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David Brooks: ¿Ha cambiado Biden? Él nos lo cuenta

¿Qué ha pasado con Joe Biden? Mucha gente pensaba que era un incrementalista moderado, pero ahora está promoviendo grandes paquetes legislativos que hacen muy felices a muchos en la izquierda progresista.

Se lo pregunté cuando hablé por teléfono con él la pasada semana. La respuesta no es sencilla.

Los valores que le impulsan han sido totalmente coherentes a lo largo de décadas, y las políticas que propone ahora son similares a las que ha defendido durante todo ese tiempo.

Es la escala la que es inmensamente diferente. Es como si una empresa que fabricaba barcos de recreo empezara a fabricar transatlánticos. Y es que Biden cree que en un mundo post-Trump estamos luchando no solo por preservar la clase media, sino por sobrevivir como nación líder de la tierra.

«Estamos en un punto en el que el resto del mundo está empezando a mirar a China», dijo Biden. «El comentario más devastador que se hizo después de mi elección -no se refería tanto a mí- sino que fue el del taoiseach irlandés» (primer ministro) «diciendo que ‘»Bueno, Estados Unidos no puede liderar. No pueden ni siquiera ponerse de acuerdo sobre el Covid'».

Le pregunté cómo había desarrollado su opinión sobre el papel que debe desempeñar el gobierno en nuestras vidas. Empezó a hablar de su padre. Durante la Segunda Guerra Mundial, su padre dirigía una sucursal de una empresa que reequipaba buques mercantes. Cuando montó un negocio de venta al por mayor después de la guerra, su socio se gastó todo el dinero por problemas con el juego.

«Después de la guerra le iba bastante bien y fue entonces cuando lo perdió todo«, recuerda Biden. A partir de entonces, el padre de Biden tuvo muchos problemas, aceptando cualquier trabajo que pudiera conseguir. «Vi cómo a mi padre se le derrumbaba su orgullo«.

Puede parecer una forma inusual de responder a una pregunta sobre el papel del gobierno, pero es la quintaesencia de Biden. Algunas personas obtienen su visión del mundo de construcciones ideológicas o movimientos filosóficos como el «conservadurismo» o el «progresismo». Biden toma su visión del mundo de la experiencia vivida, especialmente del mundo de su juventud, y de cómo sus padres le enseñaron a ver ese mundo.

De allí parten los fundamentos morales de los grandes paquetes legislativos que propone.

La historia de su padre incluye los elementos clave de la visión del mundo de Biden.

En primer lugar, una ubicación social. Lo que importa no es sólo cómo ve una persona un asunto, sino también desde dónde lo ve. Biden ve la mayoría de los asuntos desde la perspectiva de la gente que solía llamarse «el hombre común«, los demócratas de Truman de clase media y baja con los que creció.

En segundo lugar, una clara conciencia de las vicisitudes de la vida. Su padre le enseñó una vez una imagen de un personaje de tiras cómicas, el vikingo Agar el Horrible, que es golpeado por la vida y grita: «¿Por qué yo?«. Dios responde: «¿Por qué no?«. Biden aún conserva ese cómic. «Ese era mi padre», añadió.

En tercer lugar, un intenso enfoque en la dignidad humana. «Creo que los irlandeses son los que más utilizan la palabra ‘dignidad». «Pienso que es porque cuando te han privado de la dignidad le das mucha, mucha importancia». En las jerarquías étnicas blancas de la América de mediados de siglo, «ser irlandés era ser de segunda clase», recuerda Biden. «Los ingleses eran los dueños de la ciudad».

De estos tres elementos surge una filosofía de gobierno (y posteriormente un conjunto de políticas), que trabaja enérgicamente para apoyar a las personas en medio de los reveses de la vida, que le ofrece  buenos empleos para que puedan vivir con dignidad, que lucha contra la arrogancia de la riqueza.

Otra parte de su visión básica del mundo proviene de la enseñanza social católica del siglo XX. Me dijo que su padre era fiel seguidor del filósofo católico francés Jacques Maritain, y más adelante en la conversación mencionó que él también se guiaba por Maritain.

Como la mayoría de las principales figuras de la doctrina social católica, Maritain puso gran énfasis en la solidaridad social, la interdependencia orgánica de las personas y las comunidades. Ser fiel seguidor de Maritain es creer que tenemos serias responsabilidades los unos con los otros.

De estos valores básicos surge una agenda legislativa práctica. La Casa Blanca me dio una larga lista de varias iniciativas legislativas de Biden, que muestran el tiempo que Biden lleva defendiendo muchas de las ideas que están en sus actuales paquetes de propuestas.

