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Mayoría absoluta para Jacinda Ardern en las elecciones en Nueva Zelanda

La actual primera ministra, muy alabada a nivel internacional por su gestión del Covid, podrá gobernar en solitario, algo que no pasaba en Nueva Zelanda desde hace 24 años

Jacinda Ardern cumplió su promesa de erradicar el coronavirus en Nueva Zelanda. Nunca aspiró a controlarlo, sino a eliminarlo completamente. Su eficaz gestión fue aplaudida internacionalmente. Faltaba conocer el veredicto interno, el de su propio pueblo, que ha tenido la oportunidad de pronunciarse hoy en las urnas. La sentencia de los neozelandeses ha sido clara: Ardern ha arrasado con el 47% de los votos. La victoria de la líder del Partido Laborista es tan contundente que ha logrado la mayoría absoluta con 64 escaños. La primera ministra podrá gobernar en solitario, algo que no pasaba desde que se implementara un sistema de votación proporcional hace 24 años, que empoderó a los partidos minoritarios y favoreció las coaliciones.

«Nueva Zelanda ha mostrado al Partido Laborista su mayor apoyo en casi 50 años«, ha dicho Ardern tras conocer los resultados. Los laboristas han pasado por encima del Partido Nacional, que ha obtenido el 27% de los votos y que está liderado por Judith Collins, abogada y ex ministra.

Después de un mes de retraso causado por el brote de coronavirus en Auckland, la ciudad más grande del país, los neozelandeses han podido votar este sábado, aunque 1,9 millones de personas, el 57% del electorado, ya había emitido su voto por adelantado.

Mucho ha cambiado la situación desde que las encuestas, a principios de año, apuntaran a que el Partido Nacional iba por delante de los laboristas. Algunas voces reprochaban a la primera ministra que no hubiera cumplido en su primera legislatura las promesas que definieron su campaña hace tres años: la construcción de miles de viviendas a un precio asequible, la reducción de la brecha entre ricos y pobres y aliviar el problema de la pobreza infantil. A principios de septiembre, un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) comparaba el desempeño de 41 países de altos ingresos en cuestiones de bienestar infantil: desde las tasas de suicidio hasta la obesidad infantil, la educación y el medio ambiente. Nueva Zelanda, donde uno de cada ocho de los niños vive con dificultades materiales, ocupaba el puesto 35.

Pero lo cierto es que la gestión de la crisis del coronavirus ha lanzado estos meses la popularidad de Ardern. En los últimos días de campaña, era recibida como una estrella en cada sitio que pisaba. Ya fuera por los cientos de estudiantes que se apiñaron entusiasmados en el campus de la Universidad Victoria de Wellington para escucharla, como las madres que sorteaban a su equipo de seguridad durante las caminatas por las ciudades para tomarse selfies con la política.

En este renovado mandato, Ardern seguirá la línea progresista de los últimos años, dando un impulso a su política medioambiental. La primera ministra ha prometido adelantar en cinco años su objetivo de que el 100% de la electricidad sea generada por energías renovables, así como la eliminación gradual de plásticos difíciles de reciclar para 2025. Fuera de las fronteras de su país, desde que ganó sus primeras elecciones con 37 años, se ganó a la prensa internacional. Premiaban su juventud y carisma. Aire fresco y una cara amable en una época agria. Sus discursos humanitarios y medioambientales atrajeron desde el principio todos los focos pese a dirigir un país de apenas cinco millones de habitantes. Las revistas hablaban de la Jacindamanía.

Revivió a su partido de centro izquierda en las pasadas elecciones de 2017 cuando nadie lo daba por ganador y se convirtió en la segunda líder mundial elegida en dar a luz mientras estaba en el cargo. Incluso llevó a su bebé a una comparecencia en las Naciones Unidas.

La mejor cara de Ardern la ha mostrado en su gestión durante los momentos críticos que ha vivido Nueva Zelanda estos últimos años. Como su actuación tras la erupción del volcán White Island o el atentado en 2019 contra las dos mezquitas de Christchurch. Ardern usó un hiyab cuando se reunió con los supervivientes y pronunció un discurso muy aplaudido. «Ellos somos nosotros», dijo en referencia a la comunidad musulmana. También actuó rápidamente para aprobar nuevas leyes para prohibir las armas automáticas y semiautomáticas como las utilizadas por el supremacista que protagonizó la matanza.

Pero ha sido su gestión de la pandemia del nuevo coronavirus lo que la ha llevado a amasar un gran respaldo de la sociedad. El 28 de febrero, pocos días después de que Ardern protagonizara una portada en la revista Time bajo el título «La fuerza y la cordura», Nueva Zelanda reportó su primer caso de Covid-19: un hombre de 60 años que había viajado a Teherán, Bali e Indonesia. Pasaron apenas unas semanas cuando la primera ministra no titubeó al tomar la decisión de cerrar el país. «Actualmente tenemos 102 casos, pero también Italia los tuvo alguna vez», dijo Ardern. Eso fue el 23 de marzo. Una semana antes, ya había prohibido la entrada a extranjeros y ordenado que todo el que aterrizara en este estado insular debía aislarse los 14 días de cuarentena. La líder no buscaba contener el brote. Sino erradicarlo. Esa fue su promesa.

El 8 de junio, la líder celebró que el último paciente con Covid había sido dado de alta. Todo volvió a la normalidad hasta que en agosto se registraron las primeras infecciones locales en 102 días. Se trataba de cuatro contagios en una familia en la ciudad de Auckland. Volvió el confinamiento a la ciudad más importante del norte de la isla (1,6 millones de habitantes) y el miedo porque los nuevos pacientes no habían salido del país ni estuvieron en contacto con ningún otro enfermo.

En la primera semana de octubre, Ardern volvió a pronunciar las mismas palabras que en junio: «Hemos vencido nuevamente al virus». Nueva Zelanda lleva desde entonces sin registrar un caso de contagio. La primera ministra anunció el levantamiento de las restricciones en Auckland para frenar la segunda ola. «Los habitantes de Auckland y los neozelandeses se han sometido a un plan que ha funcionado dos veces», dijo la líder laborista.

Nueva Zelanda ha reportado en total 1.883 contagios y 25 fallecidos. Unas cifras muy bajas por la rápida actuación de las autoridades al cerrar el país con apenas una centena de casos. Se estableció un sistema de alertas de cuatro niveles: el cierre de cualquier espacio donde se reunieran más de 100 personas (nivel 1) y la petición de quedarse en casa para ancianos (nivel 2); la clausura de comercios no esenciales y la cancelación de eventos (nivel 3); la cuarentena obligatoria enviando antes un sms a los residentes explicando detalladamente en qué consistían las medidas y por qué se ejecutaban (nivel 4).

Ardern además ha sabido crear empatía con el pueblo gracias a sus diarias intervenciones televisadas y vía Facebook en las que participaba con Ashley Bloomfield, directora general de Salud. Y la primera ministra dejo claro en todo momento que eran los científicos y médicos quienes determinaban las políticas a seguir. Primar la salud antes que la economía fue su clave para erradicar el coronavirus.

 

 

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