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Esto está con madre

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Pasan los años y la vida no deja de ser una guerra de supremacías: en las primeras etapas todo es ser el número uno en el cuadro de honor, entregar una boleta de calificaciones pletórica de dieces, terminarte la horrenda sopa de habas con higaditos primero que tu hermano, etcétera, etcétera.

No hay modo de librar la sentencia. Luego, cuando llega esa calamidad llamada adultez, hay que pasar de la jefatura a la gerencia y después a la dirección, conseguir el salario más alto, el coche más nuevo, la casa más amplia, la foto más “likeada”, el GIF más divertido, las tetas más grandes, los kilómetros más rápidos y de nuevo el coro dice: ¡etcétera, etcétera!

Qué remedio.

Es que somos jerárquicos por naturaleza, en eso el animal que nos habita es poderoso e indomable.

Para algunos es una tragedia y para otros el motor de su vida pero hoy, para mí, es un motivo para hablar de las deliciosas taxonomías mexicanas que utilizamos al referirnos a lo grandioso, lo número uno, lo estupendo y culminante.

Aquí van pues, no sin antes advertir a quienes les molesta la proclividad a las vulgaridades, que este texto podría ofender sus impolutos ojos y manchar un poco –pero sólo un poco- su higiénico léxico.

Chingón o Chingona:

Es, probablemente, el adjetivo más utilizado para referirnos a alguna persona, objeto o evento que consideramos destacado, superior. Su uso atraviesa el país entero de norte a sur, de una clase social a la otra y además es intergeneracional (no como las expresiones “padrísimo” o “de pelos” que denotan la añada cuarentona del emisor, además de una ominosa pertenencia a la clase media arribista de los años ochenta. No se me ofendan, adultos contemporáneos, camaradas míos).

Podemos decir “El concierto estuvo chingón”, “Tal cantante es un chingón” o “Qué chingona actriz” y todos comprenderán perfectamente a qué nos referimos.

Bien verga

No se acalore, querido lector, y hágame el honor de seguir acompañándome que aquí vamos camino a lo superlativo.

Algo o alguien que es “bien verga” es titánico, notorio, enhiesto… y sí, la asociación es innegable, también es tu padre. La genitalidad en el lenguaje es un fenómeno interesantísimo, no por nada oralidad y genitales están tan relacionados: principio y fin, el ciclo eterno de la humanidad representado en esas dos bocas que son el origen de todo.

“Messi es bien verga con la zurda”, “La maestra de francés es bien verga en gramática”, “Mi abuela prepara un pozole bien verga” son algunas frases para ejemplificar esta encumbrada categoría que usted puede utilizar si desea cortar de tajo cualquier duda sobre la notoriedad de algún objeto o individuo.

Con madre

La cosa sigue in crescendo porque ahora estamos delante algo tan bueno y poderoso que sólo puede referirnos a lo primigenio, a lo universal, a lo nutricio, a nada menos que… tambores y fanfarrias… la Madre.

Tener madre, al menos en la cultura mexicana, es tenerlo todo. No exagero.

Cuando algo está “con madre” es porque no le falta nada.

“Ese viaje estuvo con madre”, “mi nuevo trabajo está con madre” o decir simplemente “con madre” es afirmar de manera contundente que algo nos parece completo, perfecto y hasta sacro; no podemos obviar que la figura de la Santa Madrecita en nuestro país es omnipotente, en no pocas ocasiones milagrosa y divina.

La repanocha

¿Sabe usted lo que es la panocha, querido lector?

Calma, no se ofenda ni se sonroje, la panochita, para llamarle con cariño, es la vagina.

Si decimos que algo es la repanocha es porque es clitórico, excelso hasta el grado máximo del placer, paradisíaco, orgásmico: el lugar al que todos queremos regresar. Una vez más el binomio genitalidad y lenguaje nos pinta enteros y nos contiene plenamente.

 “La repanocha de casa que conseguí”, “Quedarme en esa Universidad sería la repanocha”.

Es decir que la repanocha, en el contexto de supremacía del que ahora hablamos, es el culmen de lo chingón, lo que está con madre y lo bien verga. Tal y como el paisaje que muestra la foto de mi queridísimo Beco, ¿no es un lugar de la repanocha?… Les aseguro que no es sólo mi gusto ni mi perversión darle importancia retórica a estas insolencias verbales, piensen por un segundo en lo curioso que resulta que los españoles digan, por ejemplo, que algo está tan bueno que te cagas, o que los gringos, para expresar asombro máximo digan fuck me!

¿No valdría la pena detenernos a reflexionar en el significado del rango insuperable que alcanzan lo genital, lo escatológico, lo matriarcal y patriarcal en el lenguaje? Yo digo. Y francamente pienso que utilizar cualquiera de estas expresiones con tino tiene más gracia que ese vicio que se ha puesto tan de moda de soltar un anodino “lo que le sigue” por puro desconocimiento de adjetivos superlativos. Ya saben, me refiero a cuando alguien dice “Esta sopa no está buena, lo que le sigue”. Al menos a mí me resulta lamentable.

Claro que hay infinitas maneras de decir todo lo anterior con absoluta propiedad, pero las encuentro colosalmente aburridas, tiesas y poco verosímiles.

Decir “eres magno y superior” sería el intento de halago más acartonado e insípido, en cambio “eres bien chingón” suena con madre. Se los aseguro.

Y ya me voy con mis obscenidades a otro lado no sin antes desearles que su fin de semana sea de la repanocha.

@AlmaDeliaMC

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