Guerra en París: Chaves Nogales inédito
‘Babelia’ adelanta tres artículos que nunca habían sido publicados en libro, incluidos en los volúmenes de ‘Obra completa’ que saldrán a la venta el 23 de noviembre
Actos en París en memoria de Zola
PARÍS, abril 4.
Fue muy conmemorado el primer centenario de Emilio Zola, quien nació el 2 de abril de 1840, en un viejo y olvidado caserón, junto a las incansables imprentas de la famosa Rue du Croissant, que desde hace un siglo inundan el mundo con la prensa parisiense. He ido a visitar la casa natal de Emilio Zola en este rincón silencioso del corazón de París, a dos pasos de la corte de los milagros, entre los bulevares, la Bolsa, la Rue de Montmartre y las calles que Zola describiera con su fuerte y sugestivo realismo. En este centro de París, donde cada metro cuadrado guarda el recuerdo de un hombre ilustre y donde las lápidas conmemorativas colocadas en las fachadas abundan tanto como los viejos caserones, la gente de nuestra generación pasa aprisa, indiferente e ignorante. Creo haber sido el único curioso que ha ido hoy, al cabo de cien años, a visitar la casa natal de Emilio Zola. Su centenario se celebra oficialmente, con varios actos rituales y solemnes, pero poco populares.
La gloria literaria de Zola, que le ganó erigir estatuas en su homenaje, ha declinado injustamente en el curso de los años a medida que se enfriaba el rescoldo de aquella gran hoguera del proceso Dreyfus, que iluminó su figura. Todavía hoy Emilio Zola es el hombre admirado y detestado del Yo acuso, más que el creador literario genial de una época. Todavía frente al Emilio Zola, patrimonio de las izquierdas, se ha pretendido alzar con afán polémico el Alfonso Daudet perteneciente a las derechas, cuyo centenario se celebra también estos días, tremolándolos a uno y otro como banderas de combate. Y es melancólico evocar aquellas luchas políticas de finales del siglo XIX en medio de esta lucha bestial de nuestro tiempo sin ninguna gallardía, sin grandeza y sin hombría, en la que el gangster es paladín de las ideologías y en la que los hombres son sacrificados como si fuesen ganado.
Todavía hay hombres fieles al momento en que era posible vivir sin temor al tiro en la nuca o al campo de concentración
Emilio Zola presidiendo el entierro de Alfonso Daudet es una estampa simbólica de aquella época de la vida de Francia, hacia la cual se vuelven con enternecimiento los ojos de cuantos vivimos la lucha horrenda y vil de nuestros días. Es una estampa de levita y sombrero de copa, de esas que hacen a Hitler chancearse sarcásticamente en sus discursos de los sombreros de copa. Afortunadamente todavía hay en Europa unos hombres, pocos, es verdad, que siguen siendo fieles al momento en que la civilización alcanzó su más alto grado, y fueron posibles hombres como Daudet que vivieron sin el temor del tiro en la nuca ni el campo de concentración, realizaron plenamente su obra artística y sirvieron a su patria según su conciencia les dictaba. Un grupo de esos hombres de muy distintas patrias, que ya no gozan de aquel clima favorable a la inteligencia y la libertad que era el final del siglo XIX, se ha reunido para rendir un modesto y emocionante homenaje a Emilio Zola en su centenario. Estos hombres, algunos de ellos acogidos hoy a la hospitalidad de Francia, son Stefan Zweig, el conde Sforza, Wilhelm Herzog, sir Norman Angell, Luis Pierard y otros. Se proponen, solamente, publicar un pequeño folleto dedicado a Emilio Zola y a su tiempo, que será, en cierto modo, como una profesión de fe hecha en medio de las tormentas. Gracias a este puñado de hombres, la conmemoración de este primer centenario de Zola tendrá un cierto aspecto universal. Confiemos en que para el segundo centenario el mundo le sea más propicio.
‘Diario de la Marina’, 4 de abril de 1940.
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Se normalizarán la caza y las carreras de caballos
PARÍS, noviembre 16.
