Chernobyl no está muerta
¡No! Sólo estaba de fiesta, como dice la melodía… 35 años después de la mayor catástrofe en la historia de la energía nuclear, se registran reacciones de fisión en las masas de uranio sepultadas bajo millones de toneladas de concreto en la planta en Ucrania que entonces provocó un pánico global, poniendo en jaque a los científicos para determinar si se requerirán acciones que impidan una nueva tragedia.
SCIENCE reporta que los sensores de un Instituto en Kiev han detectado que un número creciente de neutrones estarían escapando –señal de fisión- de una cámara inaccesible y no puede descartarse la eventualidad de un accidente, aunque todavía existe un plazo razonable para procurar soluciones.
En ello no están solos porque sus colegas japoneses siguen lidiando diez años después con las secuelas de la catástrofe de Fukushima, agravadas por el rechazo de los países vecinos a la intención de verter toneladas de desechos contaminantes en el océano común.
Y, también según la misma revista, sigue presente el efecto de las pruebas atómicas de los años 50 y 60 en la miel con que los estadounidenses endulzan cada mañana sus panquecas, porque centenares de bombas detonadas de manera subterránea liberaron cantidades de radiocesium que los vientos dispersaron mayormente en la costa oriental de los Estados Unidos y fueron consumidas por las plantas, confundiéndolas con potasio.
Son niveles que han venido cayendo con el tiempo e insuficientes para quitar el sueño a las autoridades pero que obligan a investigar hasta qué punto, más aún que los pesticidas, son responsables de la desaparición de las abejas, porque, precisamente después del desastre ucraniano los científicos alertaron del efecto que la descomunal radiactividad acarrearía en la vida animal de la región.
En Chernobyl, la sección de uno de los cuatro reactores que se derritió el 26 de abril de 1986 provocó que las barras de uranio, sus revestimientos de circonio, las barras de control de grafito y la arena vertida en un desesperado intento de extinguir el proceso se confundieran en una densa melcocha, que penetró en las cámaras en el sótano del reactor y se solidificó en masas que almacenan alrededor de 170 toneladas de uranio irradiado. ¡Casi la totalidad del combustible original!
En abril de 1986
El monstruoso sarcófago de concreto y acero erigido un año más tarde permitió la filtración de la lluvia y su efecto sobre el incremento de neutrones, pero los responsables apostaron a que cualquier riesgo se disiparía con la instalación de una nueva estructura –el Refugio- destinado a sellarlo y, a la postre, desmantelarlo, a un costo de 1.5 millardos de euros.
Sin embargo, los neutrones crecieron hasta duplicarse cuatro años después en una de las cámaras y, por alguna razón que aún no está clara, el secado del combustible hace que la reacción de fisión se acelere exponencialmente, conduciendo a una liberación incontrolada de energía nuclear, según palabras de un experto acreditado.
SCIENCE tranquiliza a medias cuando afirma que no es posible una repetición de 1986, cuando la explosión y el fuego arrojaron sobre Europa una nube radiactiva, aunque cualquier reacción contenida podría de todos modos colapsar partes inestables del desvencijado refugio, liberando volúmenes de polvo contaminante aún mayores que los que escapan en la actualidad.
Estaríamos ante una amenaza terrorífica y, como los niveles de radiación impiden acercarse para instalar sensores, una de las opciones que se evalúan es fabricar un robot capaz de resistirlos, durante el tiempo necesario para perforar agujeros e insertar cilindros de boro, que funcionarían como barras de control.
Ucrania ha pretendido durante mucho tiempo almacenar los desechos en un repositorio geológico y aspira contar en septiembre con un plan integral con el apoyo del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, pero –concluye la revista- “con la vida que parpadea aún dentro del Refugio, pudiera ser más difícil que nunca enterrar los inquietos restos del reactor”.
Varsovia mayo 2021