En 2003, según el documento de la Casa Blanca, copatrocinó un proyecto de ley para ampliar el crédito fiscal infantil reembolsable. En 1993, Biden presentó la «Ley de Crecimiento de Infraestructuras y Empleo». En 1974 votó a favor de aumentar el salario mínimo, algo que ha hecho muchas veces desde entonces. En 2003 votó a favor de crear un crédito fiscal para los cuidadores infantiles. En 1983, votó asimismo para aumentar la financiación de la educación en 1.500 millones de dólares.

Cuando se examina la legislación que ha patrocinado o apoyado a lo largo de décadas, se observa que los importes en dólares suelen ser de millones o pocos miles de millones. Hoy en día, la agenda de Biden se sitúa en los billones. Entonces, ¿qué ha cambiado, incluso desde enero de 2017, cuando él y Barack Obama dejaron el cargo?

«Creo que las circunstancias han cambiado drásticamente. Estamos en un verdadero punto de inflexión en la historia», afirma Biden. Según su opinión estamos experimentando una «Cuarta Revolución Industrial», que engloba desarrollos que van desde el aumento de la tecnología de la información hasta el ascenso del superestado chino, pasando por los cambios en el entorno competitivo global.

Biden pasó gran parte de su carrera en el Senado trabajando en asuntos de política exterior y a veces habla de la política nacional a través de una lente internacional o de gran estrategia.

«Hemos llegado a un punto en el que creo que nuestra idoneidad económica tiene un impacto gigantesco en nuestra influencia y capacidad internacional», dijo.

Creció cuando Estados Unidos era el líder mundial indiscutible y ahora ve que eso se aleja rápidamente, al no invertir lo suficiente en investigación y desarrollo.

«Nos estamos comiendo nuestra semilla de maíz», continuó, citando a ejecutivos de empresas que le hablaron de cómo el sector privado no está pensando a largo plazo.

En este contexto, Biden ve los mayores riesgos en el incrementalismo.

«El riesgo es no intentar ir a lo grande», dijo Biden. «Si nos quedamos pequeños, no sé cómo cambiamos nuestro estatus internacional y nuestra capacidad competitiva».

El gobierno de Biden ha roto con el pensamiento que dominaba las administraciones de Clinton y Obama en otros aspectos, aunque no está claro cuánto de esto es impulsado por Biden y cuánto por el equipo que lo rodea. Como señaló Ronald Brownstein en  The Atlantic, durante años la visión demócrata dominante fue que los salarios aumentarían si se daba a la gente más habilidades y educación. La opinión dominante en la era de Biden es que también hay que dar a la gente más poder de negociación sindical para equilibrar el poder de las empresas. Durante años, los demócratas creyeron predominantemente que se podía ayudar a los negros estadounidenses si se diseñaban políticas dirigidas a la clase trabajadora, sin importar la raza. Ahora, los funcionarios de Biden son más propensos a creer que hay que crear políticas conscientes de la raza que beneficien explícitamente a los negros.

Entonces, ¿se ha convertido Biden en un progresista declarado? Biden ciertamente no lo cree. «A los progresistas no les gusto porque no estoy preparado para asumir lo que yo diría y ellos dirían que es una agenda socialista». Cree que las personas que asumen los grandes riesgos para generar riqueza deberían recoger las grandes recompensas.

Desconfía de los generosos planes de condonación de la deuda universitaria que han surgido en la izquierda. «¿La idea de que vas a Penn y pagas un total de 70.000 dólares al año y el público debería pagar por ello? No estoy de acuerdo».

También hay una diferencia en la forma en que Biden y la izquierda critican a las grandes empresas. Algunos de la izquierda hacen una crítica exhaustiva del capitalismo, mientras que Biden quiere que el capitalismo se mantenga dentro de los límites de la decencia común. Sostiene que las corporaciones solían responsabilizarse de sus comunidades, ahora sólo importa el valor de los accionistas. «Los consejeros delegados de los años 70 ganaban 35 o 40 veces más que el empleado medio. Ahora son 320 veces más. ¿Qué promueven? ¿Qué hacen? Como decía mi madre: «¿Quién se ha muerto y te ha hecho jefe?».

Le pregunté ¿dónde está el límite entre lo que el gobierno debe y no debe hacer? Para Biden los trabajadores deben «ganar lo que reciben. Pero hay que darles una oportunidad. Creo que lo que nos adelantó al resto del mundo a principios del siglo XX fue la noción de que teníamos educación universal». Luego añadió: «Si nos sentáramos hoy a decir: ‘Bien, ¿en qué consiste la educación pública en el siglo XXI? ¿Cree que alguien diría que 12 años son suficientes? Yo no».

