Alma Delia Murillo: Yo, mamadora
Ocurre que, para regocijo de mi espíritu, llegué a una edad en la que me importa poco el asunto de pertenecer al conjunto de moda o a la opinión de la mayoría. Pero para desgracia de mi osamenta, llegué también a una edad en la que tengo más claro que nunca el valor del tiempo directamente encajado en cada una de las células de este cuerpo con fecha de caducidad.
He enterrado a algunos de los míos y no me estoy haciendo más joven, hace ya rato que empecé a experimentar el tiroteo que es pasar de los cuarenta y la tormentosa lucidez de saberme finita me obliga a elegir cuidadosamente cómo pasar mi tiempo. Y pocas cosas me importan más que dedicarle tiempo a la lectura.
Así que vengo de gran señora y pobre cñora a defender una causa que considero tan justa (o más) como las que el valeroso caballero de la triste figura defendía y es el hecho de sentir orgullo por los libros leídos.
Cómo chingados no.
Orgullo, alegría, gratitud y unas necias ganas de compartir como toda buena viciosa, aquello que me provocó tal placer que no veo la hora de que otros lo experimenten.
También quiero defender mi derecho a discrepar con quienes se ofenden porque nos gusta hablar de los libros que leímos. Quienes descalifican el gusto por la lectura están en todo su derecho de encontrar cool un mundo donde los libros son secundarios, como lo estoy yo de encontrar espantoso un mundo que alardea de ignorancia y que además aglomera con orgullo a quienes quieren sofisticar el hecho llano de que no leen porque no quieren. Pues no leen y punto. Y está bien.
Pero no la chinguen con que eso los hace superiores o más simpáticos o más dignos de presumir su identidad señalando a quienes no encajamos en ella.
Y no es un asunto meramente personal, no se trata sólo de un gusto versus el otro; es también y sobre todo, echar por tierra un logro que ha costado batallas descarnadas para reducir el analfabetismo; todavía a principios del siglo pasado, por ahí de 1910, más del 70% de la población de este país no sabía leer ni escribir. Y no saber leer ni escribir es el origen de un círculo maldito que impide la movilidad social, que conlleva abusos, pobreza, y un mundo jodidamente desigual.
(Gracias a quienes siguen leyendo porque sé que a estas alturas ya abandonaron algunos calificándome de mamadora… continúo)
Pero cerrando el apocalíptico 2020 tengo aún más poderosas razones para defender la pasión por la lectura y las ganas de compartir los libros leídos. Ya he dicho que la literatura nace de los grandes dolores de la humanidad, de las crisis económicas, de las guerras, de las pestes. Somos una especie que necesita, desesperadamente, hacerse el relato de sí misma porque eso nos reconstruye. Somos una especie que sin contarse su propia historia no existiría. Es así.
Así que este año pandemia que ha matado a cerca de dos millones de personas y que ha dejado tal dolor a su paso, que ha enfermado a unos de Covid-19 y a otros de ansiedad o depresión, será uno de los que más necesitará reconstruirse en la literatura. Y la literatura, lo digo francamente, no es entretenimiento. O no sólo. La literatura es otra cosa, es la vida con todos sus matices. Para que me acaben de odiar por mamadora: hay que aprender a madurar la psique para comprender que leer no es un asunto de pose o «mamador», sino el resultado de tener apetitos complejos y adultos por alimentar. Así que los libros, más que estar para entretener, están ahí como espejos del alma para quien quiera asomarse a ellos.
Por eso este también fue un año en que los libros nos permitieron a muchos salir del encierro, de la soledad, de los ataques de pánico. Y ese milagro, gente querida, es para agradecerse; y por eso dan tantas ganas de compartirlo. Por eso regalar un libro es tener ganas de regalar una experiencia curativa, dolorosa quizá, pero curativa al final.
Una de las razones por las que más agradezco este año, fue haber leído tantos libros como pude. Con fruición, con asombro, a veces con desgano; pero nunca ocurrió que un libro no se convirtiera en el refugio que mi espíritu buscaba.
Este año también, gracias a la producción de un pódcast literario (se llama Diario la libro y lo encuentran en Amazon Audible) pude hablar de libros con mi queridísima amiga, la escritora Julia Santibáñez, y de veras que cuento la experiencia de hablar de mis lecturas con ella como una de las más gozosas de este ciclo maldito que por fin llegó a su último día.
Gracias a ese pódcast, por primera vez puse realmente atención en los libros escritos por autoras y quiero destacarlos.
Así que yo, mamadora, de los sesenta y dos libros que leí este 2020 (al final dejaré la lista completa) hoy quiero hablar de diez que elegí, primero por su gran calado literario y después porque son el trabajo de escritoras que merecen más lectores y lectoras de los que hoy tienen. Aquí voy.
