R. Osío Cabrices: Cómo entender Venezuela (o al menos intentarlo)
Hace un año lanzamos Cinco8. Desde entonces hemos aprendido mucho sobre el país que tenemos hoy, sobre la naturaleza del cambio que experimenta Venezuela
El contexto que teníamos alrededor de Cinco8 cuando pusimos este sitio en vivo, hace un año, no era el que tenemos hoy, y ni siquiera con nuestra capacidad aprendida para imaginar desastres en Venezuela podíamos contemplar que 2020 nos traería una pandemia. En agosto de 2019, fresco todavía el trauma del apagón nacional de marzo, y aún sin desvanecerse del todo la esperanza alrededor del apoyo internacional al presidente encargado, Elvia Gómez contaba desde Caracas que la gente aceptaba con el mejor humor posible la realidad que no podía cambiar. Ahora, lo mejor que tenemos a mano para definir el país actual es la Encuesta Nacional de Hogares, un retrato que es catastrófico pero para nada exagerado. Rota la breve burbuja de la normalización dolarizada que nunca benefició sino a una pequeña parte de la población, ahora todas las angustias confluyen en que el coronavirus ya entró, y está confrontándonos con lo íntimo y con la ciudad que nos rodea, con la vulnerabilidad que está matando.
¿Qué ocurrió en estos doce meses? En los más de 500 artículos que publicamos durante ese periodo, entre los resúmenes de Naky Soto, las crónicas, los ensayos y las conversaciones, nos hemos preocupado por comprender lo que hay detrás de ese arco de desesperanza, partiendo de nuestra misión: explicarte Venezuela. Ha sido intenso. Hay demasiadas cosas de qué hablar, demasiadas preguntas sin respuesta; hemos tenido que revivir viejas heridas y hasta lidiar con un MeToo moment. Todos los días se nos parte el corazón. Todos los días, o casi todos, encontramos cómo remendarlo para que siga bombeando sangre. Y todos los días aprendemos algo, que podemos intentar resumir a continuación.
Venezuela no se entiende si solo escuchas a los políticos
Durante demasiado tiempo, en Venezuela nos acostumbramos en los medios a participar en el juego siniestro de la polarización y a conformarnos con lo que los líderes de nuestros bandos nos hacían repetir. Ninguno de nosotros está a salvo de los sesgos que sus simpatías y antipatías políticas pueden causar sobre el trabajo periodístico, pero en el caso de Cinco8 (y de su hermano mayor musiú, Caracas Chronicles) aunque no creemos en la antipolítica que en demasiados casos termina favoreciendo a los demagogos, buscamos respuestas menos prefabricadas e interesadas a las preguntas que nos hacemos. Por eso no entrevistamos políticos; preferimos difundir las ideas de quienes los políticos siempre tienden a ignorar: los investigadores, los intelectuales.
Por si te lo perdiste:
—Benigno Alarcón aclara por qué a la oposición ya no se le cree
—Guillermo Aveledo Coll describe la diferencia entre el país real y el de Twitter
—Carlos Bellorín habla de desembarazarnos de los mitos sobre el petróleo para rescatar nuestra industria
—Laura Vidal propone trascender la angustia y aprovechar el saber de la academia
—Para Violeta Rojo, la partida la terminó ganando Doña Bárbara.
No se puede entender Venezuela solo desde Caracas
Desde el principio nos planteamos que el relato de la nación tiene que ser, pues, nacional. Tiene que venir de Caracas pero también de Maracay, Valencia, Cumaná, Mérida, Maracaibo, Ciudad Guayana. Comprender cómo está cambiando Venezuela implica verla por todos sus ángulos, que son distintos.
Por si te lo perdiste:
—Así cambió la dieta marina en Margarita
—El último viaje a Trincheras del hijo de Berta
—Una historia de Barquisimeto en tres monumentos
—Cómo el Zulia se quedó a oscuras
—Un rito ancestral que te hiela la sangre en Mérida.
No se puede entender Venezuela solo desde Venezuela
Con más de cinco millones de nosotros en distintas normas de emigración, teníamos que dividir todos los temas de Cinco8 en dos grandes categorías: adentro y afuera. ¿Cómo es ser un país de emigrantes, que ahora expulsa gente en vez de recibirla? ¿Cómo vivimos en nuestras nuevas ciudades de acogida? Hay que documentar los prejuicios contra los venezolanos, y ahora el golpe de la pandemia en México, España, Perú, Colombia, Ecuador o Argentina.
