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Karina Sainz Borgo: ¿Trapiello revisionista?

Su obra 'Las armas y las letras' no solo aportó información valiosa y necesaria sobre la guerra civil, fue un libro que cambió algunos de los prejuicios, lugares comunes y olvidos deliberados

El portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, Pepu Hernández, considera inadecuado conceder la medalla de honor del Consistorio madrileño a Andrés Trapiello por «el revisionismo de la historia que él representa». Así lo expresó al periodista Carlos Alsina, al ser entrevistado en su programa de radio, en Onda Cero. Sin ser capaz de dar razones concretas, Hernández hizo seguidilla de las declaraciones de la portavoz socialista de Cultura, Mar Espinar, quien este lunes había cuestionado el reconocimiento al escritor, asegurando que «no se pueda premiar el revisionismo de la historia que él representa».

Llamar hoy a Trapiello revisionista sólo porque no se comparten sus opiniones o sus críticas no sólo es una muestra mayúscula de ignorancia, sino también de sectarismo. Lo cual es mucho peor. Si alguien ha dedicado páginas y libros a la reflexión y documentación de la historia, y sobre todo de la guerra civil, es Andrés Trapiello, autor de uno de los libros fundamentales al respecto, Las armas y las letras (Destino), publicado hace más de 25 años y que hoy se mantiene como referencia.

En sus páginas Trapiello mantiene una mirada libre, minuciosa y completa sobre el papel de los escritores e intelectuales durante la Guerra Civil española. Lo publicó en 1994. El ensayo acumuló sucesivas ediciones en 2002 y 2010, hasta convertirse en un clásico y una referencia. Hoy, cuando se cumplen 27 años, Destino ha publicado una edición ampliada y revisada, con nuevos documentos que siguen arrojando luz sobre un oscuro episodio que involucra a todos los españoles. A lo largo de toda su vida Trapiello ha redescubierto un pasado que no termina de cerrarse y que él no acaba de encontrar. Llamar a eso revisionismo implica algo peor que no saber: no querer escuchar.

“Te enfrentas con la incredulidad de aquellos que no solo creen en algo que no sucedió, sino que quieren seguir creyéndolo. Por más que se les pongan delante los hechos, dirán: es mentira, no me lo creo. Así que es una labor paciente, hecha a un tiempo con tenacidad, delicadeza y respeto. Con la guerra civil nos hemos conducido a menudo como niños. En relación a ella es cierto lo que decía Kipling, «nuestros padres mintieron», pero también que casi siempre prefirieron no hablar del pasado, y al menos el silencio es mejor que la mentira, más digno, al contrario que algunos de sus hijos y nietos, que siguen tratando de perpetuar y propalar las mentiras de sus antepasados, y ahora a los cuatro vientos y con jactancia», comentó Trapiello a Vozpópuli en una entrevista concedida hace dos años.

No querer saber es peor que ignorar. Y aún peor es intentar enlodar un trabajo o despreciar un nombre, por el simple hecho de discrepar de sus opiniones

No querer saber es peor que ignorar. Y aún peor es intentar enlodar un trabajo o despreciar un nombre, por el simple hecho de discrepar de sus opiniones. A lo largo de su obra, Trapiello ha reabierto la hendidura de lo que parecía prescrito y proscrito, recuperó todo cuanto parecía clausurado y olvidado. Pocos escritores como Andrés Trapiello han otorgado tan viva atención a la literatura y la memoria, un espíritu que forma parte de su serie de veintitrés volúmenes  de diarios El salón de los pasos perdidos.

Dotado para todas las formas de la palabra, lo es también Andrés Trapiello para ese oficio paciente del que sabe observar y recomponer. Las armas y de letras no solo aportó información valiosa y necesaria sobre la guerra civil, fue un libro que cambió algunos de los prejuicios, lugares comunes y olvidos deliberados. En sus páginas Trapiello redescubrió a Manuel Chaves Nogales, uno de los más portentosos y olvidados escritores españoles tras años de silencio de un bando y otro. Más de ochenta años después, persiste el desprecio por aquello que contradice la opinión de un bloque, un gobierno o un sector. Y estas desafortunadas palabras de Pepu Hernández lo confirman.

 

 

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