Roma, ciudad abierta: 75 años de una joya del cine
No podría hablarse del «estilo documental» en el cine sin esa obra maestra del cine italiano, del cine neorrealista, del cine, punto, llamada «Roma, Ciudad abierta» (Roma, Citta’ Aperta, 1945), de Roberto Rossellini, que está cumpliendo 75 años de su estreno. Es una obra grandiosa, sensible y elocuente, tan realista como melodramática, tan sorpresiva como conmovedora. Favorita de muchos directores, para Martin Scorsese representa «el momento más preciado en la historia del cine». Fue ganadora de la Palma de Oro en Cannes.
Fue la primera de una «trilogía de la guerra» de Rossellini (las otras dos: «Paisá» –Camarada-, 1946, y «Germania, anno zero», en 1947).
Las condiciones de creación y filmación no fueron precisamente ideales: el primer borrador del guion fue escrito en la cocina del apartamento de Federico Fellini (la única habitación con calefacción). Algunos de los materiales de filmación fueron adquiridos en el mercado negro, o incluso robados de almacenes abandonados por los nazis.
El filme, escrito por Rossellini y Fellini (junto a Sergio Amidei y Alberto Consiglio), y hecho con fervor e integridad, es un gran homenaje a los combatientes de la resistencia, y a los miles de héroes anónimos, que habían mostrado el coraje y la valentía necesarios contra el totalitarismo, protagonistas de una solidaridad que unió todo tipo de personajes, como ciudadanos ordinarios, militantes de izquierda y derecha, clérigos, e incluso monárquicos. Todos enfrentados al reino del terror Nazi. Al parecer está inspirada en un hecho real: la historia del sacerdote Luigi Morosini, torturado y muerto por los Nazis por ayudar a la resistencia.
La mayoría de los actores son gente del pueblo, no actores profesionales, entre los profesionales destacan dos: Anna Magnani y Aldo Fabrizi.
Un resumen del argumento: un líder de la resistencia (Marcello Pagliero), se esconde de las SS. Anna Magnani interpreta a Pina, embarazada, y a punto de casarse con un amigo del líder (Francesco Grandjacquet). Vemos a los habitantes de Roma, en especial a los más jóvenes, ávidos de incorporarse a la lucha. Su ángel guardián es un sacerdote, Don Pietro, interpretado por Aldo Fabrizi (hasta ese entonces, más conocido por sus actuaciones como comediante). La violencia abunda, el terror Nazi no cesa, incluso se acrecienta, ante la impotencia de saberse derrotados.
Un diálogo entre alemanes nos muestra el rostro de su derrota: «Tengo un hombre que debe hablar antes del amanecer», dice Bergmann, oficial Nazi, a un oficial de mayor edad y experiencia, Hartmann, «y un cura que reza por él».
Al preguntarle Hartmann qué pasa si no habla, Bergmann le replica airado: «¡Eso significaría que un italiano vale lo que un alemán!, ¡que no hay diferencia en la sangre de una raza superior y una raza esclava! ¿Por qué lucharíamos entonces?»
Hartmann, veterano de la primera guerra mundial, donde vio a patriotas franceses morir en silencio, sabe que «la línea del partido» está equivocada. Le dice entonces al escandalizado Bergmann: «Nosotros los alemanes no queremos darnos cuenta de que la gente desea vivir en libertad».
En su lanzamiento, la película fue víctima de la censura. En Estados Unidos se la recortó, reduciendo su duración en un cuarto de hora. En Argentina fue retirada de exhibición por orden del gobierno presidido por Juan Domingo Perón, en 1947. En la Alemania Occidental fue prohibida desde 1951 hasta 1960. En España la cinta se presenta a la censura en 1949, cuatro años después de su estreno y de ser aclamada en todo el mundo. Fue prohibida automáticamente. Un censor la califica como «una canallada repelente». Finalmente, en 1969, veinticuatro años después de su realización, ‘Roma, ciudad abierta’ llega a determinadas ciudades españolas, en versión subtitulada y con los subtítulos debidamente censurados en determinados momentos.
¿Por qué «ciudad abierta»? ante el imparable avance de las tropas aliadas, los Nazis deciden declararla «abierta» el 14 de marzo de 1943, significando con ello que la ciudad se rendiría sin condiciones, y con el fin de evitar bombardeos. Pero la lucha fue mucho más dura de lo esperado; Roma será finalmente liberada el 4 de junio de 1944 (dos días antes del Día «D», la invasión aliada a Francia, por Normandía). Era la primera capital del Eje que caía en manos aliadas, con un impacto propagandístico enorme.
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Tanto el estilo como el contenido de «Roma Citta’ Aperta» fueron como una fría y dura cachetada al rostro de los espectadores, tanto en Italia como en el extranjero. El espíritu de documental se acrecienta por ser una obra híper-realista, filmada en buena parte en las todavía destruidas calles romanas, con un grupo mixto de actores profesionales y vecinos, simultáneamente viviendo, y haciendo, historia.
La película ofrece una de las más grandes escenas del cine: cuando Magnani corre detrás del camión donde los nazis llevan preso a su novio, todo espectador siente, en su piel, en su mente, qué es el cine. Cada segundo de ella asegura la inmortalidad del filme, de sus intérpretes, y de su director.
Al final, se mezclan armoniosamente temas religiosos, políticos, morales, en una suerte de elevación espiritual. El fusilamiento de Don Pietro nos muestra a los niños, sus protegidos, observando detrás de la reja, mientras silban una tonada partisana, no sabemos si para darle ánimo al sacerdote, o para desconcertar a los soldados. Luego de la muerte de Pietro, la película concluye con una vista de Roma, donde puede verse la Catedral de san Pedro, mientras los jóvenes se alejan, dispuestos más que nunca a la lucha. Son, como sus mayores, héroes que no están conscientes de serlo.
Más que mostrar rabia, o ira, «Roma Citta’ Aperta» es una película sobre la heroicidad, sobre el coraje humano, cuando colocado ante situaciones extremas responde a favor de la libertad.
Según el crítico del New York Times: «Es una callada exaltación, mostrada principalmente mediante actitudes y lenguaje sencillos, que ilumina el espíritu con devoción y sacrificio».
Otro héroe de guerra que nunca se consideró tal, Albert Camus, escribió durante la clandestinidad (entre julio de 1943 y julio de 1944), cuatro cartas a «un amigo alemán«. Uno de los documentos más notables contra la violencia totalitaria, la representada por los Nazis. Allí, Camus afirma lo siguiente, perfectamente asignable a nuestro filme italiano:
«Luchamos por unos matices, pero por unos matices que tienen la importancia del propio hombre. Luchamos por ese matiz que separa el sacrificio de la mística; la energía, de la violencia; la fuerza, de la crueldad; por ese matiz aún más leve que separa lo falso de lo verdadero y al hombre que esperamos, de los cobardes dioses que ustedes soñarán».
«La lucha que mantenemos posee la certeza de la victoria porque tiene la obstinación de las primaveras».