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Ricardo Bada: Del idioma como granja avícola

Diego Marín Contreras, el gran columnista barranquillero, dedicó una de sus glosas lúcidas y lúdicas a la solemne tontería de no emplear el verbo “poner”, porque “Poner ponen las gallinas”, y que el verbo correcto sería “colocar”. Marín Contreras se preguntaba si entonces lo más correcto sería decir y escribir colocarse pálido, colocar la mesa, colocarse de pie, colocarse de acuerdo, colocar los puntos sobre las íes, colocar por escrito, colocar punto final, etc. Amén de que habría que rebautizar el municipio de Ponedera, Atlántico, 40 k al SE de Barranquilla, acostado sobre el Magdalena, y llamado así porque allá iban a desovar las tortugas: “¿Qué tal que se llamara Colocadera?”

‏Por su parte, a la tuitera @AgnesBeauchamp (entiendo que bogotana) ya le he registrado un trino que dice: “Por el amor a Jesucristo Superestrella no ‘coloquen’, pongan”. Y otro tuitero, @Ladeiraso, trinó desde Austria: “Mi vida, poner ponen las gallinas, vamos a llenar el carro o vamos a colocar gasolina dentro del depósito, gracias”. Hasta Venezuela llegó la onda, vean si no este trino de la gran @MilagrosSocorro: “El verbo ‘poner’ no es intercambiable con ‘colocar’. Prueba: ‘Pepito se colocó bravo’”.

Y por mi parte, pienso que con esa mentalidad léxica propia de una granja avícola habría que hablar de personas de elevada colocación social, del soldado en su colocación de combate y del obrero en su colocación de trabajo. Además de que en la acepción del verbo “poner” como “suponer”, habría una estupenda novela del suizo Max Frisch, Mein Name sei Gantenbein, cuyo título deberíamos traducir como Coloquemos que me llamo Gantenbein.

Pero como mejor que ejemplos aislados lo que vale sería todo un párrafo, intentémoslo. Esta columna postula ahora un ejercicio de traducción mental que desemboca en una metamorfosis. Allí donde empleo una forma conjugada o sustantivada del verbo “colocar”, el atento lector deberá leer la forma correspondiente del verbo “poner”. Pero si así lo hace, y de acuerdo con el código del bien decir colombiano, al final de la columna habrá mutado en gallina. ¿Se atreven?

¡Sus, y valor! ¡Vamos allá!

¡Qué hermosa la colocación del sol aquella tarde! Contemplándola decidí colocar mis ideas en orden, porque me habían invitado a un congreso de periodistas donde debería presentar una colocancia acerca del tema “Los presucolocados de la información cultural”, uno que siempre me coloca sentimental, que siempre me conmueve, como las novias que se quedan, pobrecitas, concolocadas y sin novio. Y en un ejercicio de sincronicidad y simetría perfectos, cuando acabé de colocar en orden mis ideas, el sol terminó de colocarse tras el horizonte.

 

 

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