Democracia y Política

Yoani Sánchez: «No te acerques mucho, hermano Francisco»

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Obras para edificar el altar para el papa en la Plaza de la Revolución de La Habana. (Luz Escobar)

Una Cuba de miradas diversas y pasiones encontradas es la que hallará el Obispo de Roma cuando en pocos días comience su visita a la Isla. Un país que quiere entrar en el futuro, pero permanece atenazado por un discurso político que murió con el siglo veinte. El contexto demandará toda la destreza diplomática de Jorge Mario Bergoglio, pero vale la pena aconsejarle el imponente verso de Rubén Darío: «No te acerques mucho, hermano Francisco».

A su llegada a La Habana le espera al papa un masivo recibimiento y las correspondientes fotos de familia. Tendrá que posar junto a un poder que hace décadas ordenaba arrancar escapularios, prohibir crucifijos y recluir al fondo de las casas los cuadros del Sagrado Corazón de Jesús. Ese mismo Gobierno que impidió –bajo el temor de las represalias– que varias generaciones de cubanos fuéramos bautizados o entráramos a una Iglesia.

En la plaza donde el rostro del ateo Ernesto Guevara se erige en la fachada del Ministerio del Interior, oficiará su misa Francisco. Viene precedido de una reputación de revolucionario dentro de la Iglesia, de hombre conciliador y dispuesto a romper el protocolo. Carga sobre sus hombros, también, el haber sido mediador en las conversaciones secretas que durante 18 meses sostuvieron los Gobiernos de Estados Unidos y Cuba.

La responsabilidad que ha contraído con un gesto así supera la gloria que recogerá por su intervención. Ahora, le llega el turno de otras mediaciones. Francisco conocerá de cerca una sociedad donde unos pocos han excluido a millones de la toma de decisiones. Una nación donde las diferencias ideológicas se pagan con el insulto, la represión y el exilio. Un sistema que ha cultivado la mala levadura de la intolerancia y se ha apoyado para gobernar en esa parte de los individuos que es el lobo de la intransigencia.

Una visita papal no cambiará Cuba ni el jefe de Estado del Vaticano tiene que cargar con las demandas de sus once millones de habitantes

Bergoglio visitará al expresidente Fidel Castro en su larga convalecencia. El principal artífice de tantas divisiones y dolores. Pero cuidado: «No te acerques mucho, hermano Francisco». Ese hombre y el poder en Cuba representan justo lo contrario de lo que un sumo pontífice quiere promover con sus homilías y actuaciones.

El Gobierno cubano tratará de obtener validación y prestigio de esta visita. Sin dudas, algo logrará. Mostrará un mejor talante hacia los religiosos, aunque en el fondo siga desconfiando de la Iglesia católica y no haya hecho una pública autocrítica por los años de excesos contra la gente de fe. Por otro lado, indultará a 3.522 prisioneros, pero mantendrá intacto el código penal que lleva a tantas personas a la cárcel por el simple acto de matar una vaca o de oponerse al Gobierno.

Los fieles y el pueblo en general vivirán días de esperanza y control. Si se repite el esquema represivo de la visita de Benedicto XVI, muchos se enterarán del contenido de las misas días después, cuando salgan de los calabozos donde los encerrarán de manera «preventiva». Esos también quieren que el pastor medie por ellos, hable por su voz, reconozca que existen. ¿Podrá Bergoglio recoger esos reclamos?

Es necesario recordar que una visita papal no cambiará Cuba ni el jefe de Estado del Vaticano tiene que cargar con las demandas de sus once millones de habitantes. «Vete a tu convento, hermano Francisco, sigue tu camino y tu santidad», le hubiera repetido aquel bardo nicaragüense. Sin embargo, por esta vez, necesitamos que se detenga, que esté atento, que calme a esa fiera de la sinrazón política que vive entre nosotros.

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