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Chaves Nogales

Parafraseando a Antonio Machado: «Entre los dioses que adoro/ Nogales tiene un altar«. Así me llegaba una comunicación de Ricardo Bada, notable escritor y comunicador, querido colega y mejor amigo, desde Colonia, resultado de un hallazgo en Twitter: una fotografía de la tumba de Manuel Chaves Nogales, periodista y escritor, sin lápida, en el North Sheen Cementery de Richmond. «Equidistante», según el remitente. Había muerto solo en Londres en 1944 de un cáncer de estómago a los 47 años, debatiéndose infructuosamente entre unos irreconciliables extremistas de derechas e izquierdas. Uno de los tuits, afligidos en su mayoría, que respondían a tan desoladora noticia, es de Maite Pagazaurtundúa. Escribía: «Equidistante, no diría yo. Se enfrentó a la brutalidad y el sectarismo. Con su pluma, con su capacidad para discernir».

No pude menos que expresarle a Ricardo mi consternación, la profunda pena que me produjo la imagen, a pesar de que, como todos los que conocemos el triste fin del gran escritor, ya sabíamos que está enterrado en una tumba sin lápida. Con su peculiar estoicismo, su serena entereza, Bada me contestaba: «Coincidimos en eso. Pero ¿por qué una pena? ¿Porque no señale una lápida el lugar de su enterramiento? Eso es anécdota, Vicente, créeme. La verdadera lápida se la tenemos erigida en nuestra memoria. Yo soy misionero del chavesnogalismo desde que lo descubrí en 1969. He perdido la cuenta de las veces que he regalado Juan Belmonte, matador de toros, incluso a mis amigos de quienes me constaba que son antitaurinos. A todos los convertí al chavesnogalismo».

Sin ser tan preciso como mi entrañable comunicante cuando descubrí a Manuel Chaves Nogales, sí puedo afirmar que le guardo una fervorosa adoración desde que leí -una lectura clandestina como tantas- A sangre y fuego: Héroes, bestias y mártires de España (1937), publicado en Chile y reeditado en 2011 por Libros del Asteroide -pretendo fomentar su lectura-, que es, para mí, uno de los mejores textos sobre la guerra civil española. Como escribía Antonio Muñoz Molina, «Chaves Nogales es el hombre justo que no se casa con nadie porque su compasión y su solidaridad están del lado de las personas que sufren». O como afirmaba su biógrafa M.ª Isabel Cintas Guillén: «Impresionante testimonio de la guerra civil donde denuncia las atrocidades cometidas por ambos bandos con una lucidez sorprendentemente adelantada a su tiempo».

Hoy que padecemos un revisionismo demencial e ignorante de iconoclastas de ideas trasnochadas y odios inexplicables que pretenden destruir la memoria, devastar la historia y enmendarla a su abstrusa manera, malintencionada y rencorosa, recomiendo la lectura de los grandes libros de Chaves Nogales. Su ecuanimidad resulta muy oportuna. Se entenderían los acontecimientos históricos como sucedieron. De lo contrario acabarán como los restos del prestigioso escritor sevillano: en una tumba sin lápida, olvidada en un país extraño.

 

 

 

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