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Cuatro años del ‘No’

El plebiscito agravó la polarización y aceleró la desinstitucionalización del país, a todo nivel.

Tras cuatro años de la estrecha victoria del ‘No’ en el plebiscito sobre el acuerdo con las Farc, son pertinentes algunas observaciones acerca de ese momento decisivo en la historia reciente del país.

Del lado del ‘Sí’ se ha insistido en que el plebiscito fue una equivocación. El senador Armando Benedetti, defensor incondicional del proceso de paz, llegó a afirmar esta semana que la convocatoria fue fruto de la vanidad del expresidente Santos, quien se dejó llevar por la obsesión de derrotar a su rival y antiguo aliado, Álvaro Uribe. Y se decía ya desde la época de la negociación que el plebiscito era innecesario, pues el presidente tenía las facultades para llevar el acuerdo al Congreso sin someterlo a votación popular.

No comparto esa visión. El plebiscito era inevitable. Era la consecuencia lógica, necesaria, cartesiana, de un encadenamiento de hechos. Para entender eso hay que entender que la polarización actual del país no nace, como piensa mucha gente, con la oposición de Uribe al acuerdo con las Farc. La polarización comienza antes, en el momento en el que Santos anuncia que emprenderá negociaciones abiertas con la guerrilla después de meses de diálogos secretos. Dígase lo que se diga hoy sobre las políticas de Uribe, en 2010 Santos fue elegido con un mandato claro: el de seguir con las banderas de su popular antecesor. Y decidió, al poco tiempo, abandonar ese mandato. ¿Cómo no iba a dividirse el país?

Esa división hizo necesario el plebiscito. Santos sabía que a la negociación le faltaba respaldo popular, y decidió curarse en salud. No se inquieten, dijo, lo que se pacte en La Habana será avalado por el pueblo. Por eso, desde 2012 se empezó a hablar de la “refrendación popular” del acuerdo como garantía de legitimidad (refrendación que, convenientemente, coincidiría con las elecciones de 2014, cosa que no se logró). Fue el recurso de Santos para apaciguar la desconfianza que sabía que albergaban al menos la mitad de sus electores.

El tiro salió mal y el plebiscito consolidó la gran ruptura nacional: agravó la polarización y aceleró la desinstitucionalización del país, a todo nivel

Pero nadie esperaba que ganara el ‘No’. Ni sus promotores. En medio del estupor, se dijo que había ganado a punta de mentiras y manipulaciones. Pero esa fue una acusación candorosa. En todas las campañas políticas se usan las tácticas de la hipérbole, la manipulación emocional, las promesas de incierto cumplimiento, la exageración de las repercusiones en caso de derrota, etc. Lo que se dijo durante las campañas del plebiscito no fue más que politics as usual, como dicen los gringos: política común y corriente. No algún escándalo de marca mayor, como quisieron mostrar los proponentes del ‘Sí’.

Y no olvidemos, además, que el ‘Sí’ nunca jugó limpio. Modificó el umbral de votos que se necesitaban para aprobar la consulta. Redujo, por medio del llamado fast-track, el número de debates requeridos para aprobar actos legislativos en el Congreso. Y también mintió, exageró o manipuló. Dijo, por ejemplo, que los cabecillas de las Farc no tendrían curules gratuitas en el Legislativo. Y amenazó con que habría una “guerra urbana” si perdía el ‘Sí’. Pero lo más grave fue cómo obtuvo el respaldo de congresistas y medios de comunicación: con raudales de ‘mermelada’, en el primer caso, y millones de dólares en pauta oficial, en el segundo. El Congreso, es cierto, gozaba de poco prestigio que proteger, pero el daño a la credibilidad de los medios fue un golpe mortal, del que nunca se recuperaron.

Esta es, pues, una historia aciaga. Producto no de un error, sino de la búsqueda de la legitimidad perdida. Pero el tiro salió mal, y el plebiscito consolidó la gran ruptura nacional: agravó la polarización y aceleró la desinstitucionalización del país, a todo nivel. Las grandes apuestas tienen ese riesgo: que acarrean grandes consecuencias. Sobre todo si se pierden.

 

THIERRY WAYS
@tways
tde@thierryw.net

 

 

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