CulturaLiteratura y Lengua

Impertinencias y educaciones

 

Era la mujer más hermosa que dios habrá puesto sobre la tierra. El pelo negro cortico, en escuadra, ojos negros, de esos que enceguecen, la piel blanca como el papel y medía no menos de uno con ochenta. Sin tacones ni maquillaje. Todos los hombres estábamos en plan coqueto, a eso nos dedicamos al ver una belleza igual y yo sentí tener altas probabilidades de gloria. Tendría gripa, un catarro, un simple constipado, ¡vaya uno a saber!, pero el caso es que ella estornudó sin tener tiempo para colocar su mano frente a su boca. Todos dijeron salud, felices de absorber los microbios de la dama, sin saber que será lo único que reciban de ella. Yo, a quien mi sinceridad un día habrá de llevarme al pelotón de fusilamiento, solo atiné a soltar mi mejor frase para estos eventos: “a la gente con gripa no hay que darles antigripales, sino educación”. El bar se quedó mudo y entendí por la mirada de la esplendorosa dama que mis posibilidades de galán las había, yo solito, agotado.

 

 

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