Lágrimas negras
Cuenta la leyenda que en el año 1930 un músico cubano, Miguel Matamoros, viajó a la vecina Santo Domingo. Allí, se hospedó en el hostal de una señora llamada Luz Sardaña. Un día, el músico escuchó un llanto incesante de mujer en una habitación cercana. Transcurría el tiempo, y viendo que el llanto seguía, fue a preguntar a la dueña del hostal qué pasaba; se enteró entonces que la sufrida protagonista del dolor había sido abandonada por su novio, quien se había ido con otra mujer.
Matamoros usó esa experiencia como fuente de inspiración para componer «Lágrimas negras», inmortal bolero-son que él interpretó por primera vez ese mismo año, en compañía de Siro Rodríguez y Rafael Cueto, con los cuales había formado en 1925, en Santiago de Cuba, el famoso y prolífico Trío Matamoros. La canción fue grabada al año siguiente bajo el sello RCA Víctor, del cual eran artistas exclusivos.
Matamoros nació en Santiago de Cuba el 8 de mayo de 1894, falleciendo en esa ciudad el 15 de abril de 1971. Es considerado uno de los grandes promotores del son cubano; además de la canción que hoy nos une, es el autor de «Son de la Loma». Existen muchas -centenares- de versiones de «Lágrimas Negras»; oigamos ahora la de Barbarito Díez:
Recuerdo muy especialmente la siguiente interpretación del dúo Cabrisas-Farach, que oía -versión en cassette- cada vez que iba a un restaurant cubano -cuyo nombre no recuerdo- a media cuadra de la Ave. Casanova,en Caracas (frente a lo que hoy es el Centro Comercial El Recreo). Este dúo, formado por Irene Farach, nacida en Caibarién, y Jesús Cabrisas, natural de Matanzas, se formó en los años cincuenta, en La Habana. Una de sus características eran los arreglos que tenían como protagonista la guitarra tradicional, así como el perfecto acoplamiento de las voces.
El trío Matamoros constituye una referencia obligada en la historia de la música afrocubana. Ellos combinaron de forma magistral los géneros del bolero y el son y con esa forma de interpretar la música lograron gran popularidad, tanto dentro como fuera de Cuba. Sin duda alguna, la pieza cumbre de esta unión del bolero y el son es Lágrimas negras, un hito en la historia musical de Cuba y el Caribe. Oigamos ahora a Bebo Valdés en el piano, junto a Diego «El Cigala». En el saxofón, el extraordinario Paquito D’ Rivera.
Finalicemos con la versión de los músicos cubanos Lucrecia (voz), y el fallecido Carlos «Patato» Valdés (congas), en el Palau de Barcelona: