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Chitty La Roche: Del chavismo o la inflexión decadente (tercera parte)

 

Hace unos 75 años, Hermann Göring testificó en la corte de Núremberg; se le preguntó, ¿Cómo convenciste al pueblo alemán de aceptar esto? Respondió: Fue fácil, no tenía nada que ver con el nazismo, Tiene que ver con la naturaleza humana. Puedes hacerlo en un nazi, socialista, régimen comunista, monarquía e incluso democracia. Lo único que tienes que hacer para esclavizar a la gente es asustarla. Si se puede imaginar una manera de asustar a la gente, ya, ignorada, por políticas pasadas contra la educación, como esta, puedes hacer que hagan lo que quieras». Citado por Antonio Benítez (abenitezj@aol.com)

 

¿Se precipita en declive occidente, realmente? ¿Vive el capitalismo una genuina crisis sistémica? ¿Perdemos la partida que se libra en el tablero de la libertad? Leyendo los periódicos principales de Europa en estos días y las críticas sobre algunos textos de autores posicionados, cabe hacerse algunas preguntas antes de regresar al núcleo de mi reflexión sobre Venezuela y la significación que tiene en su devenir, este último periodo iniciado hace más de dos décadas que llamamos chavismo.

Sin profundizar en la referida temática, lo que nos desviaría demasiado, haremos una brevísima consideración para seguir perfilando el cuadro en el que nosotros estamos, conscientes o no, igualmente afectados e irradiados.

Todo va al revés en consecuencia de aquel desorden capital: la virtud es perseguida, el vicio aplaudido; la verdad muda, la mentira trilingüe; los sabios no tienen libros y los ignorantes librerías enteras; los libros están sin doctor y el doctor sin libros; la discreción del pobre es necedad y la necedad del poderoso es celebrada”, se lee en Baltazar Gracián, (Gracián, B., El criticón, Madrid, Cátedra, 2004 (orig.: 1651-1657), I, cr. 6ª.)

Varios siglos después nos encontramos ante un homo verus que para muchos esta desubicado y para otros, simplemente no está porque, han dejado de verlo, los han y a ratos deliberadamente ignorados porque, centrándose en sí mismo, se retiran de la pluralidad. Cree en la libertad el homo verus, para sí y se cuida de aquella que al compartirla con los demás lo limita. Es un mundo personalizado el que persigue y en el extravío se realiza. La libertad es la soledad en alguna manera y ella es posible en una sociedad de libres por íngrimos.

Se destaca recientemente los trabajos venidos de Alemania de dos autores con abundante atención y crédito. Se trata, entre muchos más, de Byung Chul Han y de Anselm Jappe que, situaremos en una corriente de analistas críticos cuyo foco de observación y seguimiento es la sociedad, su dinámica económica desde su funcionalidad sociocultural y, tal vez lo más resaltante, los aspectos psicológicos y psicosociales que van desnudando una conversión de dominio por productos que se insertan y fecundan en un universo que el espectáculo ha diluido previamente. Para ambos el capitalismo ensaya otra manera de legitimarse y normalizar la siempre anormalidad de la injusticia. La mente y la falacia tejen para que el yo construya su propia prisión a la que además, como diría Foucault, ellos aportan su ingenuidad.

El reino de la individualidad sesga la libertad y la instrumentaliza para sí, despojándose al hacerlo de su natural lugar en el espacio público que, pierde su carácter deliberativo, siendo que la decisión es mediatizada por la preferencia de los derechos de cada cual sobre los derechos de los demás.

La ciudadanía se debilita y se compromete, porque la empresa común societaria interesa menos y a pocos, en la medida de su real importancia y la distancia física y social ante el Covid19 muta hacia dos peligrosos estadios; de un lado, se fragua una distancia espiritual, laboral, política que se sincroniza con los afanes de libertad en la especificidad que vienen tramándose como una suerte de control social articulado en la imposición del cada cual a todos y del otro lado, dejar a cargo a la potencia pública de la seguridad que fagocita su intimidad y su albedrío, con el argumento de la seguridad misma y es más que sanitario el propósito sino que abarcando cada día más, como ocurre en Asia y cuidado si, desde el episodio de las torres gemelas también en diversas formas en Norteamérica.

¿Para qué y por qué esta introducción? Porque considero que el cosmos que también nos alberga, globalizado y ultra comunicado, para apreciar y ponderar adecuadamente nuestra percepción, debemos desde el dron de la observación captarlo, en su integralidad y no solamente lo cercano a los sentidos. Esto que nos pasa a los venezolanos y, para advertirlo precisamente, nos exige no sola la propia consciencia histórica como insumo, sino la que nos es común al tiempo histórico por decirlo así.

Empero, debemos dejar asentado que la experiencia nuestra que trajo a Chávez al poder no fue una suerte de epifanía de nuestro devenir, un acto aislado, un momento único, sino una mezcla de agentes concomitantes que se conjuraron para el derrumbe cuasi apocalíptico de nuestro sistema de vida, de nuestro modelo civilizatorio, de la edificación de una república con más de dos siglos de tradición y abolengo, ensayo defectuoso es cierto pero, no por ello menos tangible. La implosión tuvo en el fenómeno chavista de un lado la promoción pero, también el detonante.

Importante también anotar que el diagnóstico actual es patético. Lo he llamado la perfecta crisis, para destacar que no hay un solo elemento del complejo sistémico nacional que no esté inficionado, inoculado, infectado, contagiado, inoperante, perturbado, disfuncionalizado, sancionando desde luego y como anómalo. el registro de la decadencia y la postración, el colapso, el hundimiento de nuestra nación.

Se anuncia el ocaso de occidente desde hace un siglo y a pesar de conocer el desastre de las guerras y especialmente la despersonalización reciente, supo encarar y sobreponerse a los premonitorios y desesperanzados veredictos y juicios que lo anunciaron. Ahora debe no obstante y como hizo para reconstruirse, regenerarse, reformularse con el genio de Robert Schuman, Jean Monet, De Gásperi, Adenauer, entre muchos, para construir un discurso, una racionalidad, una concertación, la voluntad común que torcería la viga de las enemistades y amarguras, rencores, desconfianzas hereditarias y desde allí, contra los pronósticos resurgir y levantar nuevamente su civilización obviando el empapado de los charcos de sangre y lodo, para postularla e izarla una vez más en el tiempo.

¿Como lo hicieron? ¡Con la unidad como razón y porqué! Y por cierto en jaque luce Europa ahora, imputable a los relativismos y las confusiones mórbidas que trastocan los ideales de libertad y comunidad que devienen como los depredadores, constituyéndose en la más auténtica y a mi juicio peligrosa, severa, gravosa amenaza; la que se yuxtapone con el individualismo exacerbado y muchas etiologías e ideologías que no cabe aquí resaltar pero, principalmente el materialismo, el solipsismo, la descristianización, encabezando las patologías de su espíritu y la cada día más visible anomia pública que incluso compromete al estado de derecho.

Nuestra Venezuela, en paralelo, se vino abajo, como resultado de su pasado no superado y, por otra parte, por el peso de sus inconsecuencias como me propongo exponer de seguidas. En efecto, a pesar de haberlo vivido y desde luego, haciéndolo, comparado, tal como lo evidenció brillantemente Luis Castro Leiva aquel 23 de enero de 1998 y nos advirtió además, en su discurso ante el Congreso de la República, desestimamos, ligeros, epidérmicos, frívolos la enorme significación histórica que tuvo, tiene y tendrá el periodo conocido como la república liberal democrática, para denominar ese espacio coincidente del llamado puntofijismo, con la democracia consensuada y de partidos.

Como nación escalamos nuestra cima y pasamos la roca de la república autocrática y desciudadanizada cual un Sísifo pero victorioso, al otro lado de nuestra pendiente histórica, llena la primera de baches que como abrevaderos nos acecharon para sostener y sistematizar la violencia como argumento y a los hombres de armas como artífices de un historial pleno de falacias y situaciones deshumanizadoras.

Buena parte de nuestra historia fue, una suerte de episodio feudal, con señoríos de los usufructuarios de la gesta independentista por si o, por el arrojo de los que se hacían de grados y jerarquías por intermedio de montoneras y escaramuzas, o acaso batallas cuya trascendencia obraba cambiando las cosas para realmente dejarlas iguales.

El pueblo a la merced de los herederos de Carujo y/o Zamora poco pesó, importó, en realidad; siervos de los “valientes” y víctimas también de los que armaron, una república de hombres que no eran libres porque nunca fueron ciudadanos. No puede haber república sustentable sin un cuerpo político que controle y cuya decisión prive. No hay libertad en la soledad ni ciudadanía, volvemos a repetirlo

Para que no haya dudas, entendemos por república, “al gobierno que no se origina en dinastías, que postula la libertad como no dominación, que se rige por la ley y, además, que dispone los mecanismos para asegurar el control del poder. (Apreciaciones sobre la República desde la perspectiva de las ideas políticas, Nelson Chitty La Roche, Editorial 0, 2020, pág. 65)

Por mucho tiempo se llamó república a lo que no lo realizaba sino aparentaba, que simulaba serlo y, más recientemente se quiso agregar a la denominación del país, República Bolivariana de Venezuela para falsear a la postre todavía más, porque nada tiene que ver esta experiencia y aun en su complejidad lo tomo así, al legado del libertador o al menos, el de febrero de 1819, al de Angostura del Orinoco y su discurso mas denso e importante como acopio de ideas políticas.

La esencia de la libertad mora en instituciones que la preserven y defiendan de los siempre presentes agentes que la tuercen y han torcido y tal vez lo harían de nuevo si pudieran, de sus verdaderos propósitos y las oligarquías han sido en Venezuela sus genuinos enemigos. Especialmente la de los hombres de armas que podemos llamarles militares desde la fundación de la Escuela Militar por allá en los primeros años del siglo pasado aunque se le atribuye un propósito al presidente Ignacio Andrade.

La verdadera libertad se encontraba lejos; contenía a la soberanía, la decisión que dispone formal y materialmente es un ejercicio de ciudadanía que, por cierto, pasó siglo y medio esperando que los héroes civiles la lograran, la edificaran, la enarbolaran con la gente y para la gente y así se engendró por la llamada generación del 28, ese segmento de historia patria, la república liberal democrática que fraguó luego de muchos esfuerzos y desvelos y que comienza, rige y se trunca luego de 4 décadas, con el regreso del caudillismo y militarismo representado por el teniente coronel Hugo Chávez cuya única carta de presentación era haberle caído a tiros a la república y a sus instituciones, llenarla de destrucción y muerte y detener un proceso que pudo y debió ser brillante.

Como un adminículo que acompaña a la entidad republicana y la asiste y la acompaña en su misión, en su razón, la democracia que por sí sola tiene su tamaño y alcance, puede y fue manipulada y mediatizada para desviarla y corromperla y hasta la soberanía lo fue, como nos lo muestra el argentino Guillermo A. O’Donnell.

Después de 22 años de padecimientos, lo que se coloreó como el proceso, la revolución bonita, el gobierno del pueblo; solo trajo lo que conocemos; ruindad, pobreza, miseria, atraso, desarraigo, desinstitucionalización, desconstitucionalización y desde luego, desrepublicanización. Nadie le hizo más daño en la historia y desde la llegada de los españoles a estas tierras que este asalto feroz de la mediocridad y del resentimiento que derivó en la revolución de todos los fracasos.

Esa regresión constituye la decadencia misma del proyecto nacional, ahora frustrado. Impidió el desarrollo económico, social, institucional, educativo, científico y paremos de contar que se haría muy larga la lista de legítimos denuestos que cabe señalar, cada uno, impretermitible.

La consciencia histórica no se lleno de republicanismo y democracia sino que, colaboró desde la consciencia política al colapso de la república liberal democrática y al regreso de la barbarie. Como pueblo debemos apreciarlo y evaluarlo. ¿Este período reciente registra una patogénesis o una causalidad etiológica?

¿Hay responsabilidad histórica y a quienes vale reclamársele? La semana próxima culminaremos, Dios por delante, esta serie ensayando respuestas y adelantando unas propuestas

Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@hotmail.com, @nchittylaroche

 

 

 

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