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Ana Cristina Vélez: Los celos

Los celos no son inseguridad, son una forma de protección, y se expresan de distinta forma en machos y hembras: cada uno protege sus intereses, y estos no son los mismos.

Poner un espermatozoide es una inversión pequeña, pero criar el hijo de otro hombre implica hacer una gran inversión en tiempo y en recursos en un ADN ajeno. Así que el macho de la especie humana se preocupa con ferocidad de cuidar la sexualidad de su esposa, hijas y amantes. Solamente hombres muy racionales, inteligentes y controlados son capaces de ir contra la consigna animal e interior que les dice: no permitas que a tus mujeres se acerquen machos con quienes puedan llegar a tener contacto sexual. La fuerza del mandato biológico es tan potente que muchos pierden la razón, el autocontrol, y son capaces de agredir violentamente a la pareja y al contendor y hasta matarlos. El que esto tenga una explicación biológica no significa que tenga justificación moral. A los hombres que pierden el control hay que juzgarlos y darles la apropiada condena.

Los celos de la mujer son de una índole levemente diferente. Que la pareja tenga contacto sexual de una manera casual no tiene tanta importancia, no descontrola ni enloquece. Lo que sí enferma es que los recursos cambien de lecho. La mujer debe cuidar que tiempo, energía y recursos económicos de su pareja vayan directamente a sus crías y a ella, y no se vayan a embolatar en el camino.

Los individuos de la especie, excepto los muy ingenuos, saben que el diseño de la especie humana no es para hacer parejas de por vida. Muchos lo catalogan de “monogamia seriada”, lo cual significa que estamos diseñados para estar interesados en una sola pareja durante aproximadamente cuatro años, lo que dura la crianza de un bebé, para luego, sentirnos aburridos, “habituados”, y deseosos de tener una pareja nueva. Como dice en el libro Homo sapiens: “Mirada desde el punto de vista evolutivo, la conducta poligámica amplía apreciablemente la variedad genética de los descendientes. Es una manera eficiente y placentera de potenciar el efecto de variabilidad inducido por la reproducción sexual, aunque no exenta de riesgos y costos. Es válido, entonces, pensar que la tendencia a la promiscuidad sexual, que tantos líos sociales acarrea, puede tener su asiento en viejos y resistentes genes heredados desde muy antiguo, cuando todavía era muy importante para el individuo tener muchos y variados descendientes. Ya no cumplen esa función, pero siguen ahí”.

En los seres humanos, la biología y la cultura interactúan de una manera interesante y compleja. Muchas variables entran en juego, y quizás por eso más de la mitad de los matrimonios logran permanecer unidos o semiunidos durante toda la vida. También por falta de oportunidades, ya que a quienes les queda fácil, como a los actores de cine, por ejemplo, cambian de pareja casi con la misma facilidad con la que filman una nueva película.

Uno de los conflictos lo crea el egoísmo humano, pues todos queremos que nuestra pareja nos sea fiel, pero no queremos nosotros mismos serlo. La razón parece que no lograra controlar los instintos básicos cuando se trata de la fidelidad y de la infidelidad. Otro problema surge al diseñar leyes que no consultan la sicología evolutiva. Como dice en el libro Homo sapiens: “Por falta de un cabal entendimiento de los orígenes del hombre, las normas y las estructuras sociales diseñadas por los humanos muchísimas veces van en contravía, y eso explica su fracaso sempiterno. Están concebidas para el hombre como pensamos que debe ser, y no para el hombre de carne, hueso y pasiones que realmente es. Dentro de la religión católica el matrimonio es virtualmente indisoluble, y la actividad sexual queda circunscrita únicamente a la pareja. El matrimonio brahmán es único, indisoluble y monógamo; ni la muerte de uno de los cónyuges libera al otro. El islamismo es más amplio… pero con los hombres: permite a estos tener hasta cuatro esposas (el mismo Mahoma tuvo varias), y de ninguna manera prohíbe las concubinas; para las mujeres, por el contrario, fidelidad absoluta es la regla inviolable; si no, lapidación”.

No dejan de ser admirables las parejas que se deciden por una unión abierta y honesta sexualmente; “Poliamory”, como la llaman los sicólogos evolucionistas. En YouTube, los profesores “poliamorosos” Geoffrey Miller y Diana Fleischman discuten y enseñan sobre el tema.

Las ideas posmodernas, las ideas que consideran que somos seres únicamente culturales, que nuestro comportamiento es caprichoso y está definido por constructos sociales, se equivocan y terminan haciendo mucho daño (como aquellas ideas feministas que no quieren reconocer que somos animales humanos y que las apetencias, la mente y el cuerpo de machos y hembras fue diseñado y evolucionó para cumplir distintos roles). El humanismo, la razón, el conocimiento científico, sobre todo los aportes de la sicología evolutiva en lo que concierne al comportamiento, han traído una mejora cuantificable en el bienestar humano. Los movimientos sociales, si desean ser exitosos a largo plazo, deben consultar la sicología evolutiva, y desde el colegio deberíamos estar familiarizados con su perspectiva, por eso el libro de Antonio Vélez, Homo sapiens, es un libro indiscutiblemente importante.

Qué sorpresa fue leer el ensayo Tres virtuosas mujeres, de Montaigne. Para él, una mujer virtuosa es una mujer fiel, y fiel incluso al marido cuando ha muerto (hoy esto suena terriblemente odioso y machista).

 

 

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