Por si te lo perdiste:
—De cómo desapareció José Rafael Guzmán
—Una boda rarísima en Central Park
—Los errores que cometemos al explicar nuestra situación a un extranjero, según Paula Vásquez Lezama
—Lo que aprendió Astrid Cantor a cargo de una ambulancia española
—Cristal Palacios: “Emigrar es un aprendizaje permanente”
No se puede entender Venezuela si crees que no es parte del mundo
Es cierto que explicar Venezuela desde el desconocimiento extranjero es tan riesgoso como explicar el resto del mundo con una mirada chovinista, pero la brecha entre nosotros y los demás no es tan profunda como podemos pensar. Esos conflictos que vemos en otras partes también existen en nuestro país; aquí también tenemos que hablar sobre identidad de género, racismo, extinción de especies o ambiente, y sobre cómo esos temas se cruzan entre sí —como en el caso del tráfico de fauna y la pandemia— y son mucho más que hashtags, son problemas de derechos humanos y de desarrollo que impactan tu vida diaria.
Por si te lo perdiste:
—Lo del cambio climático también es contigo, advierte Alejandro Álvarez Iragorry
—César Aramís se vacila el racismo
—Sandra Caula muestra cómo nos hacemos los locos con la violencia de género; Alicia Hernández cómo se vive con ella; Gabriela Mesones Rojo escribe sobre una mujer en Maracay encerrada y esclavizada por décadas; Nayrobis Rodríguez investiga la historia de una de las muchachas vendidas como prostitutas en Trinidad.
No se puede entender Venezuela sin captar la gravedad de su presente
El agobiante presente venezolano es de complejidad casi inabarcable: la distopía socialista degeneró en una gran privatización, en un retroceso para la mujer, en huir para sobrevivir si tienes VIH, en derrumbe educativo, hambre a diario para la mayoría. Eso hay que contarlo, y contarlo bien.
Por si te lo perdiste:
—Simón Herrera Celis te dice por qué no encuentras gasolina
—Rubi Guerra y la destrucción de la UDO
—La lucha de Katherine Martínez en el hospital de niños
—Para Provea, la pandemia es un gran regalo para la dictadura
—El país desde una ONG que salva vidas, con Feliciano Reyna.
No se puede entender Venezuela solo desde el presente
Aunque lo desconozcamos, el pasado está ahí. En los ancestros sefardíes, como escribe Isaac Nahón Serfaty. En siglos de logros que van más allá de la tristeza de hoy, como rememora Jesús Piñero acerca de Petare. Tenemos que comparar con honestidad lo que estamos viviendo con lo que hemos vivido, y proteger tanto la historia como la memoria, que es documental, visual, urbana, gustativa.
Por si te lo perdiste:
—Nos sacaron de nuestro camino histórico, opina Antonio López Ortega
—Los bodegones son un fósil viviente del siglo XIX, enseña Tomás Straka
—Carlos García Soto apunta a esos mitos que nos dificultan aceptar lo que terminó pasando
—Colette Capriles mira con franqueza la nostalgia de la modernidad interrumpida
—Cynthia Rodríguez muerde el tiempo encerrado en un Toronto.
Finalmente, no se puede entender Venezuela si la das por muerta
Sin embargo, como la realidad está hecha de matices, no solo hay que documentar las pérdidas. Nuestra cultura, pese a todo lo que tiene en contra, está viva. Aún se hace teatro, se escribe, y nuestras Galerías virtuales de Cinco8 están repletas del trabajo reciente de nuestros artistas jóvenes. Nos han hecho un daño inconmensurable, pero no nos han derrotado como cultura.
Por si te lo perdiste:
—La increíble historia de Gerry Weil
—La mente poderosa de Ulises Hadjis
—Yordano está bien
—Un tesoro que tenemos en las manos y no hemos aprovechado
—Nuestro patrimonio intangible será reconstruido, confía Guillermo Ramos Flamerich.
Aunque el país no deja de cambiar, las premisas con que salimos hace un año se mantienen: Venezuela sí se puede explicar si se la mira y escucha con respeto y atención, sin gríngolas ideológicas, con perspectiva geográfica e histórica. Y hay que explicarla bien, con nuestro hermoso español venezolano, a una audiencia dispersa, con muchas distracciones, a la que hay que ganársela con responsabilidad y con calidad.
Ahora nos toca ser mejores que nuestro primer año. Y a los venezolanos en general, entender las cosas tal cual son, sin darle la espalda a la realidad ni reemplazarla con mitos, prejuicios o teorías conspiratorias. Para eso cuentan con nosotros.