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Diario de la cuarentena (56): El lenguaje de los pájaros

Desde que esto comenzó hace 56 días, la ausencia de bocinas y coches devuelve el canto de las aves a la ciudad.

De los cinco movimientos de la Sinfonía No. 2 de Mahler, el último es el más hermoso. El juicio final ha llegado, los muertos resucitan y los pecadores espantan sus faltas para librarse del infierno. Suenan las trompetas del Apocalipsis y luego un aterrador silencio.

En ese instante oscuro, ausente de cualquier nota, emerge el canto de un ruiseñor. Ese momento fugaz, brevísimo, anticipa las voces del coro que anuncia la resurrección que da nombre a la sinfonía. Es el triunfo de la vida sobre la muerte.

Desde que comenzó el estado de alarma y confinamiento, escucho esta sinfonía casi todas las semanas. Lo hago siempre de día y con las ventanas abiertas. Entonces, el trino del ruiseñor se funde con los gorjeos de las torcazas y el sonido de las urracas que picotean el césped. Sin apenas coches en las calles, la ciudad puede, al fin, escuchar de nuevo a sus pájaros.

Desde que esto comenzó hace 56 días, el canto de las aves regresa a la ciudad. Anuncia la vida… como el ruiseñor en la sinfonía de Mahler

Antes no sabía nada de esto, no era capaz de distinguir un ave de otra ni siquiera por su aspecto. Fue mi hermana quien me enseñó. Sólo ella conoce el idioma de los pájaros en la familia y a ella le debo esa secreta y sinfónica belleza de sus trinos. Quizá por eso encuentro hermoso el ruiseñor de Mahler, porque habla un idioma anterior al nuestro.

El Argos, la nave de Jasón, tenía su mascarón de proa hecho de roble. Su condición de árbol los conduciría a buen puerto, porque sabría descifrar en el viento el lenguaje de los pájaros. Durante siglos se ha atribuido una naturaleza mitológica o religiosa al canto de las aves, porque encierra una verdad sencilla y luminosa: es bello y estamos vivos para escucharlo.

Desde que el mundo que habitamos se descompuso, encuentro en el canto de los pájaros un color. Insufla las cosas de belleza, incluso en la circunstancia más hostil… y ésta lo es. Sábado 9 de mayo, día número 56 del estado de alarma, escucho aves junto a mi ventana y con eso me basta. Ellos cantan, mientras yo resucito.

 

 

 

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