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Oswaldo Páez-Pumar: El embajador-ministro

 

Que en el gabinete del usurpador se haga presente el embajador de Cuba en Venezuela no es de extrañar. El despliegue publicitario con la fotografía inmensa del teniente coronel Chávez transmitiendo un mensaje “desde mi corazón” (del suyo se sobreentiende), diciéndole al pueblo que había escogido a Maduro como sucesor, es la prueba más evidente de que esa escogencia no fue suya. Como tampoco fue suya la decisión que le llevó a Cuba para el tratamiento del cáncer que lo condujo a la tumba.

¿Quién entonces escogió a Maduro como sucesor? Castro. Aunque hay quienes piensan que para diciembre del año 2012 ya no estaba en condiciones de dirigir, lo cierto es que no vino a morir sino 4 años después, en el 2016. El tratamiento del cáncer en La Habana no comenzó el año 2012, sino bastante antes. Más bien para el año 2012 era obvio que las elecciones no podían esperar hasta diciembre como correspondía, por eso fueron adelantadas a Octubre, porque la muerte podría presentarse y acabar con la candidatura para su tercer período, que aunque inconstitucional pues su reforma fue rechazada el año 2007 y no podía ser planteada de nuevo en el mismo período, lo cierto es que fue planteada y aprobada su reelección.

¿Y qué importa si no fue Castro quien escogió a Maduro? ¡Acaso no hay un segundo Castro que todavía figura! Son muchos, más bien eran muchos, los venezolanos que fueron infatuados por Castro y que transitaron la ruta de tratar de repetir lo que éste hubo logrado desde la Sierra Maestra. Los más talentosos y honestos abandonaron esa causa y se hicieron parte en la democracia venezolana, en los cuarenta años de gobiernos civiles.

Para Castro, cualquiera de los dos según el gusto de quien me lea, era un imposible que después de detentar el poder por 14 años (2-2-1999 al 9-1-2013) tomaran el riesgo de que alguien escogido para suceder a Chávez no gozara de su absoluta confianza; y para gozar de su confianza los Castro necesitaban que fuera alguien de ellos dos, por eso fue escogido Maduro, por los hermanos Castro; y no por amor que es lo que pretendía vender la enorme pancarta con el retrato de Chávez y la frase “desde mi corazón”, sino por la razón que le dijo a ambos “este tiene que ser el candidato porque nosotros fuimos quienes lo formamos (es solo un decir, que bien podría ser ‘los que lo deformamos’), ya que de lo que se trataba era de colocar a quien pudiera obedecer lo que La Habana ordenaba, con alabanzas o elogios, pero al fin y al cabo con órdenes que se acatan. Desde el comienzo toda incertidumbre originaba un viaje a La Habana, ahora que se hace más difícil salir a recibir instrucciones, hay un enviado permanente. Recuerde el lector que un embajador no solamente representa al país de origen, sino a la persona del jefe del Estado, que allá sigue siendo Castro.

 

 

 

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