Cultura y ArtesMúsica

La perpetua juventud de los soneros cubanos

Desde Eliades Ochoa al Septeto Habanero, la vieja guardia sigue en pie de guerra

Hoy Cuba vive rendida al reguetón, pero eso no implica olvidar a los grandes nombres del ayer, muchos todavía en activo. Más allá del fenómeno Buenavista Social Club (1991), las estrellas que pasaron la edad de la jubilación conviven con superventas como Gente de Zona y con éxitos inspirados en la capital como “Havana”, de la cubano-estadounidense Camila Cabello. Pocos países combinan con tanta naturalidad tradición y modernidad sonora. Seguramente el mejor ejemplo de esto sea Omara Portuondo, la diva de noventa años que este verano grabó con la joven Orquesta Failde y que también ha colaborado con artistas modernos como Jorge DrexlerHaydée Milanés y el pujante Cimafunk.

 

 

Estos días el Septeto Habanero cumple cien años. Quizá su nombre no les diga mucho, pero fueron referentes de Cuba durante gran parte del siglo XX. Hablamos de la primera formación en llevar uniformes y también los primeros en grabar un álbum -con el mítico sello Víctor- y en aparecer en una película de Hollywood, El puerto infernal (Henry King, 1929). Empezaron a grabar cuando todavía no existían micrófonos, la época en que el sonido se recogía con un embudo de cartón. Sus conciertos eran una auténtica fiesta, de la que apenas podemos hacernos una idea: sus sones grabados suelen durar tres minutos, pero en vivo no dejaban de tocar una canción mientras alguien del público la siguiera bailando. Fueron multados y detenidos muchas veces, aunque acabaron acumulando seguidores poderosos que les libraban de las sanciones administrativas.

 

 

«Nació de combinación española y africana/ por eso el son es el rey en la música cubana», celebra la letra de «El orgullo de los soneros»

 

 

Su gran aportación fue adaptar los ritmos del campo a la estética febril y sofisticada de una capital como La Habana. La pandemia detuvo sus actuaciones, pero están deseando volver a los escenarios. Traen un nuevo disco bajo el brazo, Septeto Habanero. Cien años, donde repasan sus 27 mayores éxitos, entre ellos «Alerta a los bailadores», «Que se acabe el leperepe», «Yo no soy chismoso», «El orgullo de los soneros» y la guaracha-son «Elena la Cumbanchera». Actualmente, el Septeto Habanero es una combinación de experiencia y juventud. Sus dos cantantes tienen 82 y 81 años, respectivamente, mientras Felipe Ferrer celebra los 80. Llevan con orgullo la etiqueta de “escuela de soneros”: por sus filas han pasado grandes como Félix Chappottín, Arsenio Rodríguez, Laíto Sureda, Abelardo Barroso, Cheo Marquetti, Chocolate Armenteros y Panchito Risset.

 

 

Música promiscua

El pasado 21 de agosto también volvía a la actualidad musical Eliades Ochoa, otro de los veteranos más conocidos de la canción cubana. Lo hacia con el sencillo “Un bolero para ti”, adelanto de su nuevo trabajo, Vamos a bailar un son. Esta canción destaca por mestizar la música cubana con el flamenco. Entre sus nuevas composiciones destaca una colaboración con Pablo Milanés titulada “Como la nube se impone al sol”. Ochoa ha colaborado con músicos de prestigio mundial como Toumani DiabatéManu DibangoArmando ManzaneroLuis Eduardo Aute y Descemer Bueno. Su nuevo álbum se presenta con una extensa gira mundial que pasa por Madrid el 28 de febrero.

 

 

 

 

Quedan incluso mitos por resucitar. Este verano se celebra el 120 aniversario del nacimiento de la cantante Rita Montaner, un símbolo nacional de impacto internacional, que estuvo casada con Xavier Cugat y cantó en los espectáculos de cabaret de Josephine Baker en París. Ella fue la primera intérprete de “El manisero”, un son pregón cubano de eco universal, la canción más famosa en la tradición de la isla junto con “Guantanamera”. Así propone rendirle homenaje: “El culto a Rita tiene necesariamente que escapar a las conmemoraciones rituales. Llamar la atención sobre el juicio más ponderado de sus contemporáneos: Lecuona, Roig, Prats, por citar tres nombres. ¿Una guía? Alejo Carpentier, quien con agudo olfato, en el París de finales de los años veinte, puso de manifiesto el papel de Rita en el  sustancial engarce entre lo vernáculo y lo cosmopolita, entre la Isla y el mundo. Al compararla con Florence Mills, una de las primeras luminarias afroestadounidenses de la escena musical, y Aida Ward, la voz más famosa del Cotton Club neoyorquino, lo hizo como para que los públicos de Europa y Estados Unidos tuvieran una idea de la estirpe de una cantante excepcional”, escribe la prensa del país.

 

 

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