El cuento de la criada, de Margaret Atwood. Por su prosa visionaria y atemporal, por el perfecto artilugio narrativo.
La campana de cristal, única novela de Sylvia Plath. Por la habilidad para crear un personaje con un mundo interior complejísimo.
Vivir, pensar, mirar; ensayos de Siri Hustvedt. Por su inteligencia racional y emocional deslumbrante.
El monstruo pentápodo, de Liliana Blum. Una novela brutal y brutalmente bien escrita.
¿Será que soy feminista?, de Alma Guillermoprieto. Un ensayo lúcido, sencillo e iluminador.
Manual para mujeres de la limpieza, de Lucía Berlín. Por el talento inagotable como narradora de Lucía Berlín en cada uno de sus cuentos.
Cuentos completos, de Elena Garro. La prosa de la Garro, las tramas que concebía, la poesía que salpica cada dos líneas de lectura. Un lujo.
La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero. Espléndido relato de la experiencia humana de Marie Curie y de las pérdidas, de las mujeres contra el mundo.
Álbum de familia, cuentos de Rosario Castellanos. De una inteligencia agudísima, provocadora.
Nada, de Carmen Laforet. Por su mirada de lo humano desde el interior de una familia, por el infierno psicológico tan bien contado como el que más; que escribió cuando sólo tenía 22 años. Imperdible.
Y aquí dejo la lista completa de mis lecturas de este año, el orden es meramente cronológico, fui registrando los libros conforme los terminaba. Si a alguien le sirve como referente para acompañarse este 2021, pues venga. Los abrazo con lo mejor de mi alma que son los libros que he leído, los dioses y los demonios saben que no miento.
- La mancha humana, Philip Roth
- El cuento de la criada, Margaret Atwood
- La campana de cristal, Sylvia Plath
- Tragedias completas de Shakespeare
- Un enigma llamado Shakespeare, Gustavo Artiles
- Don Quijote de la mancha, Miguel de Cervantes
- La madre de Frankenstein, Almudena Grandes
- La peste, Albert Camus
- El amor en los tiempos del cólera, García Márquez
- Cuentos completos, Allan Poe
- Soldados de Salamina, Javier Cercas
- Terra Alta, Javier Cercas
- Nadie nos vio partir, Tamara Trottner
- Mi historia, Rosa Parks
- Las cosas que perdimos en el fuego, Mariana Enriquez
- Noticias del imperio, Fernando del Paso
- El traspié, Fernando Savater
- Los diarios de Adán y Eva, Mark Twain
- Farenheit 451, Ray Bradbury
- 1984, George Orwell
- Vivir, pensar, mirar; Siri Hustvedt
- Elegía para un americano, Siri Hustvedt
- Recuerdos del futuro, Siri Hustvedt
- Alegría, Manuel Vilas
- Ordesa, Manuel Vilas
- Los perros de Riga, Henning Mankell
- El hombre en busca de sentido, Víctor Frankl
- El monstruo pentápodo, Liliana Bloom
- Salvar el fuego, Guillermo Arriaga
- La visión de los vencidos, Miguel León Portilla
- Todos deberíamos ser feministas, Chimamanda Ngozi Adichie
- Falos y falacias, Adriana Royo
- La inteligencia de las flores, Maurice Maeterlinck
- La soledad era esto, Juan José Millás
- Cuentos completos, Rubem Fonseca
- Lluvia fina, Luis Landero
- Colmillo blanco, Jack London
- Manual para mujeres de la limpieza, Lucía Berlín
- César Vallejo, Antología
- El último apaga la luz, Nicanor Parra
- García Lorca, Antología poética
- Sonetos, Alejandro Aura
- Biografía del silencio, Pablo D’Ors
- El traidor, Anabel Hernández
- La tregua, Mario Benedetti
- El vampiro de la colonia Roma, Luis Zapata
- El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde
- Yo, Elena Garro; Carlos Landeros
- Debo olvidar que existí, Rafael Cabrera
- Cuentos completos de Elena Garro
- Recuerdos del porvenir, Elena Garro
- ¿Será que soy feminista?, Alma Guillermoprieto
- La muerte de Iván Ilich, Tolstoi
- La invención de la soledad, Paul Auster
- Antígona González, Sara Uribe
- La memoria donde ardía, Socorro Venegas
- La ridícula idea de no volver a verte, Rosa Montero
- Mujer que sabe latín, Rosario Castellanos
- Álbum de familia, Rosario Castellanos
- Algún día te mostraré el desierto, Renato Cisneros
- Cervantes, la figura en el tapiz; Jorge García López
- Nada, Carmen Laforet