio, en este caso.
Sin embargo, ese duelo distrae de otro que puede ser, para la suerte de Fernández, más determinante. Es el conflicto con Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil. Esa contradicción tiene varias capas. La más estridente es política y, por momentos, personal. Bolsonaro militó a favor de la reelección del derrotado Mauricio Macri. Sobre todo después de que Fernández se embanderó en la causa “Lula libre”. La condena al líder del PT es el mayor tributo de Bolsonaro a su feligresía. La dispuso Sérgio Moro, su ministro de Justicia. Cuestionar esa prisión es corroer un pilar del oficialismo brasileño.
Otro Bolsonaro, Eduardo, uno de los hijos del presidente, envileció la disputa con una bajeza deplorable. Reprodujo un tweet con una foto en la que el hijo de Fernández, Estanislao, aparecía como drag queen, encarnando al protagonista de Pokémon, y con otra foto, de sí mismo, portando un arma de alto calibre. Estanislao contestó en portugués, solidarizándose con la causa LGBTIQ.
La enemistad de Bolsonaro con Fernández puede proyectarse sobre un tercero: Donald Trump. Es difícil encontrar en la historia de Brasil un líder con un lazo personal más estrecho que el de Bolsonaro con el presidente de Estados Unidos. ¿Influirá esa relación en la imagen que Washington se está formando del Gobierno argentino? Ernesto Araujo, el canciller brasileño, describió a Fernández como “una muñeca rusa que esconde en su interior a Chávez, Lula y Kirchner”. Ese identikit no es gratuito para Fernández, quien ha admitido que su trato con Trump es decisivo para las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional.
Este plano de la rivalidad no es, sin embargo, el más determinante. Fernández está expuesto a otro desencuentro, más estructural. Es la presión de Brasil para reducir el arancel externo común del Mercosur. Paulo Guedes, el poderoso ministro de Hacienda brasileño, cree que su país no se desarrollará si la economía no se vuelve más competitiva. Y entiende que esa competitividad es inalcanzable si no se bajan los costos de muchos insumos importados. Mercosur es una unión aduanera cuya tarifa externa es, promedio, del 12%. Guedes aspira a reducirla a la mitad.
El Gobierno de Macri, que comparte con el de Bolsonaro la confianza en el librecambio, puso límites a Guedes. Defendió una apertura más cautelosa, pero alentó tratados de libre comercio con otros países o regiones. Japón y Estados Unidos ofrecen una negociación. Canadá ya la inició.
Es posible que la diplomacia pacifique la relación de Fernández con Bolsonaro, quien ya admitió que “la relación con la Argentina debe ser pragmática”. Pero es mucho más difícil que Guedes retroceda en su afán de liberalización. Chocará contra el discurso de Fernández, que ha sellado una alianza con empresas y sindicatos que resisten la reducción arancelaria.
La encrucijada es crítica. El jueves próximo, en la última reunión de presidentes a la que concurrirá Macri, Brasil puede proponer la flexibilización del Mercosur. Es decir, que cada socio está habilitado para negociar acuerdos comerciales por su cuenta. No habrá una definición. Pero es posible que, más adelante, el Paraguay del pragmático Abdo Benítez lo acompañe. Y Uruguay también, sobre todo después del triunfo de Luis Lacalle Pou. El Mercosur se vería afectado por un Brexit al revés. Países que se separan del bloque para abrirse, aislando al más cerrado.
Para Argentina se trata de un dilema complicado. Brasil explica más de un quinto de su comercio con el mundo. Es, por lo tanto, su socio principal. Las exportaciones argentinas alcanzaron en 2018 61.621 millones de dólares. El destino principal fue Brasil, que compró 11.303 millones de dólares.
Hay una dimensión menos visible del combate de Bolsonaro con Fernández. El Gobierno brasileño está profundizando algunas relaciones alternativas en la región. Por ejemplo, con Chile. Esa aproximación incluye decisiones geopolíticas. Algunas estratégicas. Por ejemplo, Chile pretende tender un cable de fibra óptica transatlántico para conectarse con Asia. La china Huawei iba a encargarse del tendido y de la operación. Pero los Estados Unidos hicieron sentir su malestar durante la visita del secretario de Estado, Mike Pompeo, a Santiago. De pronto Japón, que está unido a Australia por un cable similar, se mostró interesado en el emprendimiento. Los chilenos comenzaron a buscar socios sudamericanos. Y se encontraron con una novedad: Brasil se sumará a la iniciativa, siempre que el cable pase por Bolivia y Paraguay. Dicho de otro modo: siempre que no pase por Argentina.
La lucha adquiere otra significación. Excede la política y los flujos comerciales. Bolsonaro piensa desafiar a Fernández en un plano delicado: la inserción tecnológica en el mundo.