Chitty La Roche: Notas sobre economicismo y equidad en Venezuela hoy
“La política es una de las formas más altas de la caridad”.
Paulo VI
Recientemente he tropezado con un objeto fijo; el economicismo que explica el acontecer económico conforme a la teoría científica en boga y se niega a considerar otras variables de difícil medición pero de impajaritable asunción.
No intentaré hacer un uso peyorativo del vocablo. Por respeto por la ciencia económica y la complejidad, a la que la misma ha llegado buscando la verdad, no lo haría nunca pero eso no me impide insistir en las críticas que se le han hecho siempre, a ese referente del pensamiento económico y social, el economicismo.
¿Veamos por qué? Hace unos días formulé en twitter un comentario sobre el salto diario y siempre hacia arriba de los precios que se transa en dólares y me atreví además a advertir, una suerte de proceso inflacionario y un ademán sostenido del comerciante, al manejar su inventario, con fines especulativos.
Agregué, completando mi herejía, una observación sobre la ética del comerciante, conducta que no se apreciaba, sino por el contrario deslucía en nuestra sociedad económica, donde la mayoría de los agentes de intercambio de bienes y servicios, se comportan frecuentemente, como depredadores implacables e inexorables.
Algunos economistas amigos me llamaron, e intentaron explicarme lo que denominaron -condescendientes tal vez-, mi error de apreciación; otros, en cortos mensajes y con visible desprecio, me calificaron de socialista e ignorante o acaso me señalaron, dada mi condición de socialcristiano, como colectivista disfrazado, pero ninguno me dijo cómo llamar al alza continua de los precios en dólares de otra manera que no fuera inflación y pido me disculpen los academicistas ortodoxos, el coloquio.
Hoy y por esta vía regreso al tema, siendo que pesa el susodicho demasiado en la vida de los usuarios y demandantes de servicios y bienes que somos todos, incluyendo a los asépticos que adujeron desde una perspectiva carente de empatía y con una verbalización deliberadamente incómoda, que el asunto de la inflación en dólares, la especulación y la insuficiencia moral del comerciante venezolano, solo era, un resabio en la mente confusa de “un socialista aunque cristiano.”
Uno de los malignos perjuicios que le ha causado al país esta “revolución” fue, sin dudas, impregnar de desconfianza todo lo que la contraríe. Lo que pueda ser entendido como contrario al liberalismo absoluto o a la idea que se tiene de lo que el común entiende por libertad económica es anuncio de desviación y ello embrolla e indispone inclusive al parlamentar de asistencia al desvalido, subsidios y especialmente de política social. Ello deviene como muy grave y veremos por qué.
Recordemos: después de la caída del muro de Berlín se asumió como una realidad evidente para todos, el fracaso del socialismo y por ello, el triunfo de capitalismo. Francis Fukuyama escribió sobre el fin de la historia y se echó a andar la tesis del pensamiento único desde la izquierda francesa.
En paralelo, las tesis sobre disciplina y responsabilidad fiscal prosperaron hasta alcanzar un posicionamiento notable en los organismos y agencias de Naciones Unidas. El llamado Consenso de Washington se erigió como un dogma pertinente e irradió intensamente a la burocracia mundial y el liderazgo debió trabajar con parámetros restrictivos, en cuanto refiere a las finanzas públicas. El olor a déficit se proponía insoportable ni hablar de la inflación y la balanza de pagos.
Pero ese aparente predominio de los criterios liberales no fueron de naturaleza a detener, en la fenomenología económica subsecuente, un deterioro del salario real y además, una fuerte presión sobre el endeudamiento que expuso, al llamado neoliberalismo, a severas y a ratos angustiosas críticas.
Ni cuadraban las cuentas ni tampoco había paz social y, muy por el contrario, las silentes pero no extintas propensiones en el pensamiento económico que se creían desacreditadas reaparecieron cuestionadoras. El socialismo dejo oír su discurso una vez más y el credo liberal lució, a ratos, sin mucho aliento y convicción, para responder.
Los vilipendiados políticos de aquí y allá sin embargo, se percataron de la dificultad del mercado para resolver pero, eran acallados por los teóricos económicos. La procesión venía por dentro no obstante. Insistían los voceros de la sociedad civil que la iniquidad social se hacía generadora de creciente inconformidad y a veces se habló de violencia.
