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Ana Cristina Vélez: Una explicación para un gesto común y extraño: el bostezo

En realidad, nadie sabe por qué bostezamos. Lo sorprendente es que el hombre no es el único animal que bosteza, casi todos los vertebrados también lo hacen: aves, peces, serpientes, tortugas, ratones, etcétera. Y la única correlación que existe entre bostezos y cerebros es: a cerebros más grandes, bostezos más duraderos. Para sorpresa de los etólogos, se cree que las jirafas no bostezan. ¿Por qué? Nadie sabe todavía. Las jirafas tampoco tienen cuerdas vocales.

 

 

 

 

En el último estudio hecho sobre los bostezos se ha tratado de demostrar una hipótesis que se planteó en 2007, y es la de que bostezamos para enfriar el cerebro. No deja de sonar extraño, pues se bosteza en muchas situaciones, de muy distinta índole: cuando se está aburrido, cuando se tiene hambre y cuando se tiene sueño. Los bostezos más cortos los hacen los ratones, 0,8 segundos, y los más largos, los humanos, 6,8 segundos. Los humanos tendemos a bostezar entre 5 y 10 veces al día.

El bostezo no se puede controlar a voluntad, y no se puede disimular (desafortunadamente). El bostezo hace abrir la boca con una separación desproporcionada de los maxilares, hace inhalar mucho aire y estirar los músculos faciales. Cuando se bosteza, los ojos lagrimean y se produce más saliva, se abren las trompas de Eustaquio, del oído medio, y por eso uno siente un alivio enorme cuando, con ello, se destapan los oídos. Quién sabe cuántas cosas más ocurren en nuestro cuerpo cuando se bosteza.

 

 

 

 

El etólogo Andrew Gallup de la Universidad de New York (SUNY) asegura que:

«Mediante la inhalación simultánea de aire frío y el estiramiento de los músculos que rodean las cavidades bucales, el bostezo aumenta el flujo de sangre más fría al cerebro y, por tanto, tiene una función termorreguladora».

Según Gallup:

  1. El estiramiento poderoso de la mandíbula aumenta el flujo sanguíneo en el cuello, la cara y la cabeza.
  2. La inhalación profunda que se hace fuerza el flujo descendente de líquido cefalorraquídeo y sangre del cerebro, y el aire frío que entra en la boca enfría estos líquidos.

Como la teoría no convence a muchos, Gallup hizo la siguiente predicción: si el aire exterior está más frío debe enfriar el cerebro mejor que si el aire está caliente, así que, se deberá bostezar más cuando el aire está frío, y bostezar menos cuando el aire está caliente.

El equipo de Gallup fue a Tucson, Arizona, en el invierno y en el verano, a probar su teoría. En invierno, la temperatura exterior fue de 71,6 °F, y en verano fue de 98,6 °F. Para que los probandos bostezaran, les pidieron mirar fotografías de personas bostezando, y efectivamente bostezaron más en el invierno que en el verano. En el clima frío, el 45% de las personas bostezaron; en el cálido, el 24%; además, las personas bostezaron más si habían estado afuera, en el clima frío, durante más tiempo, y bostezaron menos, si habían estado afuera más tiempo, en el clima cálido.

¿Convence al lector? Algo tan frecuente en los vertebrados, y contagioso entre los humanos, debe tener razones y efectos importantes. Esperemos a ver qué más descubre la Ciencia, ya que es el único modo confiable de conocer la verdad.

 

 

 

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