Las dos actividades que hasta ahora no encontraban modo de acomodarse en tiempo de guerra eran la caza y las carreras de caballos, suprimidas totalmente desde principios de septiembre. Francia es un país enormemente cazador y anualmente se otorgan 1.500.000 licencias de caza y se mantienen cotos magníficos, que pagan rentas enormes. Las carreras de caballos representan un volumen gigantesco de riqueza. Después de muchas reclamaciones, hoy se ha logrado la promesa del Gobierno de reanudar las carreras en la primavera próxima. Se celebrarán 30 sesiones en el hipódromo Longchamp, 30 de trote y 20 carreras de obstáculos. Los cazadores, menos dichosos, no consiguen el levantamiento de la veda de guerra. El Ministerio de Agricultura solo permite la caza de conejos y otros animales dañinos. Efectivamente, si la caza del conejo no se permitiese, Francia llegaría a ser devorada por esos roedores que se reproducen fabulosamente. En los mercados de París el conejo se vende cada vez más barato, y llegará a no valer nada. Las mujeres aprenden además a curtir pieles con las cuales fabrican chalecos de conejo para los soldados del frente. Esta batalla contra el conejo es libre, a condición de no cazarlos con fusil. En el frente los soldados les ponen cepos. Se refiere que soldados franceses que habían puesto trampas para cazar conejos las encontraban cerradas y sin presa, con un papel que decía: “Thank you”. Eran los camaradas británicos que se les habían adelantado.
Hay ahora, además, un tipo de conejo de guerra exquisito, que los finos gourmets aprecian mucho. Se trata de conejos caseros, que, a falta de mercado para las flores, los criadores alimentan con claveles, rosas y todas las flores que no pueden venderse.
En general la guerra ha creado grandes complicaciones entre los animales domésticos. Un corresponsal del frente relata que cerca de la línea de fuego se había quedado en Alsacia una manada de vacas, pero pasados los tres o cuatro primeros días las pobres vacas se ponían a mugir terriblemente, como enloquecidas. La tragedia era que no las ordeñaban y esto les producía terribles dolores. Pero los soldados, en su mayoría hombres de la ciudad, no sabían ordeñar vacas y era imposible aliviarlas.
Ante la invasión de Polonia hemos visto la emigración en masa de aves espantadas que huían del fuego de los cañones
De todas las complicaciones creadas por los animales domésticos ante la guerra, la más grave es la originada por los perros falderos. Las mujeres parisienses evacuadas a los distritos rurales llevaban sus perritos perfumados y limpios, acostumbrados a la calefacción central y a los cojines de pluma que producen gran irritación en las campesinas. Ésta ha sido la causa de frecuentes disputas entre parisienses evacuadas y aldeanas que las acogían. En general la guerra es fatal para los perros, sobre todo para el perro chico. El perro que tiene como mínimo 50 centímetros se utiliza para la guerra, empleándoseles como centinelas para impedir las emboscadas durante la noche. Se ha comprobado que el perro de orejas derechas percibe el menor rumor hasta a una distancia de 300 metros e instintivamente va al lugar de donde parte el ruido, que husmea, y así salvan los perros muchas veces a los soldados del peligro de las emboscadas por sorpresa. Alemania cuida a estos perros útiles y da a sus propietarios tarjetas de racionamiento, porque en Alemania existen carnicerías especiales para perros. Pero el perro chico, de orejas gachas, está condenado a perecer con la guerra.
Las relaciones normales entre el hombre y las pobres bestias padecen las consecuencias terribles de la guerra. Ya hemos visto cómo ante la invasión alemana de Polonia se registraba la emigración en masa de las aves, que abandonaban, espantadas, las tierras polacas estremecidas por el fuego de los cañones, tanques y aviones, buscando países donde el poder destructor de los hombres no les haga la vida imposible.
‘Diario de la Marina’. La Habana, 17 de noviembre de 1939.
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El escritor Manuel Chaves Nogales con Ana Pérez Ruiz, probablemente en Francia entre 1937 y 1940, dada la edad de ambos y ya que ella no lo acompañó a Reino Unido.
Francia es la nación más ciclista del mundo
PARÍS, marzo, 29.
