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Armando Durán / Laberintos: La batalla de Madrid continúa

 

¿Se contentará Isabel Díaz Ayuso con la Presidencia del gobierno madrileño?

 

La pregunta no es improcedente en absoluto. Su triunfo en las elecciones del 4 de mayo para elegir los 136 diputados que conformarán la XII Asamblea legislativa de Madrid estaba cantado en todos los sondeos de opinión. Ninguno, sin embargo, anticipaba que su triunfo fuera tan arrollador. Mucho menos que ella, con los votos de Vox y la migración a su candidatura de los electores de Ciudadanos, huérfanos desde la aparatosa derrota del partido en las elecciones generales de noviembre de 2019, ocupará por sí sola 65 escaños en la Asamblea, más que la suma de los escaños conquistados por el PSOE, Más Madrid y Podemos, los tres partidos del llamado bloque de la izquierda. A partir de esta notable circunstancia, el 8 de junio será la investidura de los diputados de la nueva Asamblea y un mes más tarde, el 8 de julio, Díaz Ayuso volverá a ser investida como presidenta de la Comunidad, y en esta ocasión podrá gobernar en solitario.

 

A este triunfo de Díaz Ayuso debe añadirse el desplome del PSOE, que sufre su peor derrota electoral en Madrid y pasar, de los 37 escaños que ocupaba desde finales de 2019, a solo 24, no tanto por culpa de Ángel Gabilondo, que fue el candidato más votado en las elecciones de 2017 y 2019, sino por los errores cometidos por Pedro Sánchez ante la imprevista renuncia de Díaz Ayuso el pasado mes marzo para forzar el adelanto de unas elecciones que estaban previstas para 2023. Otro dato devastador para el PSOE fue el éxito alcanzado por Mónica García, la candidata revelación de estas elecciones, que como cabeza de lista de Más Madrid logró que su partido recibiera 16. 97 por ciento de los votos, suficientes para desplazar por la izquierda al PSOE como segundo partido de la comunidad.

 

Un efecto colateral a tener muy en cuenta ha sido el fracaso de Pablo Iglesias como candidato de Unidas Podemos, desastre que lo obligó esa misma noche electoral a declarar que renunciaba a todos sus cargos y dejaba la política para volver a ejercer su oficio de periodista, un anuncio que sin la menor duda condena a su partido Unidas Podemos a correr la misma triste suerte que ha corrido Ciudadanos tras la renuncia de Albert Rivera, su fundador, provocada por sus derrotas en las elecciones autonómicas de Cataluña y en las generales de España, en 2019.

 

Más allá de estas realidades, lo más destacable de este evento electoral del 4 de mayo es que sus resultados son fruto de la audacia demostrada por Díaz Ayuso en todas sus actuaciones, comenzado por la decisión que tomó en el momento más crítico de su gobierno, cuando nada más presentarse la ruptura de la alianza del PP con Ciudadanos en Murcia, y la presentación de sendas mociones de censura a su gestión presentadas por el PSOE y por Más Madrid el 10 de marzo, precipitara la situación dimitiendo de la Presidencia del gobierno regional, forzando así la convocatoria adelantada de las elecciones previstas para dentro de dos años. Sobre todo, porque al iniciar su campaña por la reelección, tal como hizo Esperanza Aguirre a principios del siglo al transformar la campaña regional en desafío directo a José Luis Rodríguez Zapatero, presidente entonces del Gobierno de España, y abrirle así las puertas del palacio de la Moncloa a Mariano Rajoy, ella, al grito de guerra de “Socialismo o Libertad”, le imprimió a su campaña electoral carácter y sentido ideológico y nacional. Una trampa en la que por pura arrogancia Pedro Sánchez cayó ingenuamente.

 

 

 

La primera conclusión que arroja la victoria de Díaz Ayuso bien que la señala El País en su editorial del miércoles 5 mayo, al sostener que el triunfo de Díaz Ayuso constituye un auténtico terremoto político, cuyos efectos trascienden las fronteras de la Comunidad, gracias a la combinación de “su modelo de gestión de la Presidencia de la Comunidad, su planteamiento económico ultraliberal y su actitud política polarizadora, con fuertes tintes demagógico, que impulsará una reconfiguración del cuadro político nacional.” Tanto, añadiría yo, porque estos resultados, de golpe y porrazo, han convertido a la presidenta de Madrid en una amenaza muy real a la continuidad de Sánchez como presidente del Gobierno de España. Por ahora se sabe que en reunión muy privada de Sánchez con sus hombres de mayor confianza en el PSOE el miércoles por la tarde, admitió sus errores, pero le garantizó que agotaría todo el tiempo que le queda a la actual legislatura, es decir, hasta finales de 2023, para completar, dijo, su plan de “modernización y transformación” del país. Por ahora, con la vista fija en esa fecha, ha decidido asumir con urgencia el peligro que representa la crisis interna del PSOE en Andalucía, el principal feudo socialista de España, convocando para el próximo 13 de junio elecciones internas del partido en Andalucía el propósito de devolverle el poder regional a Susana Díaz, su vieja antagonista dentro del partido, o enterrar la fuerza de su liderazgo regional para siempre.

 

Por último, debemos señalar que estas sorpresas también afectarán el futuro del Partido Popular,  porque no parece que haya nada ni nadie capaz de impedir que Díaz Ayuso deje de pensar en el destino de sus pasos después de haber ganado en Madrid la primera escaramuza de una batalla mucho más compleja. Al menos, eso fue lo que dejó entrever la noche más importante de sus 42 años de vida, cuando vestida de pies a cabeza de un desafiante rojo incandescente, expresó su deseo de ser, a partir de esa misma noche, factor aglutinador de la derecha española como “contrapoder” de Sánchez, y presentarle a Pablo Casado, indirectamente, pero con evidente claridad,  su decisión era asumir públicamente el papel de antagonista del presidente del Gobierno de España. En este sentido, al día siguiente de su victoria, en entrevista a periodistas de la cadena radial Cope, advirtió que en su victoria habían pesado, y mucho, “los votos prestados”, referencia directa a los ex votantes de Ciudadanos, partido que a todas luces que todo indica será llamado a reincorporarse al gobierno regional, y a Vox. Apoyos y entendimientos, según sus propias palabras, que la obligan a ella y a sus seguidores a ser “muy prudentes.”

 

Esta moderación, para cualquier buen entender, persigue como objetivo político inmediato la necesidad de ensanchar la base electoral actual y futura de Díaz Ayuso. Y la necesidad de no perder un solo minuto para prepararse a para conservar el ritmo, ampliar los alcances y acosar con abierta hostilidad a Sánchez sobre dos temas que marcarán el rumbo político de España a corto plazo. Por una parte, las medidas sanitarias que aplique el gobierno español para frenar la pandemia del coronavirus y superar sus atroces consecuencias económicas; por la otra, atacar la administración  que haga Sánchez de los 70 mil millones de euros en ayuda europea que están a punto de caer en sus manos. Sin olvidar, por supuesto, las contradicciones en el seno de la coalición gubernamental del PSOE con Unidas Podemos, acentuadas ahora por los efectos de la crisis producto del creciente desencuentro de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, determinante en su renuncia a la Vicepresidente del Gobierno. No tardaremos mucho en presenciar lo que inevitablemente le quitará el sueño a Casado y a los pesos pesados de su jefatura partidista.

 

 

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