Hasta nunca, Pablo Iglesias
El hasta ahora vicepresidente del Gobierno ha demostrado sobradamente que no se movía por ideales ni por un legítimo interés por transformar España: su paso por la política sólo ha servido para enriquecerle
Querido Pablo Iglesias, siempre me pareciste un idealista, un tipo con principios, aunque fueran equivocados, y con la sana intención de regenerar el sistema y transformar España. A diferencia del presidente del Gobierno, que va adaptando su ideología en función del momento y de sus propios intereses, en ti vi un tipo con las ideas muy claras. Me empecé a caer del guindo cuando aceptaste entrar en el Gabinete de Pedro Sánchez a cambio de cinco carteras florero, pero tanto tu repentina salida del Gobierno como tu reciente declaración de patrimonio han acabado por confirmar mis peores sospechas: te metiste en política para servirte de ella.
Una vez conseguido tu objetivo, el de acumular lo que has considerado suficiente, volverás a tocarte la mandolina, que en el fondo es lo que siempre te ha gustado, porque la política, aunque no es muy exigente, cansa. Eso de los madrugones, las reuniones de trabajo y los actos institucionales no es lo tuyo, y ahí está la agenda oficial de tu Ministerio para demostrarlo: has visto más series en este último año que las que cualquier trabajador normal puede llegar a presenciar en una década.
Has querido vendernos la moto de que salías del Gobierno obligado por las circunstancias, ante la amenaza del fascismo en la Comunidad de Madrid. La verdad es que en un primer momento la jugada te salió bastante bien, pues media España apreció tu arrojo por haber mandado a la mierda la moqueta y el coche oficial para dar la batalla en unas elecciones decisivas. Sin embargo, tú sabes mejor que nadie que tu capacidad de engatusar a la gente es ya muy limitada. De hecho, ya no engañas ni a los que teóricamente están más cercanos a tu ideología: tu ‘amigo’ Íñigo Errejón te dio con la puerta en las narices cuando quisiste asaltar su partido y hasta el propio Ángel Gabilondo ha renegado de ti en cuanto ha podido.
Ya no sumas, Pablo, ya restas. Y lo sabes mejor que nadie. Por eso has aprovechado la ocasión que te ha brindado Isabel Díaz Ayuso convocando las elecciones para comenzar a salir de escena. Tu resultado el 4-M, por mucho que al final consigas sacar algunos escaños, será la derrota/excusa perfecta para desaparecer para siempre de nuestras vidas.
Te vas porque sabes que estás a cinco minutos de que tus propios compañeros de partido te corran a gorrazos. Ya te han visto las cartas hasta tus más acérrimos voceros mediáticos. Te has convertido en un fantoche, capaz de llamar a la alerta antifascista para ocultar tu enriquecimiento personal, que antes o después acabará obligándote a comparecer ante los tribunales para explicar de dónde sale tanto maná. De hecho, y aunque España hace como que no se ha enterado, conviene recordar que ahora mismo tienes imputados por delitos de corrupción al tesorero, al gerente y al director de comunicación de tu partido… y que una exabogada de Podemos te ha acusado directamente de enriquecerte con dinero ajeno.
Iglesias y Montero, pareja de éxito
No es de extrañar, porque los números cantan. No se conoce un caso igual de progreso económico en nuestro país. Llegaste a la política con una mano delante y otra detrás, comprando las camisas en Alcampo, y, seis años después, has terminado con una mansión a las afueras de Madrid (parcela de 2.000 metros cuadrados con piscina), tres niños pequeños (y tres perros), varias personas de servicio, 111.000 euros muertos de risa en el banco y hasta un fondo de pensiones de 187.500 euros (dices que en realidad esto último es el seguro de vida de la hipoteca, pero debes ser el único ser humano del planeta que se apunta como activo un dinero que sólo podrá cobrar cuando muera). Si esas son las cifras oficiales, si eso es lo que te sobra después de haber pagado todo lo que pagas, es fácil que cualquier persona decente se pregunte a cuánto asciende realmente tu fortuna.
Si en España hubiera periodismo de investigación, en vez de seguir retozando en el ‘caso Gürtel’ o en la fosa séptica del comisario Villarejo, los medios te habríamos desmontado hace ya bastante tiempo. Te compraste el chalé en 2018 pidiendo una hipoteca de 540.000 euros a un banco amigo (la Caja de Ingenieros, el mismo donde guarda los dineros tu partido). La casa había estado a la venta unos meses antes por mucho más dinero, pero debe ser que al propietario le hizo gracia que tú fueras el comprador y te hizo un precio especial. Suponiendo que el banco te tratase como a todo hijo de vecino, te prestó el 80% del crédito, por lo que pagaste como entrada unos 135.000 euros, más comisiones, impuestos y la reforma que nos anunciaste. Irene y tú nos dijisteis en aquel momento que todo eso se pagó con un préstamo que pidió ella y con la herencia de tus padres (¡que estaban vivos entonces!).
Teniendo en cuenta sus gastos y que teóricamente entrega al partido la parte de sus ingresos que excede los tres salarios mínimos, la verdad es que es un milagro la enorme capacidad de ahorro de Pablo Iglesias
Si ya era difícil para vosotros poder pagar todo eso con apenas tres años en política y sin grandes carreras profesionales previas, a partir de entonces iba a ser mucho más complicado, pues la cuota de la hipoteca se os quedó en 1.864 euros al mes (y no más porque obtuvisteis un ventajoso tipo de interés: 1,5%). Sin embargo, apenas un año después, supimos gracias a la actualización de vuestra declaración de patrimonio que en los primeros doce meses de hipoteca, en vez de pagar las cuotas correspondientes (19.200), pudisteis amortizar ¡64.412 euros! Eso fueron la mitad de vuestros ingresos de aquel año, todo un éxito.
Al ver la última declaración publicada en el BOE la semana pasada, las sospechas en tu partido se han disparado... y ya todo el mundo habla abiertamente de que aquí algo no cuadra. Y hasta te lo han recordado en redes algunos de tus muchos purgados: llegaste a la política declarando 45.000 euros de patrimonio y ya vas por 300.000, si le restamos a todo lo que posees la deuda que todavía mantienes con el banco. Teniendo en cuenta tus gastos y que teóricamente entregas al partido la parte de tus ingresos que excede los tres salarios mínimos, la verdad es que es un milagro tu enorme capacidad de ahorro. Qué Calviño ni qué narices, Sánchez debería haberte nombrado a ti ministro de Economía para que nos multipliques los panes y los peces ahora que tenemos una crisis de caballo.
Muchos llegamos a creer que estabas decidido a imponer un régimen chavista en España y que tu apuesta era a medio y largo plazo. Pero has quedado retratado como un burdo vendedor de crecepelo, un farsante, un actor. Ni te interesa la política, ni tienes vocación de querer cambiar las cosas. Abandonas tu partido y a tus votantes cuando por fin habías tocado las mieles del Consejo de Ministros… y te quitas del medio tras apenas doce meses de ‘trabajo’. Y por eso mismo ocuparás apenas un ridículo pie de página en la Historia de este gran país. Hasta nunca, compañero.