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Al centro Nicaragua

Es ingenuo pensar que fuera Ortega y Murillo del poder, todo estará resuelto. Derrotarlos es tan importante como tener definida y acordada una alianza

Es necesario iniciar desde ahora, un dialogo profundo entre las diferentes fuerzas políticas y económicas, incluyendo al gran capital en el seno de la oposición para sentar las bases de un acuerdo nacional que vaya más allá de derrotar a Ortega, que responda a la Nicaragua posible, fuera de toda demagogia y de intereses particulares, y que supere las descalificaciones entre opositores que solo generan pérdida de credibilidad ante la población.

Si queremos un país diferente y cambios verdaderos, debemos tomar en cuenta a los otros sectores y construir un marco de confianza, poniendo sobre la mesa los puntos de coincidencia y aquellos que obstaculizan un mejor entendimiento. En este articulo resaltaré algunos puntos contradictorios y/o cortoplacistas que si no los abordamos desde ahora corremos el riesgo de dar un salto al vacío al no tener una visión de conjunto y una estrategia realista a mediano plazo como fuerza opositora.

El problema de fondo de Nicaragua trasciende los bloques partidarios e ideológicos, solo unidos podremos salir de esta dictadura; para comenzar, hace falta consensuar un acuerdo sobre las condiciones habilitantes y las reformas legales e institucionales necesarias para que haya elecciones según los estándares democráticos internacionales; de lo contrario, Ortega manejará a su antojo las próximas elecciones y habremos perdido una oportunidad.

Es ingenuo pensar que fuera Ortega y Murillo del poder, todo estará resuelto. Derrotar a Ortega y Murillo a través de las elecciones es tan importante como tener claramente definido y acordada una alianza entre las diferentes fuerzas políticas y económicas que vaya más allá de lo electoral y contemple que hacer el día después con un país polarizado, inseguro, en ruinas y demolido institucionalmente.

Ortega y Murillo dejarán el poder, pero el sistema que alimentaron estará ahí listo para retomarlo a la menor oportunidad. Habrá la amenaza de las asonadas, de la inseguridad que generarán los 23,000 ex reos comunes liberados por este régimen y otro tanto de paramilitares, y sus cómplices uniformados que hoy imponen el terror y mañana el caos, los cuales, para financiarse y sobrevivir, querrán hacer causa común con el crimen organizado internacional que opera en el triángulo del norte. Por ello debemos estar consciente que el ejército deberá jugar un rol importante en el desmontaje del aparato represivo actual, pero igual tendrán que responder ante la justicia aquellos militares que cometieron crímenes.

Tomar el poder es una parte de la tarea, transformarlo a partir de los desafíos arriba mencionados, es el objetivo fundamental. Una solución desde la derecha y con medidas draconianas para reactivar la economía, sin un colchón social, solo traerá, desde el día cero del nuevo gobierno, desestabilización; de igual manera, un gobierno que aplique medidas populistas y  no tome en cuenta en su estrategia al sector económico, que además de tener el capital para reactivar la economía, atrae la inversión extranjera, se erosionará rápidamente al no tener la base material para sustentarlas, hundirá al país en más pobreza, y no tardarán en surgir “salvadores” en la versión Somoza u Ortega Murillo para regresar al ciclo funesto de nuestra historia.

El otro tema que requiere de reflexión y es motivo de disputa de la oposición, es el llamado gobierno de transición que por ahora no tiene un fundamento jurídico, por lo cual sería más conveniente delinear cómo el próximo gobierno hará la transición para que se restaure la estabilidad política y económica, la seguridad y la convivencia de todos los nicaragüenses.

Siendo realistas por ahora el único camino viable para sacar a Ortega son las elecciones, pero además es en el que la comunidad internacional se ha puesto de acuerdo de forma unánime y está dispuesto a apoyar; es de todos sabido que este este gobierno carece de legitimidad de origen y de ejercicio, pero librar esa batalle para que lo desconozcan es difícil por el antecedente que la comunidad internacional se tragó sin masticar la ilegalidad de origen en 2011. Sin embargo, esta vez el contexto es otro y sabrá tomar las medidas que correspondan si Ortega no hace las elecciones correctamente, con una oposición unida seguro que ni las elecciones ni el gobierno que surja será reconocido, de hecho, las declaraciones y resoluciones internacionales implícitamente desconocen la legitimidad de Ortega en el ejercicio del poder.

La falta de acuerdo de la oposición le quita fuerza a nuestros argumentos en la gestión internacional a como sucedió en la Organización de Estados Americanos recientemente, en la que hubo varias propuestas, una privilegiando las elecciones y la otra el desconocimiento del régimen al final son dos caras de la misma moneda.

Hay que plantear lo que es posible en cada momento, si no funciona la vía electoral, se buscan otras opciones, pero con una estrategia en común basada en fundamentos sólidos y no en falsas ilusiones. Con discursos radicales o timoratos y divididos no iremos a ningún lado.

En este sentido, la señal esencial, para devolverle la confianza y la esperanza a los nicaragüenses y que dará fuerza y viabilidad a nuestras demandas en el concierto internacional, es nuestra capacidad de llegar a un consenso como fuerza opositora para sacar a Ortega y Murillo, y encaminar a nuestro país en la construcción de un Estado de Derecho con desarrollo económico, y esto pasa también por dejar los egos e intereses sectoriales y colocar a Nicaragua al centro de nuestra aspiración suprema.


El autor es sociólogo.

 

 

 

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