Corría el fin de la primera década del nuevo siglo y estalló la granada en las manos del aparato financiero mundial del 2008/09 y me permito citar unas notas de El país de España: “Pocos días después de la quiebra de Lehman Brothers, el gigantesco banco de inversión norteamericano en septiembre del 2008, un acobardado presidente Francés, el conservador Nicolás Sarkozy, hizo unas declaraciones célebres que retumbaron en el mundo entero,<La autorregulación para resolver todos los problemas se acabó, le laissez-faire c est fini´. Hay que refundar el capitalismo… porque hemos pasado a dos dedos de la catástrofe> (Joaquín Estefania, Refundar el capitalismo (Otra vez) El país Madrid, 28 de febrero del 2020).
Algunos empero, dirían con Goethe, “prefiero cometer una injusticia antes que soportar el desorden» pero, mi buen amigo y dolorosamente ausente de nuestro país y que tanto necesitamos en esta hora, Pepe Rodriguez Iturbe, recordó la respuesta que a tal expresión habría dado Jacques Maritain, “Toda injusticia es un desorden.” Y con humildad advierto que el capitalismo es propenso a los desequilibrios y a los abusos que terminan comprometiendo su orden mismo. Por eso hemos de cuidarnos de los sistemas y mantenernos atentos a sus fallas e involuciones.
En este estado de la reflexión, quiero dejar claro dos cosas que, pueden ser consideradas tres pero, veamos. Primeramente no soy defensor del socialismo ni me reclamo del lado liberal a secas tampoco, soy socialcristiano y creo en la economía social de mercado y en la responsabilidad concurrente de los distintos actores sociales y económicos, creo en el principio de subsidiariedad, en la equidad y en la solidaridad como bases para la gestión equilibrada de la sociedad.
Paralelamente; comprendo que vivimos una espantosa hiperinflación alimentada por el régimen, con sus masivas impresiones de dinero sin respaldo orgánico y sé también que el dólar no lo emite el BCV. El alza brutal de los precios y el rol del dólar simplemente como unidad de cuenta susceptible de interpretar aun, aspectos de nuestra realidad de intercambio, acontece como una derivación de las políticas inconstitucionales e ilegales del BCV y el ejecutivo del régimen pero, desnudan en coetáneo, falencias éticas, en otros actores del teatro económico nacional.
Igualmente y como apunta el economista Carlos Ñañez, todos los valores y fortalezas ciudadanas han mermado o simplemente se diluyeron y no hay virtudes que alegar como sostén societario y por ello, el detentador de bienes y el portador de servicios se dedican sin ningún otra valoración a defender su negocio y a ganar a todo costa. Un poco de escrúpulos les vendría bien, pienso yo.
El pragmatismo se impone y la ética se desliga de la rutina por el argumento de la supervivencia que ya Arthur Schopenhauer nos había enseñado, era la máxima motivación del ser humano pero, si bien aprecio el mérito de esa explicación, no la justificaré.
La pobreza material acota Ñañez, se acompaña de la espiritual que es aún peor. Ya José Rafael Herrera y Freddy Millán Borges, se habían referido al asunto en sus escritos y conversaciones públicas y allí, el daño antropológico, una vez más, muestra su perfil garofaliano y entonces, encontramos la respuesta a tantas preguntas que nos hacemos al advertir lo poco humanistas que nos estamos comportando los individuos en Venezuela.
El comercio por cierto, siempre fue una tentación que a la distancia mueve a sospechar de egoísmo malsano. Eso de comprar y pagar lo menos posible y luego vender, con el máximo margen de ganancia, luce como un desequilibrio y, bien sabemos que Aristóteles nos previno porque en el equilibrio obraba la justicia. Por eso a veces se desviste la conducta que prescinde de la ética y, más en este tiempo aciago para muchísimos.
Por eso durante la revolución francesa se debatió sobre la republicanización del comercio para hacerlo entrar en la ética republicana. El tema sigue abierto a debate y, en tanto afecta la vida de los conciudadanos, su cotidianidad, su sustento, no puede ser solo una consideración teórica sin otras implicancias a contar, medir y pesar.
La pandemia y la gerencia pública de la postrada economía mundial han hecho llamado al Estado para, cual keynesianos de vocación, reanimar la economía con un torrente de financiamiento público para apuntalar a una demanda anémica y aun a costa de recalentamiento e inflación. Biden ahora y antes, el mismísimo Trump lo hizo y otro tanto ocurre en la Unión Europea.
No puede haber paz sin justicia social y, no puede haber justicia social, si solo un grupo gana y lo hace incluso con obscenidad y en una coyuntura de calamidad pública. “A cada cual lo suyo” se escucha decir y, le grito yo, y ¡a cada cual su responsabilidad!
Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@hotmail.com, @nchittylaroche