Democracia y Política

Venezuela por un despeñadero

 

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Sin duda, Venezuela va por un despeñadero. Se necesita estar desconectado de nuestra aterradora realidad para no darse cuenta de ello.

Y el régimen lo sabe, por supuesto. ¡Cómo no lo va a saber, si la ruina del país es producto de sus erráticas políticas económicas, desde hace ya 16 largos años! (Porque cuando hablo del régimen, me refiero al anterior presidente y, por supuesto, a quien designó como su heredero, a la usanza de una rancia monarquía europea.) El desastre que hoy sufrimos los venezolanos, en consecuencia, es el producto exclusivo del proyecto castrocomunista de Chávez, con todas sus nefastas consecuencias.

Así las cosas, los resultados no podían ser otros. Porque sólo un proyecto político criminal, basado en una ambición de poder bastarda e inescrupulosa, podía arruinar un país que venía siendo próspero, a pesar de sus problemas. Luego de una década y media, el chavismo acabó con el aparato productivo del sector privado y arruinó también el aparato productivo del sector público.

Al sector productivo privado lo liquidó porque su proyecto castrocomunista no tolera otros factores de poder diferentes a la cúpula que manda. Así fue como destruyeron trescientas mil industrias y unidades de producción agropecuaria, muchas estranguladas financieramente, y otras confiscadas, expropiadas o invadidas. Y al sector productivo del Estado venezolano -Pdvsa, Sidor, Alcasa, etc-, a pesar de su antigua fortaleza financiera, lo demolió la ineptitud, la ineficacia y la corrupción que, como bien se sabe, son características innatas del actual régimen.

Con el mayor cinismo creyeron que a punta de petrodólares podían suplir lo que producía nuestro sector privado. Y a medida que iban cerrando industrias y expropiando o invadiendo fincas particulares, derrochaban (y se robaban) miles de millones de dólares, comprando afuera la comida que aquí podíamos producir. El resultado no pudo ser más criminal: mientras arruinaron a nuestros industriales y productores agropecuarios, han enriquecido, en cambio, a los de Brasil, Argentina, Uruguay, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Como dice el refrán: Luz afuera y oscuridad en la casa…

Y ahora tienen la desfachatez de hablar de una supuesta “guerra económica” -en la que muy pocos creen, pues es otra mentira madurista- para intentar tapar el desastre que han creado y esquivar su gravísima culpa en toda esta ruina en que han convertido a Venezuela.

Por desgracia, el sucesor del extinto jefe del proceso ha perdido una oportunidad extraordinaria para corregir el rumbo errático del chavismo en el poder y pasar a la historia como alguien que pudo frenar a tiempo este desastre. No tuvo la inteligencia y mucho menos la valentía para hacerlo.

Pudo haber actuado, por ejemplo, como lo hizo el general Eleazar López Contreras en 1935, a la muerte de su jefe, el dictador Juan Vicente Gómez, cuando, en lugar de atarse al monstruoso legado de este, por el contrario actuó con sabiduría para soltar sus amarras con la fenecida tiranía y conducir al país hacia la democracia y la modernidad. Hoy ocupa un sitial de honor en la historia venezolana. Claro: López Contreras era un militar e historiador a quien le dolía su país, a diferencia del estólido que hoy manda.

Este último, en cambio, ha preferido seguir abrazado al legado de miseria, pobreza y muerte que le dejó su antecesor. Por eso mismo, tendrá que atenerse a las consecuencias de tan inexcusable error. Lo grave es que los fatídicos resultados de tanta irresponsabilidad y ceguera política ya los padecen millones de venezolanos.

Hoy Venezuela -insisto- marcha por despeñadero, sin que el régimen tome medidas para evitarlo. La gente ya se está desesperando y arrechando, mientras la cúpula podrida en el poder quiere seguir “corriendo la arruga”, despreciando los alertas que se vienen produciendo, como los recientes de San Félix y otros sitios.

Por increíble que parezca, no se dan por aludidos: insisten en “seguir metiendo la pata”, radicalizando el intervencionismo estatal, en lugar de estimular la inversión privada para producir más y crear empleos. ¡Este es el “ABC” del progreso económico, y hoy hasta los comunistas chinos y cubanos se han dado cuenta!

Está visto, por tanto, que no hay solución a esta colosal crisis en el marco del actual régimen. Habrá entonces que cambiarlo y abrir camino otro país, con desarrollo, paz y mejor calidad de vida. No será fácil, desde luego. Las elecciones de diciembre, sin que sean la panacea que algunos dicen, serán al menos un primer paso si las gana -como parece- la oposición democrática y hace valer su triunfo, cueste lo que cueste.

Pero el cambio, para que sea efectivo y positivo, tiene que ser total.

Twitter@gehardcartay

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