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España, esa gran e inevitable anomalía política

"Quien quiera estar contento que lo esté: del mañana no tenemos certezas": Leonardo de Medici

Hay que ser muy animoso, o hay que estar muy desconectado de la actualidad y más aún de la realidad -que ambas cosas no son la misma-, para encarar el nuevo curso con un poco de optimismo. No lo soy. Es verdad que nadie me va a quitar las ganas de instalarme en la alegría las veces que quiera, que eso, a diferencia de los contadísimos golpes de felicidad que nos llegan, es cosa que me compete a mí. La frase de arriba abre la última novela de Rosa Montero, La buena suerte, y me ha parecido pertinente compartirla aquí. Sin certezas del mañana. 

Pero encender la radio o abrir un diario es labor de riesgo y oficio para temerarios. Uno se propone que el Gobierno de su país no le quite el sueño, y hasta hace porque nadie le dé la murga contándole lo que hace, pero es imposible encapsularse hasta el punto que uno desea.

El Gobierno manda, pero no gobierna

Y quizá le vaya bien así. Podemos cada vez más débil, el PP se enreda cambiando a su portavoz, Juan Carlos se va de España y la gestión de la pandemia se la encasquetan a las autonomías. Si no tiene una flor en salvase esa parte poco le ha de faltar.

La sombra que proyecta lo siniestro nos acompaña sin necesidad de que seamos un empresario del IBEX que da palmas a regañadientes.  Y la de la propaganda, la mentira, la falta de rigor. La falacia política como receta para gobernar a un rebaño entontecido con las televisiones y las evoluciones de Messi, la vida amorosa de un torero y los videos enloquecidos de Miguel Bosé.  

Y no, no crean que hablo del rebaño pensando en otros. Todos, incluso los muy cabreados formamos parte, porque si no es difícil entender que nos gobiernen con tanta guasa semejantes aficionados, tanto amateur, que, para más inri, si hoy volvieran a pedir el voto volverían a ganar. Y de esto sí que no tiene la culpa Sánchez.

Gobernar sin un plan: a trompicones

Este país es el de siempre, y aún peor. Con el paro en el 23,6%. Con cientos de miles de trabajadores en los ERTE, con millones de padres sin saber si pueden llevar a sus hijos al colegio sin riesgo; a las puertas de una nueva ola de la pandemia; con el PIB por los suelos, -15,1% y con más de 45.000 muertos, ahí está Pedro Sánchez, tan aparente con su bronceado costero como inútil en lo político.

Dio por terminada la pandemia -la peor de Europa-, por su cuenta, pero hoy se contagian 5.000 ciudadanos al día. Dijo que habíamos salido más fuertes, y ya ven ustedes como estamos. Tenía razón ayer el editorialista de ABC cuando se pregunta si este Gobierno tiene algún plan, uno, el que sea, para este país. Un plan en lo sanitario, para la vuelta al colegio, para la economía; un plan para decir algo al millón de parados que hasta ahora se ha llevado el virus. Un plan para la educación, para la igualdad de los españoles, para que no te ocupen tu casa ahora; un plan, por favor, aunque sea malo o inaplicable. Pero uno.

Que un grupo de amorales que dice gobernar España vaya a armar moralmente al país es simple y llanamente un contradios

 

Un plan para armar moralmente a los ciudadanos y tomen conciencia de que cada uno tenemos una responsabilidad ante nuestro país… Pero ¿qué digo y qué estoy pidiendo? Que un grupo de amorales que dice gobernar España vaya a armar moralmente al país es simple y llanamente un contradios, pero este es un argumento recurrente a lo largo de nuestra historia que, en algún momento, habrá que acometer. ¿O no tenemos solución? Lo cierto, y esta es la verdad, es que desde hace décadas España sigue viviendo, o malviviendo, en un desfase entre la realidad social y la estructura del poder político que nos Gobierna.

EL IBEX cautivo y desarmado frente a Sánchez

Ayer los turiferarios empresarios del IBEX, me consta que algunos muy cabreados, fueron a la casa de América a escuchar un discurso impostado de un presidente que sigue teniendo un verdadero problema con la verdad. O una afición desmedida con la mentira, elija usted. Hace dos años los reunió con un cartel a sus espaldas que decía: «Avanzamos». Reparen en los dos últimos años y caigan en los avances. Ayer el cartelón ponía: «España puede». Sólo ante un país narcotizado alguien puede mentir con tanta chulería. Por cierto, en el acto de hace dos años se comprometió a acabar con los aforamientos. ¿Lo recuerdan? ¿No sienten algo de vergüenza ajena ante tanto anuncio, marketing y propaganda?

Ayer, en lo de Herrera, escuché a Javier González Ferrari,

-«España no tiene más que una salida: Por Francia. O sea, salir corriendo».

No encuentro este martes mejor manera de terminar y desearles lo mejor en este nuevo curso instalado, como el anterior, en la anomalía política. De forma especial a aquellos que no se fueron. A los que han vuelto a una empresa que hoy no conocen o simplemente ha cerrado. Tengan buen día amigos. Y mucha paciencia. Sobre todo si es padre o madre y no sabe qué va a pasar con el colegio de sus hijos.

Y no sea un mal patriota. Haga caso a Sánchez y arrime el hombro. Que España, avanza. Que España, puede.

 

 

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