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Oswaldo Páez-Pumar: Señales visibles e invisibles

 

Cuando uno reflexiona sobre el hecho de que ya han transcurrido 75 años, tres cuartos de siglo desde que terminó la Segunda Guerra Mundial durante los cuales Europa se ha desenvuelto en paz salvo por la muy focalizada contienda, aunque terrible en su ferocidad, que asoló los Balcanes y la mucho menor que dio independencia a Chipre; sin tomar en cuenta desde luego las incursiones de la Unión Soviética en Hungría, Checoeslovaquia y Polonia, no puede uno menos que alegrarse y al mismo tiempo preguntarse si será posible que esa paz, fruto de la idea de la Comunidad Europea, pueda seguir prolongándose en el tiempo indefinidamente.

La respuesta parece obvia pues la comunidad de intereses que ha significado además prosperidad aleja las “razones”, que son más bien sin razones, para iniciar una contienda bélica. La causa o las causas de todas las guerras fue siempre tener lo que otro tiene, o zafarse de quien lo oprime. Lo fue la segunda guerra mundial, la primera, la franco-prusiana, las napoleónicas, la guerra de los treinta años y la de los cien años y paremos de contar, porque el viejo continente se vio envuelto en guerras desde que Paris se llevó a la mujer de Menelao y tuvo que pasar luego por las guerras Médicas, las del Peloponeso, las guerras Púnicas hasta llegar a las invasiones de los bárbaros que determinaron la caída del imperio romano de occidente, dando origen al nacimiento de las naciones europeas y a las guerras ya mencionadas.

El imperio romano de oriente vino a caer mucho después con la toma de Constantinopla por los turcos, que transformó en mezquita la iglesia de Santa Sofía edificada antes del nacimiento de Mahoma, pero que ya había sido transformada en mezquita con la expansión árabe del Islam y de nuevo en Iglesia con las cruzadas, para ser convertida en el siglo XX después de la Primera Guerra Mundial en Museo por Kemal Ataturk y ahora de nuevo en Mezquita por Erdogan.

Esta última desde luego fue una señal visible y más visible aún lo han sido los asesinatos en Paris, Niza y Viena de quienes en ejercicio de la libertad de pensamiento han expuesto lo que piensan y dicho lo que sienten. Ya anteriormente tuvieron lugar otras señales similares a éstas como la matanza en el semanario Charlie Hebdo y la persecución de Salman Rushdie.

La guerra no parece que vaya a ser eliminada de entre los hombres porque el hombre está definido como animal político y la guerra como continuación de la política por otros medios, lo que deja ver que el entendimiento entre los hombres, que es función política, es la única vía para no tener que recurrir al otro medio de hacer política. Esto lleva a la sencilla conclusión que no estuvo errado Francisco de Vitoria cuando definió como guerra injusta a la “guerra religiosa” que pretende imponer a los hombres por medio de la guerra una determinada religión.

Desde luego los hechos puntuales en Paría, Niza y Viena han dejado señales visibles, pero las invisibles presentan de manera inmediata el llamado de Erdogan, siendo su país parte de la Unión Europea, a un boicot a los productos franceses y el eco que ese llamado ha operado en otros países musulmanes. La señal invisible es que esos asesinatos están justificados, son guerra religiosa para imponer a los hombres una determinada religión.

 

 

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