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Ana Cristina Vélez: Homo ciber e inercia en la educación escolar

Computadores e internet son tecnologías que no entendemos, pero usamos. Son productos de la mente de un colectivo, que se desplaza en el tiempo y en el espacio. Llegaron, y desde entonces han modificado el mundo y la cultura, en todas partes. La tecnología no solo cambia la cultura, cambia a los hombres. Recordemos: cuando los homínidos empezaron a manejar herramientas de piedra se trasformó su ADN y se trasformó su cultura; apareció un homo que era hábil, y con ello, una selección que prefería a los mejores, pues tenían muchas ventajas sobre los menos hábiles. En la coevolución entre los genes y la cultura, de la que habló Edward Wilson en su libro Consilience (1999), se observa que la evolución genética del linaje humano adhirió una ruta paralela para la evolución cultural, y, desde entonces ambas formas de evolución se relacionan entre sí; sin embargo, trasformación genética no se da en el Homo ciber, pues no hay una selección de los cerebros más aptos para manejar estas tecnologías, ya que no dejan más descendientes quienes lo hacen mejor.

Los computadores y el Internet no solo han acercado a las personas alrededor del mundo, sino que las han convertido en un solo “organismo”, dependiente de sus constantes cambios y desarrollos. A pesar de esto, la educación escolar ignora, en gran medida, las necesidades nuevas que han surgido, e insiste en impartir conocimientos y destrezas que realmente no les otorgan ventajas a sus portadores. La educación de los colegios parece planeada para personas del siglo 19. Se pregunta uno, ¿por qué, si dependemos de estas tecnologías, no se enseñan principios de programación y de sistemas en los colegios? Si estas son las herramientas más trascendentales y más usadas, ¿por qué no se estudia y revalúa el tipo de enseñanza que se les sigue dando a los muchachos?

Lector, recuerde las materias que estudió en el colegio, y trate de evaluar lo que aprendió. Pregúntese: ¿hasta dónde llegan sus conocimientos de Biología?, ¿conoce cómo funciona el mecanismo darwiniano? ¿está familiarizado con los problemas ecológicos que enfrenta el mundo en la actualidad? Seguro estudió los componentes de la célula con detalle, y seguro que también ya los olvidó; pero, sabe ¿cómo se forma un organismo, qué tipos de mecanismos de reproducción existen?, ¿cómo son las cadenas alimenticias y cómo evolucionó la vida en la Tierra? Probablemente la respuesta sea: “No, no sé”. Lo que sí sabe es que los aprendizajes olvidados son tiempo y esfuerzo perdidos.

Es importante saber muchas cosas de memoria para ser eficaz, para moverse por el mundo; pero es igual de importante reconocer qué conocimientos aprendidos de memoria son inútiles, porque se pueden consultar fácilmente y porque no agregan ninguna capacidad de predicción o de aciertos o de invención. Todo lo que se aprende de aritmética en el colegio es muy útil para la vida. Es importante saber algunos conceptos de matemáticas y fórmulas de la geometría, saber hacer una contabilidad sencilla o, al menos, saber manejarla en alguno de los programas de computador que existen para ello. Sin embargo, se puede asegurar que la persona que terminó el colegio y no pertenece al campo de las matemáticas no recuerda nada de álgebra, nada de cálculo. Ahora, ¿por qué los estudiantes, incluso los de matemáticas, pasan meses resolviendo ecuaciones que nunca van a enfrentar sin la ayuda de programas de computador especializados en resolverlas, como Maple? Así, en cada materia, sea Física, Química (se acuerda el lector ¿qué significa pivito igual povote?) Matemáticas, se aprenden cosas que no se van a recordar, que no se van a usar jamás, excepto si se trabaja en el campo específico que las usa; además, porque otro aspecto de la educación escolar es el de embutir cientos de conocimientos, cada semana, pero muy pocos relacionados con la comprensión de las leyes que gobiernan el mundo.

Con la pandemia se agudizó la necesidad de evaluar la educación escolar, tanto en la forma como en el contenido. Sabemos que el rol, el papel del profesor, tiene que ser reevaluado también. El colegio significó para muchas personas el lugar destinado a la aburrición y al tiempo perdido (excepto para los que jugaban fútbol). El colegio ha sido un lugar mata las pasiones, nunca, un exaltador de la curiosidad o del amor por el conocimiento.

Sin duda, lo más importante del colegio es la socialización. Lo han estudiado los sicólogos: para un buen desarrollo de la personalidad y del talento social es mejor tener amigos que padres. Para ser “normales” es más importante tener interacciones sociales, permanentes y tempranas, que crecer aislados, con papá y mamá. La educación en la casa no puede ofrecer socialización, pero sí educación directa y personal, con softwares diseñados para enseñar las distintas materias. Al colegio se va, pero a bailar, a tocar instrumentos, a jugar, a debatir, a socializar.

En un computador se puede jugar para aprender, y se puede aprender a una velocidad personal. Se necesita con urgencia el desarrollo de programas para enseñar las distintas materias escolares a través del computador. Desde kínder, los niños podrían manejar sencillos programas. ¡No más libros escolares! Ni más estudiantes copiando de un tablero. En estos programas se estimularían todos los sentidos, pues al tiempo que se lee, se oye y se ve (y no con imágenes estáticas, sino con imágenes animadas), se interactúa. Los expertos en videojuegos serán, mancomunadamente con los escritores de textos escolares, los productores de las nuevas plataformas para el aprendizaje. Estos programas permitirán la evaluación, paso a paso, del aprendizaje, antes de pasar a niveles más altos. Las ventajas son enormes, pues, además, el estudiante más lento puede repetir un tema cuantas veces lo necesite. ¿Se acabarían los profesores? No, pues el profesor hará el papel de guía personal, que resuelve dudas, amplía conceptos, ayuda y, en últimas, evalúa. ¿Cuántos profesores malos, malísimos y mediocres tuvieron en el colegio? La respuesta es: decenas.

Es cierto que la educación se vuelve en un cierto sentido más despersonalizada, pero en otros, personalizada por completo. Unos programas serán mejores que otros; además, se irán seleccionando los más buenos, los más efectivos y los más útiles, bajo un test constante de efectividad, pertinencia y claridad. Los programas tendrían exámenes y ejercicios en los que se practiquen los conceptos, los conocimientos, de manera que el joven pueda evaluarse a sí mismo, sin testigos, sin jueces, sin premios ni castigos, antes de ser evaluado por el tutor del colegio.

La educación va a transformarse, tiene que cambiar, y lo hará con seguridad. Esperemos que no se demore mucho, que no sea demasiada la inercia cultural.

 

 

 

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