Con el buen tiempo, París advierte que la guerra le ha hecho perder una de las características que en los últimos tiempos daban a la ciudad, y a los campos, un aire juvenil, deportivo, vivo y alegre. Han desaparecido casi en absoluto los tándems y aquellos pintorescos equipos mixtos de tandemistas en los que tanto él como ella iban idénticamente vestidos, con el pulóver del mismo color, análogo calzón corto, el mismo gorrito y hasta el mismo pañuelo de color al cuello. Estas parejas en tándem que se exhibían por París mostrando con coquetería el mismo traje de sport para el varón y la hembra, como esos artistas de circo exactamente iguales que ejecutan sus ejercicios con un ritmo y acoplamiento perfectos, eran durante la primavera y el verano en París una de las notas más alegres y pintorescas de la calle.
Una buena compañera de tándem era, en las costumbres populares del París de los últimos tiempos, tan estimable y deseada como hace algunos años una buena pareja de tango argentino o de charlestón. El deporte ciclista, que es el que indiscutiblemente tiene las preferencias populares en Francia, había encontrado en el tándem la fórmula perfecta.
Las coqueterías y las gracias del cabaret y el restaurant se habían trasladado al aire libre, y no había muchacha bonita de París que se resistiese a la tentación de lucir sus piernas finas y nerviosas de ciclista y sus caderas esbeltas pedaleando por los boulevards a la grupa de un buen mozo que dócilmente se resignaba a ir vestido tal y como a ella se le antojaba vestirse. Pero llegó la guerra, el varón está en algún sitio de Francia cavando trincheras o pelando patatas, y la pobre tandemista abandonada se encuentra con una máquina de la que no puede tirar ella sola y para la que no es fácil encontrar pareja entre los hombres que quedan disponibles, demasiado viejos o demasiado jóvenes para cumplir la triple misión del tandemista, pedalear, enamorar y vestirse arbitrariamente.
Con las restricciones y la escasez de taxis, el ciclista es un privilegiado y cada vez hay más bicicletas rodando por París
Una de las pocas cosas que ha suprimido radicalmente la guerra es el tándem por equipos mixtos, que era como únicamente se practicaba en París. Este verano las abandonadas compañeras de tándem no tendrán más solución que resignarse a formar equipos únicamente femeninos, pero no es fácil que prospere la cosa porque no es lo mismo resultar favorecida de la comparación física con un varón que desfilar afrontando la competencia con una compañera afortunada, o participar en la desgracia de una amiga dócil y mal formada. El tándem, al desaparecer el varón, pierde sus mayores atractivos. Las sociedades de tandemistas intentan, sin embargo, que este deporte tan parisiense subsista en la adversidad y para el domingo próximo se ha organizado una vélille de la que formarán parte cuantos equipos se han salvado del virión de la guerra. Es de temer que estos equipos subsistentes no den el espectáculo grato, juvenil y alegre que daban los tandemistas movilizados con sus bellas parejas de 20 años. Las parejas que quedan son estrictamente las que ya no están en edad de mostrarse en calidad de espectáculo.
Las pobres tandemistas tendrán que volver al ciclismo individual, porque lo incuestionable es que solas o acompañadas seguirán siendo ciclistas. Este deporte es cada vez más necesario. Hoy, con las restricciones de autobuses y la escasez de taxis, el ciclista es un ser privilegiado y cada vez hay más bicicletas rodando por las calles de París. Actualmente hay en París 5.000 taxis menos que en el verano último, y por las noches no circula ningún autobús, solo un millar escaso de taxis, hasta el punto de que va generalizándose la costumbre de tomar los taxis en común, juntándose cuatro o cinco viajeros que van en la misma dirección y pagan a escote. En estas condiciones y con las restricciones de gasolina que son de esperar para el futuro, el ciclista tiene ventajas formidables. Afortunadamente, media Francia es ciclista. Apenas iniciada la primavera empieza el furor de la bicicleta. Y aún no han empezado las pruebas tradicionales; dentro de 10 días correrán los ases el critérium de primavera y no tardaremos mucho en empezar a apasionarnos por la vuelta a Francia, que se celebrará este año a pesar de la guerra, eludiendo solo la zona de los ejércitos. Francia seguirá siendo la nación más ciclista de Europa y del mundo.
‘Diario de la Marina’, 30 de marzo de 1940.