El 19 de abril de 2021 podrá ser visto como un hito en la historia del deporte organizado: la creación de la Superliga Europea, un club privado de 12 clubes fundadores, los más grandes de Europa: el Manchester United, Liverpool, Chelsea, Manchester City, Arsenal, Tottenham, Real Madrid, Barcelona, Atlético de Madrid y Juventus, Milán e Inter de Milán, Como grupo representaron la némesis más sólida, quizá por inesperada, de la Union of European Football Associations, UEFA. En la idea inicial, a este club privado (de ricos, por definición) podrían unirse otros equipos hasta llegar a 20, bajo los derechos de admisión y decisión reservados, evidentemente, por y para los socios de este club de tabaco y ron, y de pelota y dinero.
Este proyecto “deportivo”, que en palabras de su presidente, Florentino Pérez, pretende salvar el futbol, puede encontrar diversas causas para su génesis, dependiendo de la perspectiva y formación de quien lo analice. Puede hablarse de monopolios de hecho en la administración de disciplinas deportivas, pasando por una mala gestión de los recursos financieros hasta, incluso, aludir a las ambiciones de los grandes capitales involucrados en los clubes de fútbol creadores de la Superliga Europea.
No obstante, la raíz del asunto no puede ser otra que la del choque entre la gestión precaria e ineficiente de esa entidad llamada UEFA, y la insatisfacción de aquellos que, aun siendo stakeholders,1 son los dueños del principal activo del que se alimenta la UEFA y que tiene a cargo administrar: el futbol, el espectáculo y los jugadores. Esos stakeholders son los clubes europeos de futbol. Es decir, la Superliga Europea nace a partir de un problema de agencia.
El problema de agencia, históricamente estudiado en las grandes escuelas de negocios, describe los conflictos generados cuando hay agentes directivos que no son propietarios del negocio, pero que tienen la responsabilidad de actuar y decidir sobre activos que no les pertenecen. En caso de que la decisión sea errónea o imprecisa, el resultado de la misma no afecta sus propios intereses o bienes, lo que supone que el agente directivo podría tomar decisiones que no necesariamente benefician a los intereses de los dueños de los activos.
Ilustración: Pablo García
En el contexto del futbol europeo, este problema de agencia es aún más visible cada cierto tiempo con el “préstamo” de jugadores por parte de los clubes de fútbol a sus respectivas selecciones nacionales para participar en competiciones organizadas por la UEFA. El club de fútbol “presta” uno de sus principales activos —el jugador— y, al hacerlo, incurre en riesgos para que participe en un torneo gestionado por la UEFA, que recibirá los beneficios generados por ese activo. Un ejemplo de ello es la lesión que sufrió la principal estrella polaca Robert Lewandowski durante un partido clasificatorio con su selección a inicios de este año en el marco de la UEFA; la lesión le impidió jugar los cuartos de final de la Champions League con su equipo, el Bayern Múnich, que lo había “prestado”. Sin olvidar el caso del defensa del Real Madrid Sergio Ramos quien se lesionó jugando con La Roja ante Kosovo, lo que afectó su participación en el Real Madrid, e incluso puso en riesgo su permanencia en el equipo merengue.
Otro ejemplo de una gestión divergente a los intereses de los clubes de futbol es la creciente pérdida de audiencia de la Champions League en los últimos años, derivada de la mala gestión de la UEFA de los días y horarios de televisión. Esto ha afectado, o evitado, las ganancias tangibles e intangibles de los clubes. Pero lo más escandaloso en la gestión de la UEFA es su apoyo a la candidatura de Qatar para el campeonato mundial de futbol de 2022, no obstante que es un país violador sistemático de derechos de las mujeres y derechos laborales. Esta decisión ha afectado a los clubes de futbol en tanto portavoces de campañas en pos de los derechos humanos y de la igualdad, como por ejemplo Say no to racism.
En las competiciones organizadas por la UEFA, el problema de agencia se muestra como subyacente al proceso de organización, desarrollo y reparto de beneficios de las mismas. La separación entre el concepto de control del activo, que ejerce el agente directivo —la administración de la UEFA— y el concepto de propiedad del activo —que detentan los clubes de futbol— hace surgir más claramente la divergencia de objetivos entre la administración de la UEFA y los clubes de futbol, que son los propietarios de los activos a gestionar.