Biden ha escrito que su abuelo y sus tíos Finnegan eran demócratas de Truman y sospechaban de Adlai Stevenson porque lo consideraban demasiado blando. Hace tiempo que existe una tensión entre el ala sindical del Partido Demócrata y el ala profesional con estudios universitarios.

En las últimas décadas, los herederos de Stevenson -becarios de Rhodes y graduados de la Ivy League- han dominado a los herederos de Truman y el partido ha tendido a ver el mundo desde la perspectiva de los profesionales con educación universitaria.

Pero Biden es del otro sector del partido.

«Estaba en su mejor forma y más cómodo cuando se reunía con sindicalistas«, me dijo un asesor económico que trabajó con Biden durante más de una década. Es revelador que, en su discurso ante el Congreso el mes pasado, se jactara de que «casi el 90% de los puestos de trabajo en infraestructuras creados en el Plan de Empleo Norteamericano no requieren un título universitario; el 75% no requiere un título de grado».

Biden no es un progresista en el sentido actual. Es el tipo de liberal que surgió después de la Segunda Guerra Mundial: confiado en la grandeza de Estados Unidos, confiado en el Estado, con poco interés en las guerras culturales que surgieron desde la década de 1960, feroz defensor de los derechos civiles, profundamente arraigado en las clases media y trabajadora.

Biden no ha cambiado realmente; simplemente todo lo está haciendo en una escala mayor.

 

Traducción: Marcos Villasmil

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NOTA ORIGINAL:

The New York Times

Has Biden Changed? He Tells Us.

 

By David Brooks

 

What happened to Joe Biden? Many people thought he was a moderate incrementalist, but now he’s promoting whopping big legislative packages that make many on the progressive left extremely happy.

I asked him that when I spoke on the phone with him this week. The answer seems to be — it’s complicated.

The values that drive him have been utterly consistent over the decades, and the policies he is proposing now are similar to those he’s been championing for decades.

It’s the scale that is gigantically different. It’s as if a company that was making pleasure boats started turning out ocean liners. And that’s because Biden believes that in a post-Trump world we’re fighting not just to preserve the middle class, but to survive as the leading nation of the earth.

“We’re kind of at a place where the rest of the world is beginning to look to China,” Biden said. “The most devastating comment made after I was elected — it wasn’t so much about me — but it was by the Irish taoiseach” — prime minister — “saying that ‘Well, America can’t lead. They can’t even get their arms around Covid.’”

I asked him how he developed his view of the role government should play in our lives. He started talking about his dad. During World War II his father managed a branch of a company that retrofitted merchant vessels. When he started a wholesale business after the war, his partner blew all the money on his gambling problem.

“After the war he was doing fairly well and that’s when he lost everything,” Biden recalled. From then on, Biden’s dad mostly struggled, taking any job he could get. “I watched my dad get the hell kicked out of him in terms of his pride.”

This may seem like an unusual way to answer a question about the role of government, but it is quintessential Biden. Some people get their worldviews from ideological constructs or philosophical movements like “conservatism” or “progressivism.” Biden derives his worldview from lived experience, especially the world of his youth, and how his parents taught him to see that world.

It created the moral underpinnings of the big legislative packages he is proposing.

The story about his father includes the key elements of the Biden worldview.

First, a social location. What matters is not only how a person sees an issue, but also where he or she sees it from. Biden sees most issues from the vantage of the folks that used to be called “the common man,” the lower-middle- and middle-class Truman Democrats he grew up around.

Second, an acute awareness of the vicissitudes of life. Biden said that his dad once showed him an image of the comic strip Viking, Hagar the Horrible, getting hammered by life and screaming out, “Why Me?!” God answers, “Why Not?” Biden still has that comic strip. “That was my dad,” he added.

Third, an intense focus on human dignity. “I think the Irish most often use the world ‘dignity’ of any other group of people,” Biden said. “I think it’s because when you’ve been deprived of dignity you put a high, high premium on it.” In the white ethnic hierarchies of midcentury America, “To be Irish was to be second class,” Biden recalls. “The English owned the town.”

Out of these three elements emerges a governing philosophy, and subsequently a set of policies, that works strenuously to support people amid the setbacks of life, that offers people good jobs so they can live with dignity, that pushes against the arrogance of wealth.

Another piece of his basic worldview comes from 20th-century Catholic social teaching. He said that his father loved the French Catholic philosopher Jacques Maritain, and later in the conversation mentioned that he, too, was guided by Maritain.

Like most of the major figures of Catholic social teaching, Maritain placed great emphasis on social solidarity, the organic interdependence of people and communities. If you’re drenched in Maritain, you believe we have serious responsibilities for one another.

