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La Iglesia alemana coquetea con el cisma

La bendición de parejas homosexuales ha sido el último pulso del clero católico alemán al Vaticano, después de dos años de debate sobre el sacerdocio femenino, el celibato y la moral sexual católica

Holger Allmenroeder tiene 58 años y desde 2004 atiende las parroquias de Santa María y Santa Margareta en Seligenstadt, un pequeño pueblo cerca de Frankfurt. Tanto él como sus superiores eran conscientes de su homosexualidad cuando se ordenó sacerdote en el 2000, en Maguncia, una condición de la que todos sus parroquianos están también al tanto. A menudo celebra la Eucaristía vestido con una casulla blanca sobre la que despliega una estola con los colores del arco iris y es uno de los más de cien sacerdotes que este mes han bendecido parejas homosexuales en Alemania, después de que la Congregación para la Doctrina de la Fe hubiese certificado desde el Vaticano que «la Iglesia no puede bendecir el pecado».

«La fe no es un club exclusivo al que solo se permite la entrada a personas seleccionadas por una jerarquía distante e indolente», justifica Allmenroeder, «espero que la dureza y la intransigencia del magisterio, provocada por una antropología obsoleta y una teología miserable provoque el colapso de la antigua obediencia a la autoridad entre el pueblo de Dios».

Estas bendiciones a parejas homosexuales han sido seguidas por la comunión por parte de cristianos protestantes durante el Congreso Ecuménico celebrado el pasado fin de semana. Bettina Limperg, presidenta del Tribunal Supremo alemán y máxima representante de la Iglesia Evangélica en el encuentro, fue la primera en participar en la comunión católica en la catedral de Frankfurt, mientras que, durante el servicio protestante, el representante católico en el Congreso Ecuménico, Thomas Sternberg, participó en la evangélica Cena del Señor, formalizando así una práctica que se lleva a cabo en el día a día de muchas parroquias alemanas.

El obispo de Limburgo y presidente de la Conferencia Episcopal alemana, Georg Bätzing, hizo después un balance muy positivo y agradeció a las iglesias que se hayan «acercado» durante el evento. Bätzing había enfatizado de antemano que no podía haber una celebración común de una Santa Misa ni una recepción general interconfesional de la Eucaristía, pero expresó su respeto por el hecho de que los cristianos no católicos de forma individual se acercasen al sacramento.

Anteriormente, Bätzing se había mostrado también públicamente comprensivo con la bendición de parejas homosexuales. De hecho, lleva años sugiriendo reformas integrales y un cambio en el catecismo en cuestiones como la homosexualidad. En su propia diócesis permite esas bendiciones, al igual que el obispo de Essen, Franz-Josef Overbeck, y en la última sesión plenaria de la Conferencia Episcopal alemana saludó la elección de la teóloga Beate Giller como secretaria general, un claro gesto hacia el papel de las mujeres en la Iglesia.

Todos estos acontecimientos son manifestaciones del espíritu del Camino Sinodal, emprendido por la Iglesia alemana hace dos años por el voto unánime de los obispos alemanes y que está estudiando tanto el sacerdocio femenino como el celibato y una revisión de la moral sexual católica y sobre la vida cristiana en pareja.

«Quién dice que la Iglesia no puede evolucionar sin renunciar a la esencia del Evangelio?»

«¿Quién dice que la Iglesia no puede evolucionar sin renunciar a la esencia del Evangelio?», se pregunta la vicepresidenta del Comité central de Católicos alemanes (ZdK), «habrá notado usted que la Inquisición ya no quema herejes en las plazas y que entendemos que la Tierra ni es plana ni es el centro del universo, sin que los pilares de nuestra fe se hayan desmoronado».

El presidente del ZdK, Thomas Sternberg, está convencido de que «puede darse el caso de que se voten resoluciones de forma mayoritaria a favor de una reforma y cada obispo decidirá si las implementa en su diócesis». Entre los asuntos que considera que la Iglesia alemana puede determinar independientemente de Roma figuran la organización eclesial en Alemania, quién toma decisiones financieras o qué papel pueden desempeñar las consejeras pastorales femeninas. «La Iglesia alemana puede decidir estos asuntos sin la consulta de Roma», insiste.

La resistencia

No más de cuatro obispos, encabezados por el de Colonia, el cardenal Rainer María Woelki, plantan resistencia a la deriva que está tomando el Camino Sinodal. La posición de Woelki, sin embargo, se ha visto debilitada por su presunta inacción en un caso de abusos bajo su jurisdicción. Entre los sacerdotes alemanes, hasta ahora en silencio, comienza a percibirse la división.

El Consejo Sacerdotal de la Diócesis de Würzburg ha dirigido una carta al foro «Existencia sacerdotal hoy» del Camino Sinodal, en la que califican el documento fruto de su trabajo como «lamentablemente demasiado temible». «No nos encontramos en él en muchos aspectos», expresan los autores, que critican la «reducción del sacerdocio a la cuestión del ‘poder’» y advierten contra hacer del abuso sexual «la única base determinante para nuevas regulaciones de la existencia sacerdotal en la actualidad». Falta «aliento y orientación tanto para los que están en el servicio como para los jóvenes que piensan en una carrera espiritual», se quejan, al tiempo que se hacen dos preguntas a la luz de la lectura: «¿Para qué necesitamos al sacerdote? ¿Y necesitamos y queremos sacerdotes?».

«Yo estoy verdaderamente preocupado y creo que la situación es grave porque muchos de los planteamientos son abiertamente heréticos, una clara mundanización», dice Aquilino Cayuela, profesor Catedrático de Moral y Prefecto de estudios del seminario diocesano de Berlín, «dentro del catolicismo no tienen sentido y es una línea cismática». «Todo esto viene de los años 70, dese la polémica de la Humanae Vitae, unas ideas un poco trasnochadas pero que calaron en la Iglesia alemana, alimentadas por cierto nacionalismo y sentimiento de superioridad de la teología alemana del postconcilio: desde Küng hasta Rahner, o Häring en lo moral. Planteamientos que habían quedado clarificados y superados por el Magisterio reciente de la Iglesia pero que permanecieron latentes», explica.

Cayuela lamenta que el Camino Sinodal alemán «entiende la Iglesia como una estructura de poder corrupta, en clave liberal, de la que deducen una serie de desigualdades, cuando en realidad la Iglesia es comunión, unidad, de la que luego sí derivan ciertas estructuras, pero que no son lo importante». Subraya que «los sacramentos no son un mero consuelo emocional al que se tiene derecho» y considera que, aunque muy pocos obispos se oponen al Camino Sinodal, «son muchos los que están en un aposición intermedia, se dan cuenta, al fondo, de que se está llegando a posiciones demasiado radicales y, si Roma diese una palabra seria, darían un paso atrás, aunque también es cierto que cada día que pasa esto se vuelve más difícil».

 

 

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