El caso de la Superliga Europea muestra distintos ángulos del conflicto de accionista-directivo, en el que el primero está insatisfecho con el desempeño del segundo. Estos 12 clubes fundadores, desde hace mucho tiempo, están insatisfechos con la deficiente administración de la UEFA de ese espectáculo llamado “futbol europeo”. A pesar que esos clubes generan grandes de flujos de dinero para la UEFA, han sido testigos de la injusta manera en la que se distribuyen las ganancias, de la manera en la que la administración de la UEFA utiliza los recursos obtenidos desproporcionadamente para su propia operación, y la manera en que sus mandatarios, es decir, las asociaciones nacionales de fútbol a las que pertenecen —y miembros formales de la UEFA— no pugnan de manera efectiva por sus intereses.
Ahora, el dinero. La Superliga Europea va por un mercado con un valor estimado de más de 7 500 millones de euros entre derechos de televisión y otras fuentes de ingresos. El proyecto de, ¿Florentino Pérez? busca realizar su propio negocio, en donde sus clubes fundadores, o los que queden de ellos, serían los “accionistas”; con ello, serían los administradores de sus propios activos, generarían valor y recibirían las ganancias que ellos mismos generen. El problema de agencia ya no estará ahí. Ahora, los clubes fundadores que restan —Real Madrid y Barcelona— y los que se le unan, serán responsables de la gestión de la Superliga Europea. Dicha gestión puede ser buena o mala, pero sin la presencia del aparente lastre que es la UEFA, y con el reparto de esos más de 7 500 millones de euros que vale el mercado que quieren ocupar. La Superliga Europea, en su forma actual o en cualquier otra, dista de estar muerta, como muchos creen o desean. ¿O usted cree que J. P. Morgan juega a perder dinero?
Ante la gestión deficiente, vienen los reclamos e incluso las salidas, pero de manera más crítica, surge una competencia directa. Hoy la UEFA ha visto que su poderío no es tal, pues se alimenta de lo que los verdaderos poderosos están dispuestos a darle: futbol, jugadores y espectáculo. Si ese club de ricos retira la “inversión” para aplicarla en otro lado, la UEFA estará en un escenario en el que no imaginó estar hasta hace unos días: el de pérdidas, tanto financieras como en reputación (si es que en ésta última puedan perder más). Bastó publicar la idea para provocar la crisis. Florentino Pérez confirmó, por enésima ocasión, ser un estratega de respeto cuando se trata de generar condiciones de negociación y ganancia. También el caso de la Superliga Europea y la reciente salida de 10 de los 12 fundadores probaron lo que muchos sabían, pero de lo que no se tenían pruebas incontestables: los dueños de la pelota se llaman Real Madrid y Barcelona, los verdaderos clientes de J. P. Morgan. Ante esto, incluso podríamos preguntarnos si el cliente de ese gran banco de inversión es Florentino Pérez, y no sólo la Superliga Europea o el equipo merengue o el blaugrana.
La idea de la Superliga Europea, aunque aparentemente fallida hoy, llegó para quedarse. La UEFA no podrá ser el ave de libertades que era, y desde ahora tendrá que responsabilizarse seriamente de sus acciones. Este asunto también nos muestra la crisis institucional que se vive a nivel mundial; sin importar si son públicas o privadas, nacionales, regionales o internacionales, las instituciones han visto mermada su legitimidad y, por ello, su eficacia, alejándose del mandato original de quienes las crearon o las mantienen. También nos muestra que los procesos de integración, ya sea política, económica o deportiva, se encuentran en un estado que amenaza su continuidad.
Ante esto, y colocándonos en la mente de Florentino Pérez, habría que pensar: ante una institución tan deslegitimada como la UEFA, ¿no merecería la pena enfrentarla y pagar un precio alto para recibir algo de un valor más, muchísimo más, alto?
Ése algo es el futbol.
José Alejandro Zeind Chávez y Marco Antonio Zeind Chávez
Ambos autores son doctores en Derecho por la UNAM y catedráticos de la Facultad de Derecho de esa misma institución, socios del despacho Zeind & Zeind y miembros del Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de México y de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados. Actualmente cursan la Maestría en Alta Dirección en la Facultad de Contaduría y Administración de la UNAM.
1 Son las personas, grupos y entidades que tienen intereses de cualquier tipo en una empresa y se ven afectados por sus actividades, es decir, los grupos de interés.