Out of these basic values grows a practical legislative agenda. The White House gave me a long list of various Biden legislative initiatives, showing how long Biden has been championing many of the ideas that are in his current big packages.

In 2003, according to the White House document, he co-sponsored a bill to expand the Refundable Child Tax Credit. In 1993 Biden introduced “The Infrastructure Growth and Employment Act.” In 1974 he voted to raise the minimum wage, something he’s done many times since. In 2003 he voted to create a tax credit for caregivers. In 1983, he effectively voted to increase funding for education by $1.5 billion.

When you look at the legislation he’s sponsored or supported over the decades, you notice that the dollar amounts are generally in the millions or low billions. Today, the Biden agenda is in the trillions. So what has changed, even since January 2017, when he and Barack Obama left office?

“I think circumstances have changed drastically. We’re at a genuine inflection point in history,” Biden said. He says we’re experiencing a “Fourth Industrial Revolution,” which encompasses developments ranging from the rise of information technology to the rise of the Chinese superstate, to shifts in the global competitive environment.

Biden spent a lot of his Senate career working on foreign policy matters and sometimes talks about domestic policy through an international or grand strategic lens.

“We’ve gotten to a point where I think our economic competence has a gigantic impact on our international influence and capacity,” he said.

He grew up when America was the undisputed world leader and now he sees that rapidly slipping away, failing to invest enough in research and development.

“We’re eating our seed corn,” he continued, quoting corporate executives who talked to him about how the private sector wasn’t looking to the long term.

In this context, Biden sees the greatest risks in incrementalism.

“The risk is not trying to go big,” Biden said. “If we stay small, I don’t know how we change our international status and competitive capacity.”

The Biden administration has broken with the thinking that dominated the Clinton and Obama administrations in other ways as well, though it’s not clear how much of this is driven by Biden and how much by the team around him. As Ronald Brownstein noted in The Atlantic, for years the dominant Democratic view was that wages would rise if you gave people more skills and education. The dominant Biden era view is that you also have to give people more union bargaining power to balance corporate power. For years Democrats predominantly believed you could help Black Americans if you designed colorblind policies aimed at the working class. Now Biden officials are more likely to believe you have to create race-conscious policies that explicitly benefit Blacks.

So has Biden now become a straight-up progressive? Biden certainly doesn’t think so. “The progressives don’t like me because I’m not prepared to take on what I would say and they would say is a socialist agenda.” He thinks the people who take the big risks to generate wealth should reap the big rewards.

He’s suspicious of the generous college debt forgiveness plans that have sprung up on the left. “The idea that you go to Penn and you’re paying a total of 70,000 bucks a year and the public should pay for that? I don’t agree.”

There’s also a difference in the way Biden and the left critique big corporations. Some on the left make a comprehensive critique of capitalism, while Biden wants capitalism to keep within the bounds of common decency. He argues that corporations used to take responsibility for their communities, now it’s just shareholder value. “The C.E.O.s back as late as the 70s were making 35, 40 times as much as the average employee. Now it’s 320 times. What are they promoting? What are they doing? As my mother used to say, ‘Who died and made you boss?’”

I asked him, where is the limit between what government should and shouldn’t do? He said workers should “earn what they get. But they have to be given an opportunity. I think the thing that moved us ahead of the rest of the world at the turn of the 20th century was the notion that we had universal education.” Then he added, “If we were sitting down today to say, ‘OK, what does public education consist of in the 21st century?’ Think anybody would say 12 years is enough? I don’t.”

Biden has written that his grandfather and Finnegan uncles were Truman Democrats and suspected Adlai Stevenson because they thought he was too soft. There’s long been a tension between the union wing of the Democratic Party and the college educated professional wing.

Over the last decades, the heirs of Stevenson — Rhodes scholars and Ivy League grads — have dominated the heirs of Truman and the party has tended to see the world from the vantage of college educated professionals.

But Biden is from the other side of the party.

“He was at his best and most comfortable when meeting with union guys,” an economics aide who worked with Biden for more than a decade told me. It’s telling that in his address to Congress last month, he bragged that “nearly 90 percent of the infrastructure jobs created in the American Jobs Plan don’t require a college degree; 75 percent don’t require an associate degree.”

Biden is not a progressive in the current sense. He is the kind of liberal that emerged after World War II: confident in America’s greatness, confident in the state, having little interest in the culture wars that emerged since the 1960s, fierce about civil rights, deeply rooted in the working and middle classes.

Biden hasn’t really changed; he’s just doing everything bigger.

 

David Brooks has been a columnist with The Times since 2003. He is the author of “The Road to Character” and, most recently, “The Second Mountain.” @nytdavidbrooks

 

 

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