DictaduraEconomía

Raúl Castro ordena y los demás mienten

La “Tarea Ordenamiento” pondrá un peso extra en los hombros de la emigración cubana, que seguirá costeando la ineficiencia de la dictadura y su aparato represivo.

LA HABANA, Cuba. – Cuando los funcionarios castristas recalcan demasiado una afirmación, me invade la certeza de que ocurrirá justo lo contrario. Así, después de un par de días escuchando a Marino Murillo, Randy Alonso y Meisi Bolaños, la ministra de Finanzas y Precios, repetir que todas las medidas que se han tomado en este inicio de la “Tarea Ordenamiento” tienen como objetivo no dejar a nadie desamparado, me he convencido de que para 2021 la indigencia en Cuba alcanzará niveles de espanto.

La esperada información sobre el “día cero” para la unificación monetaria ha dado paso a la alerta ciudadana tras conocer cómo quedarán los nuevos salarios y pensiones con relación al encarecimiento de la canasta normada-liberada, los servicios básicos (corriente eléctrica, transporte público, agua, gas) y las medicinas; por no mencionar la carne, los productos del agro, la ropa y el calzado. Todavía hay ingenuos y despistados que no han notado que la nueva relación entre salario y consumo será “continuidad” de la actual. No sirvió hace 30 años, no sirve hoy y no servirá el año entrante, aunque Murillo se esfuerce por apuntalar el dislate con conclusiones que nadie se explica de dónde salieron.

La primera noche que el llamado zar de las reformas compareció en la Mesa Redonda, obeso y constipado, para explicar el tema de los salarios y las jubilaciones, el policlínico de mi barrio se llenó de pacientes de la tercera edad con la presión arterial disparada tras la noticia del reordenamiento de las tarifas del consumo eléctrico y el incremento del valor de la canasta básica contra pensiones que se esfuman en tres días.

Si pánico han provocado los nuevos salarios poniendo en perspectiva el señorío del dólar y el altísimo costo de los productos de primera necesidad, la incertidumbre de los pensionados desafía la disertación de Murillo sobre la canasta de bienes y servicios que se ha tomado como referencia para determinar que una jubilación de 1.528 pesos “es suficiente para cubrir una alimentación de 2.100 calorías diarias y otras necesidades”.

¿Cuál Cuba estudiaron para arribar a esa conclusión? ¿Con quiénes hablaron los ministros? No con los trabajadores, ni con los jubilados. De haberlo hecho sabrían que sus cálculos están errados y mejor hubiera sido reconocer ante las cámaras que el país está arruinado, que los aumentos son simbólicos y el pensionado que no cuente con un emisor de remesas entrará en un ciclo de penurias todavía peor, si cabe.

El premio de consolación, según Murillo, es tener sistemas de salud y educación gratuitos que en el resto de América Latina representan el 35,5% del gasto mensual per cápita. En teoría, los cubanos nos ahorramos ese costo, pero Murillo descarta todo un sistema de compensaciones “por la izquierda” asentado en un acuerdo no escrito entre médico y paciente, que garantiza un complemento al salario miserable del primero, y atención esmerada al segundo. El que no pueda retribuir la atención médica tiene que optar por el camino largo, donde demoras, peloteos y escasez de recursos están a la orden del día.

Murillo obvia que además de las medicinas controladas a precios subsidiados, hay fármacos de uso frecuente (antibióticos, analgésicos, antihistamínicos) que no cuestan menos de 20 pesos cada blíster en el mercado negro, un precio que ya era impagable para cualquier anciano pensionado, y que se triplicará a partir de enero con el alza salarial.

Olvida también Murillo a las familias que deben utilizar equipos eléctricos de cocción para ahorrar el gas de balita, y que se verán obligadas a pagar un dineral a la Empresa Eléctrica por haberle seguido el juego a la “Revolución Energética”, que repartió arroceras, cocinas de inducción y ollas reinas por toda Cuba.

La retórica ministerial parece estar dirigida a quienes no entienden el sistema cubano y creen que las tablas presentadas en la Mesa Redonda exhiben indicadores basados en la realidad económica de un país que en poco más de un año ha experimentado dos aumentos de salario sin respaldo productivo, que es lo mismo que imprimir billetes para jugar Monopolio. Dichos indicadores son mostrados en la ONU por cualquier diplomático charlatán, entre tantos que representan a Cuba, y se quedan atónitos los delegados de otras naciones ante números ficticios, creyendo que el socialismo realmente funciona.

Pero los que saben leer entre líneas ya han comprendido que la “Tarea Ordenamiento” pondrá un peso extra en los hombros de la emigración cubana, que seguirá costeando la ineficiencia de la dictadura y su aparato represivo. Para los inconformes dentro de la Isla habrá multas, cárcel o algo peor. La presencia en las calles de tropas especiales bien equipadas no deja dudas de hacia dónde van el dinero y las intenciones.

El anuncio de las normativas ha servido para que la gente ponga a un lado al Movimiento San Isidro y lo ocurrido ante la sede del Ministerio de Cultura. La efervescencia política se ha apaciguado temporalmente, pero en la medida en que la situación se agrave el debate crecerá y se radicalizará. Por el momento, los cubanos buscan soluciones para atraer al dólar esquivo, que ya se cotiza entre 40 y 50 pesos en el mercado informal, porque el mismo Estado que dolariza la economía se niega a venderle moneda fuerte a sus propios ciudadanos.

El desamparo es un mal acentuado en Revolución, al igual que los precios especulativos y abusivos, la dependencia del familiar que vive fuera, la represión y la predisposición de los funcionarios del régimen al cinismo y el engaño compulsivo. Un meme, de tantos que circulan por estos días, ilustra la subordinación perruna de Díaz-Canel a Raúl Castro y la simplicidad de la “Tarea Ordenamiento”: él ordena, y yo miento.

 

 

 

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