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Ayuso y la “joroba venezolana”

Lo que está por ocurrir en Madrid, y en la España de los días posteriores al 4 de mayo, es otra demostración de la pesada carga de la “joroba venezolana”. Usemos “joroba”, en dos de sus definiciones del DRAE: “Convexidad notable de algo” e “Impertinencia y molestia enfadosa”. Es decir, la presencia venezolana por el mundo se está volviendo: una convexidad notable, que es impertinente y molesta.

Y enfada, sobre todo a quienes tienen que escapar de su país para evitar la muerte, por persecución, hambre, enfermedad o miseria.

Y molesta de manera directa a quienes deciden apoyar al peculiar tirano que martiriza el otrora pueblo noble que recibía al mundo con las manos abiertas.

Basta verlo en Ecuador, donde el nuevo presidente, Lasso, ganó contraviniendo toda lógica, al candidato Arauz, apoyado por Nicolás, Correa y su combo.

O en Bolivia, donde se daba por descontado que Evo se llevaría todos los gobiernos locales, después de que su partido derrotara el intento boliviano de sacudirse la dictadura del siglo XXI; pero no, la lógica volvió a torcerse y ganó la oposición.

 

 

 

En Madrid, ahora de Ayuso, el mozo de espadas de Nicolás era el héroe de los desamparados, hoy es un tipo avinagrado, perseguido por sus chalets y su servidumbre, una caricatura de la “revolución”. Y el pueblo venezolano en Madrid, se encarga de recordarlo a diario.

Isabel Diaz Ayuso entendió ese problema, se montó en una gestión exitosa en medio de una pandemia feroz y se ocupó de la libertad en medio de la lucha contra el virus; ahora luce inevitable su victoria y hasta a las puertas de La Moncloa.

Los venezolanos hoy somos el pueblo más pobre y golpeado, seis millones caminan el mundo y lo van cambiando, como lo hicieron en Queseras del Medio, en Pichincha, en Ayacucho, en Carabobo. Somos esa joroba incómoda y molesta que obliga a ver a Nicolás Maduro como un tirano, perverso, que asesina a su gente para mantenerse en el poder. Isabel Díaz Ayuso volverá a demostrar que la presencia del tirano en Caracas es una tara que la humanidad debe combatir, de otra manera la incomodidad de la joroba seguirá allí y como en los clásicos el jorobado volverá a voltear la historia… No hay enemigo pequeño.

 

 

 

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