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Saquen las manos de Venezuela

Es compleja la situación que vive el régimen. Muchos consideran que ya logró la estabilidad deseada y que con el apoyo de algunos aliados su permanencia ya no se ve amenazada.

La realidad luce diferente. Volvamos las páginas de la historia para analizar lo que ocurrió con otros regímenes manejados con mano dura por personajes populistas que llegaron a hipnotizar a las masas acariciándoles el corazón con palabras grandilocuentes, pero que llevaron sus países a la ruina con sus acciones.

Ni Hitler, ni Mussolini, ni infinidad de otros líderes dictatoriales fueron capaces de lograr que sus regímenes los sobrevivieran.

Fidel Castro, por su parte, con infinita osadía explotó en beneficio propio la guerra fría y supo sostenerse mucho años por su habilidad para sacarle recursos primero de la URSS y después de Chávez. Su régimen logra sobrevivirlo gracias a la figura imprescindible de su hermano Raúl, el otro protagonista de la Revolución Cubana.

En el caso del propio Chávez, otro mago del populismo y la demagogia, su revolución se pudo mantener después de su muerte porque el propio Fidel Castro, y después su hermano Raúl, tomaron las verdaderas riendas de aquella suerte de vaca lechera que tenían que seguir ordeñando.

Hace años Fidel Castro aseveró: “Para que viva la Revolución Cubana tiene que vivir la Revolución Bolivariana”. El mismo concepto es aplicable a la inversa: para que viva la Revolución Bolivariana tiene que vivir la Revolución Cubana. Se trata de una relación simbiótica entre revoluciones pero parasitaria entre países. Una aportó su petróleo y sus riquezas hasta caer agotada, y la otra aportó las “artes” que le permitieron a la segunda sobrevivir. Hoy en día, ambas revoluciones, que fueron percibidas como proyectos insignia de la izquierda Latinoamérica, lucen como ejercicios fallidos y su futuro indisolublemente unido.

Fallecido Fidel y retirado Raúl -afectado por un cáncer de esófago y otro del recto y en medio de una condición terminal dictaminada por su edad- luce difícil que la Revolución Cubana pueda mantenerse intacta en medio de otro “período especial” y afectada por el agotamiento de la ubre que venía manteniéndola.

Mientras Cuba confronta el difícil trance del retiro de Raúl y enfrenta un nuevo “período especial”, Venezuela se sume en una tormenta perfecta que se manifiesta en varios frentes: uno, el económico con la mayor hiperinflación y el mayor desempleo del mundo y la destrucción de su industria petrolera; dos, el empobrecimiento brutal de la población que ha conducido a que 6 millones de venezolanos hayan tenido que migrar, algunos de ellos perdiendo la vida en situaciones que recuerdan a los balseros cubanos; tres, la escasez de gasolina y gasoil que amenaza con paralizar la producción y el transporte de alimentos; cuatro, los sucesos catastróficos e injustificables de Apure; y cinco, la absurda situación que ocurre en la Cota 905, casi en el vecindario de Miraflores. ¿Será que tienen que llamar a Zapatero para negociar?

Recapitulando, sin la conducción de los hermanos Castro y en medio de un cambio generacional de quienes controlan el poder en la isla, es difícil imaginar que la Revolución Cubana pueda permanecer incólume, lo cual pone en duda -parafraseando a Fidel- que pueda hacerlo la Bolivariana. En un intento por mantenerse a flote, los nuevos líderes cubanos tendrán que voltear la mirada hacia los EEUU. Y la primera y obvia condición de aquella nación sería: saquen las manos de Venezuela.

 

José Toro Hardyeditor adjunto de Analítica

 

 

 

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