Érase una vez un océano amazónico
El hallazgo de un manglar más propio de una playa tropical a miles de kilómetros de la costa es una de las pruebas más recientes de que el Mar Caribe inundó la Amazonia occidental durante el periodo miocénico, entre diez y veinte millones de años atrás, retirándose más tarde, cuando la jungla reclamó aquel espacio.
Un estudio aparecido en los Proceedings de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos revela una imagen bien diferente de la tradicional: un vasto territorio árido, dos veces el tamaño de Texas, atestado de selvas húmedas y moteada de lagos y ríos tributarios, donde irrumpió el Caribe, según demuestran los cambios en sedimentos en territorios de Brasil y Colombia y los restos fosilizados de camarones y un colmillo de tiburón y la presencia de delfines, rayas y manatíes en el caudaloso Amazonas.
La razón, según nuevos modelos geofísicos, residiría en el ascenso del nivel del mar, la elevación de la cordillera Andina y cambios en las placas tectónicas y la dinámica del manto que, al combinarse, hundieron la superficie terrestre y crearon una depresión inundada en Sudamérica donde, hace 20 millones de años, hubiéramos podido navegar desde Venezuela al Paraguay.
El proceso ocurrió en múltiples etapas desde que las corrientes saladas llegaron desde el Caribe y al mezclarse con el agua de las torrenciales lluvias tropicales produjeron inundaciones de breve duración hasta que el océano retrocedió, dejando una vasta área de agua dulce de lagos interconectados por canales que reptaban en un estrecho corredor hasta el mar.
Son visiones que difieren de las que prevalecían sobre el Amazonas, basadas en una historia de apenas 2.6 millones de años, de la expansión y contracción de los bosques y las sabanas entre los periodos glaciales unidos por ríos permanentes que discurrían por cauces inalterados.
Hasta que, a principios de los años 90, una serie de estudios de la capa forestal de la paleoecologista Carina Hoorn, de la Universidad de Amsterdam, sugirió otro enfoque ante la evidencia de polen fosilizado en los manglares, durante su trabajo de campo en Sudamérica, plasmado en un trabajo que produjo revuelo aunque tardó en corroborarse por las dificultades naturales que enfrenta la investigación en las intrincadas selvas amazónicas.
Hasta hace tres años, cuando el palinólogo Carlos Jaramillo, del Instituto Smithsoniano de Investigación Tropical, en Panamá, se topó con fósiles que habían sido recogidos por empresas petroleras en los ´70s, en la región fronteriza de Brasil y Colombia, que cambiaron su punto de vista porque tanto las algas, restos orgánicos y fragmentos como un enorme colmillo de tiburón y un camarón mantis eran indiscutiblemente de procedencia marina, datando de entre 14 y 18 millones de años.
Simulaciones de video de alta velocidad mostraron después cómo se había alzado la cordillera andina durante millones de años y, en algunos casos, el hundimiento resultante de la Amazonia occidental, formando una profunda depresión en lo que hoy son zonas de Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú y Brasil, según comprobaron los modelos realizados por el geodinámico Nicolás Flament, de la Universidad de Wollongong, Australia, sin precisar, sin embargo, su extensión.
Quedan todavía numerosas incógnitas por desvelar, que interesan a científicos de las ramas más variopintas; a los biólogos, por ejemplo, que hallarían entonces la explicación a la infinita riqueza animal de esa zona que alberga hasta una décima parte de las especies conocidas de nuestro planeta; o los botánicos, intrigados por la forma en que los baños de agua oceánica habrían alterado la biodiversidad de la región.
Y, por eso, la investigación proseguirá en pos de muestras más confiables con el ambicioso Trans-Amazon Drilling Project, financiado por un grupo de instituciones norteamericanas y brasileras, permitiendo a un equipo de cincuenta profesionales extenderse a partir de julio en tres áreas de la Cuenca del Amazonas para establecer un cuadro preciso, desde la era Cenozoica, hace 66 millones de años hasta el presente.
Varsovia, junio 2021