Un neurólogo de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington afirma que el tango tiene efectos beneficiosos en los enfermos de Parkinson.
El matutino Le Figaro refiere la conclusión del profesor Gammon Earhart, de que el paso básico de la sensual danza argentina es una marcha lenta en la cual se aprende a apoyarse sobre un pie para permitir al otro desplazarse, anclándose primero en el dedo gordo para estabilizarse antes de aceptar el peso del cuerpo que se inclina hacia el lado contrario.
Coincide con su colega, Wassilios Meissner, del Centre Expert Parkinson de Burdeos, de que una actividad física sostenida que pone al organismo en aerobia parece favorecer la degradación metabólica de la proteína alfa-synucleina, actuando quizás sobre los síntomas no motores de la enfermedad.
Los pacientes, pues, deben seguir una de las recomendaciones internacionales para la aplicación del ejercicio físico contra la enfermedad, concentrándose en una actividad parecida a una marcha regular.
La danza responde así mismo, en ritmo y música, a otra de las exigencias de proponer puntos de referencia, en particular auditivos y visuales, para mejorar el movimiento, facilitando el equilibrio al habituar al paciente a hechos inesperados, como machacar el pie de la pareja, rozar a los otros danzantes o seguir un compás equivocado marcado por el acompañante.
En la Universidad McGill de Montreal –prosigue el diario- el equipo de la doctora Patricia McKinley, especialista en reeducación funcional y pionera en el estudio de los efectos del tango sobre el Parkinson, ha logrado medir una ventaja de cuatro puntos en los criterios de equilibrio sobre la escala de Berg, respecto de otros bailes de pareja o el tai-chi.
Al igual que los otros ritmos, el tango estimula la movilidad articular, refuerza la musculatura y, como se demuestran en personas ancianas no afectadas de Parkinson, viene aparejado a una mejoría en la salud cardiovascular.
La simultaneidad del paso atrás y de costado, característica del tango, ha reducido a la mitad las caídas, según el profesor Earthart, tras una práctica bisemanal durante cinco semanas y, para terminar, el ritmo sureño incluye numerosas pausas, similares al fenómeno de congelación, que afecta a los enfermos de Parkinson, forzándoles a diseñar estrategias para relanzar el movimiento.
Colin Firth y Jessica Biel bailan «Por una cabeza», en la comedia británica «Easy Virtue» (2008).